«…, este breve, y sé que incompleto, pero no por ello menos clarificador ensayo sobre la que vengo en denominar «OTRA» Memoria Democrática, la que corresponde a Almansa y el pueblo de Caudete, relativo al periodo de tiempo que transcurre del verano al otoño-invierno del año 1936, sin intentar pontificar (nunca me atrevería), pero apoyado con datos, nombres, cifras fidedignas, hechos, lugares, y todo ello certificado con informes y documentos que obran en publicaciones, archivos y juzgados, tiene como objetivo el dar a conocer la que podemos bautizar como “OTRA” Memoria Democrática”, la que a la luz de los nuevos tiempos y apoyada por los impulsos políticos de la izquierda española, se trata con denuedo de ocultar y enterrar bajo la justificación generalizada que los muertos provocados por el terror rojo del Frente Popular tras el alzamiento militar, “ya fueron identificados y llorados lo suficiente en sus conocidas y floreadas tumbas durante la época de la dictadura franquista”. A todas aquellas personas que, no afectas por el fanatismo, quieran conocer en profundidad y sin sectarismos la cruda y horrorosa verdad de lo sucedido en Almansa y Caudete durante el verano-otoño del año 1936, va dedicado este trabajo….«.
Luis BONETE PIQUERAS. Periodista. Copyright-2024
1) INTRODUCCION
Este breve, y sé que incompleto, pero no por ello menos clarificador ensayo sobre la que vengo en denominar «OTRA» Memoria Democrática, la que corresponde a Almansa y el pueblo de Caudete, relativo al periodo de tiempo que transcurre del verano al otoño-invierno del año 1936, sin intentar pontificar (nunca me atrevería), pero apoyado con datos, nombres, cifras fidedignas, hechos, lugares, y todo ello certificado con informes y documentos que obran en publicaciones, archivos y juzgados, tiene como objetivo el dar a conocer la que podemos bautizar como “OTRA” Memoria Democrática”, la que a la luz de los nuevos tiempos y apoyada por los impulsos políticos de la izquierda española, se trata con denuedo de ocultar y enterrar bajo la justificación generalizada que los muertos provocados por el terror rojo del Frente Popular tras el alzamiento militar, “ya fueron identificados y llorados lo suficiente en sus conocidas y floreadas tumbas durante la época de la dictadura franquista”
A todas aquellas personas que, no afectas por el fanatismo, quieran conocer en profundidad y sin sectarismos la cruda y horrorosa verdad de lo sucedido en Almansa y Caudete durante el verano-otoño del año 1936, va dedicado este trabajo.
Opino, que no vale decir solamente que los nombres de las personas asesinadas en 1936 son de segunda clase; que son fiambres cuyos nombres figuraron en las paredes de las Iglesias, que fueron llorados por sus familiares. Considero, que la Ley de Memoria Democrática (que busca reconocer y reparar moralmente a las víctimas del franquismo, promover la memoria histórica y anular las sentencias y condenas políticas del periodo franquista) debería de haberse redactado contemplando JUSTICIA para todos los que defendiendo sus ideales, regaron con su sangre las tierras de España.
Es evidente y muy conocido que tras el Alzamiento (antes, durante y con posterioridad) en ambos bandos, en el republicano y en el de los sublevados, desgraciadamente, quedaron miles de viudas y huérfanos. Todos eran españoles de bien. Todos ellos víctimas inocentes. Inmolados a causa del aborrecimiento fratricida, del rencor y la abominación. Es más que sabido y comprobado que, decenas de cadáveres de los que en este ensayo se citan jamás aparecieron; nunca pudieron ser llorados, ni nadie les pudo llevar flores…, a esas víctimas, también debería la Ley de Memoria Democrática rehabilitar. Si lo que la legislación busca con esta norma es garantizar la justicia histórica, cerrar heridas del pasado y promover la memoria democrática en España, a mi juicio, con el texto aprobado, nunca lo conseguirá.
Recordar…, (que cada uno piense lo que quiera), pero si se apuesta por la rehabilitación, se debería de hacer con todas las víctimas de la Guerra Civil española, absolutamente con todas. En caso contrario inexorablemente habrá que actualizar, enseñar y explicar en los centros educativos los inmortales versos de Jarcha: “…, dicen los viejos que en este país hubo una guerra, y hay dos Españas que guardan aún el rencor de viejas deudas. Dicen los viejos que este país necesita palo largo y mano dura para evitar lo peor…,”
Por lo menos esta es mi opinión.
2) REFLEXION SOBRE LA LEY DE LA MEMORIA DEMOCRÁTICA
Me adhiero al punto de vista del historiador Javier Paniagua sobre la ley de la Memoria Democrática planteada, por un lado de manera sectaria y partidista, y por otro, en términos de militancia intelectual. Dice Paniagua (y estoy de acuerdo con él) que en nada contribuye al sosiego y la armonía social conocer muchos datos históricos. Todo está mediatizado por el tamiz de nuestro marco conceptual y emotivo, y si no, caemos en la frivolidad de una nostalgia de parques temáticos. Así ha ocurrido con la celebración de la batalla de Trafalgar de hace más de 200 años. ¿Qué dirían los hijos y viudas, si vivieran ahora, de aquellos marineros muertos, sobre la glorificación de una batalla que costó tantas vidas?.
En cambio nos afectamos si se trata de recordar hechos de un pasado que, aunque lejano, todavía incide en la vida de los recuerdos familiares. Porque están ahí, metidos debajo del asfalto de nuestras calles, en las cunetas de muchas carreteras, en las fotografías de padres, madres abuelo/a o bisabuelo/a que fueron fusilados o encarcelados en cualquiera de los bandos de aquella guerra civil por la que somos conocidos en los libros de historia que estudian los alumnos de secundaria en la mayoría de los países donde existe tal asignatura.
Y aún así estudian poco más que generalidades de aquella contienda, y referencias a la transición después de la muerte de Franco cuando recuperamos las libertades. ¿Acaso sabemos, por ejemplo, nosotros más de la historia húngara?. O se hace justicia en el momento de los hechos, o el recuerdo no sirve más que para el lamento.
Si, ya sabemos que se puede aludir al axioma de que los países que olvidan su historia están condenados a repetirla, pero tal aserto es una falacia a día de hoy indemostrable.
Dice Paniagua: “Recordamos lo que queremos o lo que nos interesa, o sentimos temor o alegría del pasado, siempre desbordado por el presente, que es lo único que existe. Como nos enseña Sabald en su esplendida novela, “Vértigo”, el recuerdo está siempre tamizado por los grabados de los acontecimientos, o lo que es lo mismo, por nuestro marco intelectual y emocional. Nunca las cosas fueron realmente como la recordamos. Y si los historiadores utilizamos documentos para objetivar el pasado buceando en archivos polvorientos, al abordar un tema en el que de algún modo estamos implicados, resultara difícil desprenderse de connotaciones interpretativas ideológico-emocionales”.
Subraya Paniagua que, “…, la tarea del historiador debe tender al anonimato, como la del físico. Es en las Universidades donde los investigadores y profesores debaten e interpretan los hechos históricos, que tendrán menos carga emocional cuanto más lejano estén en el tiempo (nadie discute ideológicamente sobre el hombre de Atapuerca). Aún se oyen voces que se lamentan de la derrota austracista en Almansa en 1707. ¿Y qué logran?. Argumentarios para nuestras ideas previas. Empiezo a creer que la memoria histórica deviene en reaccionaria, que desde Heidegger hasta Jung, pasando por Ortega, la han convertido en la base de nuestra identidad humana. Falso”.
Cuánto más olvidemos, más libres somos, más comprendemos al otro, más universales e independientes. El relato histórico casi siempre nos remite de soslayo al presente.
“En todo caso -añade- sirve para cubrir nuestro ocio en revistas de divulgación, lo que es bueno para la Cultura y justifica el trabajo de los investigadores. Pero nada más”.
3) LA PERSECUCION RELIGIOSA. 1936-1939
Resulta verdaderamente clarificador y relevante para entender bien este trabajo el conocer y alumbrar una serie de opiniones y frases que tuvieron lugar durante el trágico período comprendido entre 1936 y 1939.
–Andrés Nin, jefe del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), en un discurso pronunciado en Barcelona el ocho de agosto de 1936, no tuvo inconveniente alguno en declarar:
“…, había muchos problemas en España… El problema de la Iglesia… Nosotros lo hemos resuelto totalmente, yendo a la raíz: hemos suprimido los sacerdotes, las iglesias y el culto…,”.
— El secretario general de la sección española de la III Internacional, José Díaz, afirmaba en Valencia el cinco de marzo de 1937:
“…, en las provincias en que dominamos, la Iglesia ya no existe. España ha sobrepasado en mucho la obra de los soviets, porque la Iglesia, en España, está hoy día aniquilada”.
–Ni el templo de la Macarena, la Reina de Sevilla, se respetó. Era un bello y grandioso ejemplo de arte mudéjar, del siglo XIII. Al ser preguntado el presidente de la Generalidad de Cataluña, Lluís Companys, a finales de agosto de 1936, por una periodista de L’Oeuvre sobre la posibilidad de reanudar el culto católico, respondió:
“¡Oh!, este problema no se plantea siquiera, porque todas las iglesias han sido destruidas”.
— El tristemente conocido diario socialista-anarquista, Solidaridad Obrera, el 15 de agosto de 1936, incitaba en estos términos: “…, hay que extirpar a esa gente. La Iglesia a de ser arrancada de cuajo de nuestro suelo…,”.
— Y en el número correspondiente al 25 de mayo de 1937, publicaba lo siguiente:
“¿Qué quiere decir restablecer la libertad de cultos? ¿Qué se puede volver a decir misa? Por lo que respecta a Barcelona y Madrid, no sabemos dónde se podrá hacer esta clase de pantomimas. No hay un templo en pie ni un altar donde colocar un cáliz… Tampoco creemos que haya muchos curas por este lado… capaces de esta misión”.
— En la Comisaría de Policía de Bilbao fue hallado un documento con los sellos de la CNT y de la FAI, fechado en Gijón en octubre de 1936, en el que se decía textualmente: “Al portador de este salvoconducto no puede ocupársele en ningún otro servicio, porque está empleado en la destrucción de iglesias”.
— Un testimonio muy elocuente es el que dio Manuel de Irujo Ollo, dirigente del Partido Nacionalista Vasco, ministro sin cartera (septiembre 1936-mayo 1937) en los dos Gobiernos de Largo Caballero, y ministro de Justicia en el gabinete de Negrín (18 de mayo de 1937), que en una reunión del gobierno celebrada en Valencia el nueve de enero de 1937, presentó el siguiente Memorándum sobre la persecución religiosa:
“La situación de hecho de la Iglesia, a partir de julio pasado, en todo el territorio leal, excepto el vasco, es la siguiente:
- a) Todos los altares, imágenes y objetos de culto, salvo muy contadas excepciones, han sido destruidos, los más con vilipendio.
- b) Todas las iglesias se han cerrado al culto, el cual ha quedado total y absolutamente suspendido.
- c) Una gran parte de los templos, en Cataluña con carácter de normalidad, se incendiaron.
- d) Los parques y organismos oficiales recibieron campanas, cálices, custodias, candelabros y otros objetos de culto, los han fundido y aun han aprovechado para la guerra o para fines industriales sus materiales.
- e) En las iglesias han sido instalados depósitos de todas clases, mercados, garajes, cuadras, cuarteles, refugios y otros modos de ocupación diversos, llevando a cabo –los organismos oficiales los han ocupado- en su edificación obras de carácter permanente.
- f) Todos los conventos han sido desalojados y suspendida la vida religiosa en los mismos. Sus edificios, objetos de culto y bienes de todas clases fueron incendiados, saqueados, ocupados y derruidos.
- g) Sacerdotes y religiosos han sido detenidos, sometidos a prisión y fusilados sin formación de causa por miles, hechos que, si bien amenguados, continúan aún, no tan sólo en la población rural, donde se les ha dado caza y muerte de modo salvaje, sino en las poblaciones. Madrid y Barcelona y las restantes grandes ciudades suman por cientos los presos en sus cárceles sin otra causa conocida que su carácter de sacerdote o religioso.
- h) Se ha llegado a la prohibición absoluta de retención privada de imágenes y objetos de culto. La policía que practica registros domiciliarios, buceando en el interior de las habitaciones, de vida íntima personal o familiar, destruye con escarnio y violencia imágenes, estampas, libros religiosos y cuanto con el culto se relaciona o lo recuerda”.
Este Memorándum demuestra claramente que es históricamente falso afirmar, como muchos autores siguen sosteniendo, que los asesinos eran grupos de incontrolados, ya que las masas más violentas que desencadenaron la ofensiva contra la Iglesia en el año 1936, nacieron, crecieron y se formaron amparados por la República, instigados por el anticlericalismo fomentado desde el Gobierno y envalentonados desde la victoria, el 16 de febrero de 1936, del Frente Popular.
4) LA LEY DE MEMORIA DEMOCRÁTICA “OLVIDA” ELIMINAR LAS CALLES HOMENAJE A ETARRAS
La geografía vasca está sembrada de plazas, calles y avenidas que llevan el nombre de pistoleros de ETA que a lo largo de los últimos cuarenta años murieron víctimas de su propio odio. Un paseo por el siniestro callejero etarra desvela que hoy en día, y con la permisividad, si no complicidad, del régimen nacionalista, hay ciudades y pueblos que recuerdan como «hijos ilustres» a «Argala», «Txabi Etxebarrieta», «Txiki y Otaegi», «Txikia», «Pana», «Santiago Brouard», protagonistas, con diferentes papeles, de uno de los capítulos más negros de la historia reciente del País Vasco. El PSOE y sus socios, mientras, no consideran necesario hacer otra ley de «memoria histórica» que obligue a prohibir de una vez esta ignominia.
¿Cabe imaginarse la avenida «Jamal Ahmidan, «El Chino» en las cercanías de la estación de Atocha? ¿Cómo reaccionarían los ciudadanos si el Ayuntamiento de Madrid inaugurara un parque infantil en Santa Eugenia con el nombre de «Serhane, El Tunecino»? ¿Hasta qué punto se verían ofendidas las víctimas del 11-M si una calle de El Pozo tomara el nombre del yihadista Allekema Lamari?.
Pues este sin sentido, esta ofensa a los afectados por el zarpazo del terror, este desafío a la sociedad se da, desde hace muchos años, en el País Vasco. Y, lo que resulta más sorprendente, también en municipios que no son feudos de ETA. Ello ocurre, además, cuando no pocos Ayuntamientos gobernados por el PNV se han negado en los últimos años a designar una calle, una plaza, incluso un triste callejón sin salida, con el nombre de una víctima del terrorismo.
Ahora que la Ley de Memoria Histórica obliga a la retirada de símbolos franquistas, se impone, más que nunca, la obligación, legal y moral, de desterrar para siempre cualquier icono que rememore la limpieza étnica que emprendió la banda hace cuarenta años.
— Parque «Pana»
Hernani, uno de los mayores feudos tradicionales de ETA-Batasuna, ha dado a uno de sus parques principales el nombre de José Manuel Aristimuño, “Pana”, en memoria de un jefe del comando Araba, uno de los más sanguinarios de ETA, muerto en 1981 durante un enfrentamiento con la Policía, en Vitoria. A raíz de aquello, la novia de “Pana”, Soledad Iparraguirre, decidió, como venganza, incorporarse a la banda con el alias de “Anboto”. Además, junto al casco viejo de Hernani se extiende la calle Felipe Sagarna, “Zapa”, miembro que era de Herri Batasuna, asesinado por elementos de la extrema derecha el 19 de abril de 1980.
Una de las principales avenidas de la localidad vizcaína de Lejona, gobernada desde la reinstauración de la Democracia por el PNV, lleva el nombre de Txabi eta Joseba Etxebarrieta. El tal “Txabi” ha pasado a la negra historia como el pistolero que abrió la interminable lista de víctimas mortales de ETA, cuando el siete de junio de 1968 disparó por la espalda, y lo remató en el suelo, al guardia civil de Tráfico, José Pardines Arcay. Horas después, Etxebarrieta fue interceptado por agentes de la Benemérita en una zona denominada Benta Haundi, a las afueras de Tolosa, y falleció como consecuencia del tiroteo abierto. Allí, en Benta Haundi, sus incondicionales de entonces, que son los de ahora, levantaron un monolito en su recuerdo. Pero lo que resulta más sorprendente, un busto instalado en Bilbao, gobernado también por el PNV desde la Transición, recordó al etarra hasta que en 2004 fue retirado tras la denuncia del colectivo Basta ya. Y mientras el verdugo es reconocido para la posteridad nacionalista con calles y monolitos, su víctima, el guardia Pardines, es recordado por sus compañeros, que dieron su nombre a una calle del cuartel de Inchaurrondo.
— El fraile que se hizo ETARRA.
Otra avenida de la nacionalista Lejona lleva el nombre de Eustaquio Mendizábal, “Txikia”, un fraile benedictino que cambió la sotana por la metralleta. El mérito para formar parte del callejero de la localidad no fue su pasado religioso, sino su currículum terrorista. Murió en 1973 en un enfrentamiento armado con las Fuerzas de Seguridad. Como homenaje, ETA puso el nombre de su alias, “Txikia”, al comando que ese mismo año asesinó en Madrid al presidente del Gobierno, almirante Luis Carrero Blanco.
Cizúrquil, una microdictadura de ETA-Batasuna en la Guipúzcoa más profunda, designó a su plaza principal con el nombre de Joseba Arregi, un pistolero del “comando Madrid” que falleció en 1981 por los malos tratos recibidos en dependencias policiales de la capital de España.
Tiempos atrás, también, el Ayuntamiento nacionalista de Durango dio a su plaza principal, en la que se ubica la Casa Consistorial, el nombre de «Gudaris Txiki y Otaegi», los dos etarras fusilados en septiembre de 1975, cuando agonizaba el franquismo, junto a tres terroristas del FRAP. «Txiki y Otaegi» también dan nombre a calles de otros municipios, como Amorebieta, en Vizcaya, o Echebarri, en Guipúzcoa.
— Plaza «Argala».
Una de las principales plazas de Arrigorriaga, en Vizcaya, se llama «Argala», el alias utilizado por el ex dirigente de ETA José Miguel Beñarán. Este terrorista, al que se le atribuye su participación material en el asesinato de Carrero Blanco, murió el 21 de diciembre de 1978, por el mismo procedimiento utilizado por el «comando Txikia» para perpetrar el magnicidio: con una potente bomba que hizo saltar por los aires el coche en el que se acababa de introducir. El atentado, que tuvo como escenario la localidad francesa de Anglet, fue atribuido a elementos de la ultraizquierda.
Una de las calles de la localidad guipuzcoana de Elgueta se denomina «Domingo Iturbe», en recuerdo y homenaje al que fue dirigente de ETA, con el alias de «Txomin», durante la primera mitad de la década de los 80, precisamente la más sanguinaria en la sanguinaria historia de la banda terrorista. Fue la etapa en la que la banda introdujo el coche bomba.
Una calle céntrica de Bilbao lleva la denominación de «Santiago Brouard», ex dirigente de HASI, el partido encargado de garantizar la ortodoxia en Herri Batasuna, que fue asesinado por mercenarios en su consulta de pediatría de la capital vizcaína. Asimismo, una calle del municipio de Astigarraga lleva el nombre de «Tomás Alba», concejal de Herri Batasuna en el Ayuntamiento de San Sebastián asesinado el 28 de septiembre de 1979 por ultraderechistas. Una calle de Llodio, población alavesa que casi siempre ha estado bajo el dominio de ETA-Batasuna, se denomina «Eusko Gudarien» (Soldados Vascos). Si se tiene en cuenta que la denominada «izquierda abertzale» considera a los pistoleros de ETA como «gudaris», la sospecha está más que justificada, como en el caso del municipio de Alegría, en la Guipúzcoa profunda, donde una de sus calles toma el nombre de «Txikia», el mismo con el que asignó ETA al «comando» que asesinó al almirante Luis Carrero.
Pero los símbolos etarras también se extienden a determinadas zonas de Navarra. En Echarri-Aranaz, feudo de Batasuna, un monumento recuerda a varios pistoleros de ETA muertos en un enfrentamiento con la Guardia Civil.
— Calle «Telesforo Monzón».
Además, numerosos municipios del País Vasco, entre ellos Bilbao, dedican una de sus calles o plazas a Sabino Arana, cuya doctrina xenófoba, racista y excluyente sirvió después de inspiración a ETA. Hace años, el Ayuntamiento de Bilbao vivió momentos más que tensos cuando se votó denominar a una de sus calles con el nombre de Telesforo Monzón, el ex dirigente, primero del PNV, después de ANV, que arengó a los vascos a declarar la guerra a España y enalteció, hasta el final de su vida, a los «gudaris» de ETA.
ALMANSA Y COMARCA: LA «OTRA» MEMORIA DEMOCRÁTICA
1.- FUERZAS EN AUXILIO DE ALMANSA
Tras la sublevación militar del día 18 de julio de 1936 y la lectura del bando de declaración del estado de guerra por parte del comandante Militar de la provincia, lo más inquietante era el silencio existente en Almansa. ¿Qué sucedió, en realidad, en esta localidad?. Desde Albacete, ese día se llamó en repetidas veces al capitán de la Guardia civil, sin conseguir que respondiese, lo que parecía indicar, y es la hipótesis más favorable, que los milicianos del Frente Popular habían interrumpido las comunicaciones.
Para restablecerlas, para salir de una vez de dudas y para transmitir al capitán la orden de que procediese con toda energía, se envió un destacamento de Guardias de Asalto y de voluntarios al mando del teniente Vergés. El paso de los expedicionarios por los pueblos de la carretera de Madrid-Alicante fue revelador de la transformación que iba operando en las gentes del campo. En Pozo-Cañada se intentó detener a los coches y hubo que sostener un vivo tiroteo. Algo semejante ocurrió en las localidades de Montealegre del Castillo y también en Ontur. A las puertas de Almansa mandó el teniente Vergés que se hiciese alto. Grupos armados que parecían hostiles observaban a la fuerza desde las entradas del pueblo. El teniente envía al Cuartel de la Guardia civil un emisario con una nota para el capitán, en la que le pide que vaya a unírsele. Pero los guardias, encerrados en su Casa-cuartel, se niegan a salir. En esos momentos los milicianos dominan el pueblo. Por otra parte, el pequeño destacamento ha agotado casi todos sus cartuchos en los tiroteos que ha tenido por el camino. Vergés observa en ese momento que por la vía férrea avanza un tren con gente armada dispuesta a cortarle el repliegue. Se da cuenta que no tiene ninguna posibilidad, y su jefe le da órdenes para que se regrese sin pérdida de tiempo a Albacete, a donde llegó, sin novedad, al amanecer del nuevo día.
El alarmante informe del teniente Vergés aumentó la confusión del comandante militar, y otra vez Molina Galeano se brindó a despejar personalmente el grave peligro. Reunió una pequeña columna de guardias y de falangistas y se encaminó a Almansa con ellos. Como sucedió con el Tte. Vergés pocas horas antes, hizo alto en las proximidades del pueblo, algunos de cuyos vecinos no tardaron en confirmarle la situación anómala y peligrosa en que se encontraba la población.
2.- ALMANSA, 18 DE JULIO DE 1936
He aquí cómo se había llegado la situación existente en ese momento:
Almansa, el 18 de julio de 1936 era cabeza del partido judicial del mismo nombre. y la ciudad más industrial de toda la provincia, habiéndose especializado en la confección del calzado. En ese momento estaban operativas dieciséis fábricas que daban trabajo a millares de obreros. La localidad era también un importante centro ferroviario de la línea de Madrid-Alicante y de otra que enlazaba con Valencia, por lo que las gentes del ferrocarril representaban un elevado porcentaje del censo proletario.
El número de habitantes ascendía aproximadamente a 12.000 vecinos, y la población presentaba un agradable aspecto, con calles anchas, rectas, bien cuidadas, jalonadas de cuidados edificios. Daba en general, sensación de poderío y bienestar. En la cima del cerro dominante, que está al noroeste de la población, se conservaba mal que bien el Castillo, que ponía en el paisaje un adorno romántico.
La fuerza predominante de Almansa eran los socialistas y la U.G.T. Había también comunistas, aunque en pequeño número, y burgueses partidarios de Azaña. Los directores y motores de este conglomerado eran: el médico Ricardo Romance, el maestro nacional Alfredo Rey, el jefe de Telégrafos José Conde, el industrial impresor Daniel Sánchez, un ferroviario apellidado Doménech y otros dos obreros, Alcocer y Navidarte, que manejaban y controlaban a los comunistas.
El Ayuntamiento estaba presidido por otro obrero llamado José Hernández de la Asunción, de filiación socialista. Hombre educado, hábil, astuto, respetado y con un gran ascendiente sobre la clase trabajadora.
Las fuerzas de la derecha más considerables, las de Acción Popular, estaban dirigidas por el ingeniero agrónomo Juan Cogollo y los médicos Indalecio Sánchez, Salvador Martínez y el maestro nacional Melchor G. López.
Mandaba la Guardia Civil de la línea el capitán Isaac Martínez Herreros, que, había concentrado cincuenta guardias de los puestos inmediatos. El día 19 de julio, el Capitán salió con esta fuerza a la calle y ocupó sin resistencia el Ayuntamiento. El alcalde, Hernández de la Asunción, fingió someterse, y los obreros no demostraron hostilidad. El Capitán, confiado en exceso, no adoptó medidas militares de precaución que parecían elementales, entre otras, la incautación de telégrafos y teléfonos, debido a ello, los gobernadores de Alicante y Murcia pudieron enterarse rápida y ampliamente de lo que sucedía en la ciudad.
3.- LA GUARDIA CIVIL, DOMINADO EL PUEBLO SE ACUARTELA
Así las cosas, la Guardia Civil abandonó el Ayuntamiento, volviendo a encerrarse en su Cuartel. Los obreros aprovecharon esta coyuntura desde primeras horas del día 20. Nadie entró al trabajo y se agruparon en la calle. El alcalde se reintegra a su despacho, y cuando por la tarde, ante el sesgo que tomaban las cosas, quiso el Capitán apoderarse nuevamente del Ayuntamiento, tuvo que sostener un tiroteo, en el que resultaron heridos el sargento de la Guardia civil Andrés del Rey y el guardia Ramón González Sánchez, así como cinco de los milicianos. Esta acción sangrienta no fue, como parecía o se podía prever, el comienzo de una actuación violenta que inutilizase definitivamente a las fuerzas dominantes del pueblo.
Es muy conocido que el alcalde Hernández de la Asunción, y también los principales agitadores izquierdistas, que continuaban en libertad, no perdieron el tiempo. Y en estas se estaba cuando, para alentarlos en su actitud de resistencia, apareció en aquellos momentos en Almansa un personaje de mucha categoría y campanillas en el campo revolucionario: el diputado de Izquierda Republicana, Vicente Sol, a quien la República había investido con poderes excepcionales en situaciones peligrosas para el régimen, especialmente a raíz de lo sucedido el 10 de agosto de 1932.
4.- DESMORONAMIENTO DEL ALZAMIENTO EN ALMANSA
El diputado Vicente Sol, se hallaba por tierras alicantinas al producirse el alzamiento. Cuando supo que la sublevación había prendido en Albacete y Almansa se apresuró a trasladarse a Villena para tantear en esta zona el estado de ánimo de la fuerza pública. Como en Villena, la Benemérita se mostró dispuesta a obedecer al Gobierno, se desplazó hasta Almansa, con la confianza de poder atraerse también a las fuerzas allí concentradas.
Tuvo muy fácil el ponerse al habla con el alcalde, Hernández de la Asunción, así como con los restantes dirigentes izquierdistas, de esa forma pudo, desde ese mismo momento, erigirse en el organizador de la resistencia local al Alzamiento. Pudo también, debido a su condición de diputado, y sin ninguna dificultad, llegar hasta el propio Cuartel de la Guardia civil y hacer que se le franquease la entrada. El jefe de la fuerza no sólo se prestó a oírle, sino que consintió que los guardias le pudiesen oír también.
Vicente Sol aprovechó la inconcebible tolerancia en un oficial al mando de la Guardia Civil, para sembrar el desconcierto entre los guardias. Sol advirtió a los guardias que el Alzamiento había fracasado y, debido a ello, de persistir en su actitud rebelde, todas las guarniciones de Levante no tardarían en caer sobre ellos. Como el jefe de línea le arguyese que él se limitaba a obedecer las órdenes de su teniente Coronel, Sol le sugirió, con habilidad, que esperase, sin comprometerse más a fondo, a que el horizonte anubarrado se aclarara para poder adoptar una actitud definitiva.
El vacilante Capitán cayó en el lazo que se le tendía y consintió en que sus subordinados abandonasen el Ayuntamiento, replegándose todas las fuerzas a la Casa cuartel, en la que dispuso, además, que se izase la bandera republicana abandonándose la ciudad a los milicianos. Obtenido lo cual, Vicente Sol respiró satisfecho de su éxito. Y pasando de consejero a enemigo, en secreto, ordenó a teléfonos que inmediatamente cortara todas las comunicaciones con el Cuartel de la Guardia Civil de Almansa.
Los obreros, dueños de las calles y en posesión de las armas decomisadas a las gentes de derechas, formaron patrullas y pusieron cerco a los guardias civiles acuartelados. Como armamento, los sitiadores disponían de escopetas de caza y pistolas, y para que no faltase la nota pintoresca, alguno de ellos extrajo de las panoplias de algunos vecinos sables y bayonetas mohosas, que habían sido encontradas procedentes de la célebre Batalla de Almansa.
Los guardias acuartelados no temían a estos vecinos pero la situación comenzó a cambiar cuando de otras zonas comenzaron a llegar fuerzas más serias: quince Guardias Civiles del puesto de Villena, que con su jefe, el teniente Iborra, corrían a enfrentarse con sus compañeros, apoyados por una nube de milicianos de aquella localidad alicantina; una sección de guardias de Asalto de Alcoy y otra de Alicante, conducida esta por el sargento Manuel Lorente, que había ganado sus galones en las refriegas ocurridas 10 de agosto de 1932. Además, arribaron a Almansa bandas de milicianos provenientes de localidades como Sax, Elda y Yecla.
Sin embargo, el diputado, Vicente Sol, confiaba más en la astucia que en las armas. Y acompañado del alcalde Hernández de la Asunción, se encaminó de nuevo al Cuartel para decirle al desorientado Capitán que disponía de miles de hombres armados que podrán aplastarlos a él y a sus guardias en un abrir y cerrar de ojos.
Para evitar una tragedia manifestó Sol, era necesario que el capitán cooperase con el pueblo, y la mejor manera, era que enviase a uno de sus subordinados al encuentro del comandante Molina para hacerle ver la improcedencia de su llegada a Almansa y pedirle que se retirase antes de entrar en el pueblo. Accedió el a todo ello el Capitán ante la evidencia de su mala situación, y uno de los alféreces, acompañado de dos guardias, recibió la orden de ir a cumplimentar el deseo del diputado Vicente Sol.
Para cerciorarse de que todo era cumplido puntualmente, el alcalde Hernández de la Asunción, que se mostraba muy receloso, se ofreció a acompañarle, en unión de otros dos miembros de la Casa del Pueblo. Así, los parlamentarios que se adelantaron al encuentro del comandante Molina fueron seis: el teniente y los dos guardias, el alcalde y sus dos compañeros socialistas.
Una vez que todos estuvieron en presencia del comandante Molina, cuya pequeña columna acababa de hacer alto, el alférez se olvidó del encargo recibido y recobrando su condición de oficial, abrazó a sus hermanos y compañeros de Albacete y les pidió que permaneciesen a su lado. Igual actitud adoptaron los dos guardias. Confuso el alcalde, prorrumpió en amenazas y denuestos, por lo que se procedió a su detención, así como a sus dos acompañantes.
Por los informes que el alférez le facilitó, el comandante Molina comprendió que nada eficaz podía hacer allí. Obstinarse en permanecer más tiempo en aquella boca de lobo, rodeado de enemigos, que aumentaban por momentos y que podían cortarle el repliegue, equivalía a un suicidio. Dió, pues, orden de volverse a Albacete, llevándose al alférez y a los dos guardias, así como al alcalde Hernández de la Asunción y a sus amigos; estos tres últimos en calidad de presos.
5.- ALMANSA EN PODER DEL FRENTE POPULAR
Mientras esto sucedía, la Guardia Civil que seguía encerrada en su cuartel a la expectativa de los acontecimientos, finalmente acabó por entregarse a las fuerzas que los sitiaban.
Las cosas se desarrollaron del modo siguiente: Poco después de la retirada de la columna del comandante Molina, apareció en las proximidades de la ciudad un pequeño contingente de soldados de Infantería, que mandaba el comandante de Estado Mayor, Sintes Pellicer. Dicho comandante se había ofrecido a acaudillar aquella expedición con el propósito de pasarse a los sublevados. Pero como viera el pueblo dominado por los obreros, los guardias de Asalto y los guardias civiles de Villena, mandó hacer alto en las proximidades, negándose a entrar.
Enterado Vicente Sol, salió al encuentro del comandante, que mostró extrañeza por sus vacilaciones. Entablaron un violento diálogo, y al fin Sintes Pellicer accedió a internarse en el pueblo. Como la Guardia Civil seguía en la Casa cuartel, fue el propio comandante quien se encargó de convencer al capitán Martín Herrero. Para decidirle, empleó argumentos parecidos a los del comandante Berdonces con los guardias civiles de Hellín.
Les dijo que lo interesante era ganar tiempo para poder esperar la ocasión propicia de manifestar sus verdaderos sentimientos. Convencido por estas razones el jefe de la Benemérita, abrió las puertas de la Casa cuartel y se entregó. En ese momento, ya no quedó en Almansa ningún reducto en pie de las fuerzas sublevadas.
Vicente Sol sugirió entonces a Sintes Pellicer que siguiese hacia Chinchilla, donde se debía de organizar el ataque contra Albacete. A esta exigencia se negó en redondo el comandante de Estado Mayor diciendo: “Ya he hecho bastante, y aun de sobra —replicó malhumorado—. Y no estoy dispuesto a dar un paso más. Yo no dispararé un tiro contra mis compañeros”.
Era evidente que aquella era una declaración de rebeldía que ponía en peligro todo lo hasta entonces logrado. Astutamente, el diputado, para evitar un choque violento, apeló a las soluciones intermedias: “Comprendo sus escrúpulos —le dijo al comandante—, lo mejor será que usted deje el mando de la fuerza. Vuélvase a Alicante conduciendo a los guardias que se han entregado fiados en usted. Así no tendrá que disparar tiros contra nadie”.
Vicente Sol, inmediatamente, habló por teléfono con Alicante y pidió que se le enviasen fuerzas más seguras. Aquella misma noche se organizó en el puerto levantino una columna de Carabineros, compuesta por la primera y tercera compañías de aquella Comandancia, que sumaban en total doscientos ochenta fusiles; las mandaban tres capitanes, siete tenientes y diecisiete brigadas, a su frente se puso el comandante Gillis, que llevaba de ayudante al teniente Emeterio Jarillo, trescientos milicianos alicantinos acompañaban a los carabineros en estexpedición. Cuando estas fuerzas llegaron a Almansa, el comandante Gillis se hizo cargo del mando de todas las fuerzas allí reunidas, y Sintes Pellicer regresó a Alicante en unión de los guardias civiles rendidos.
6.- LOS PRIMEROS CRIMENES EN ALMANSA
Una animación, que no era la de los días festivos y que tenía más de inquietante que de confortadora, agitaba la soleada mañana del día 24 de julio las calles de la ciudad de Almansa.
Aunque era viernes no feriado, debían de estar cerradas las fábricas a juzgar por el número de obreros ociosos que paseaban perezosamente o discutían formando grandes grupos. Y mezclados con ellos, era de notar la presencia de muchos hombres armados, algunos de uniforme, carabineros, guardias de Asalto, tal cual soldado, pero la mayoría de paisano, con pantalón de dril o pana y alpargatas, y el torso sin más que una camisa o una camiseta, sobre las que se cruzaba un correaje con cartucheras y pistolas.
Se hace el examen de la situación con gestos y a gritos. “Yo os digo —asegura un guardia de Asalto— que esta noche o mañana lo más tarde se entra en Albacete. He visto en Chinchilla muchos miles de hombres con artillería que se dirigían hacia allá. Todos ellos pasaron por aquí y muchos más de Murcia, que bajaron desde Hellín anoche”.
En ese momento, sorpresivamente, como un eco a estas palabras, sonaron de pronto unos disparos. Después un confuso vocerío en la plaza del pueblo junto al Ayuntamiento; se desata el pánico entre la gente que huye. Las discusiones cesan, se quedan vacíos los bares y cafés, que estaban colmados, y todos corren, movidos unos por la curiosidad y otros por el miedo.
En la plaza, frente al Ayuntamiento, había ya formado un corro de vecinos curiosos en torno a dos cadáveres, uno con un disparo con la cabeza reventada, otro con el pecho atravesado, ambos sangrantes, tendidos en el arroyo que cruza la plaza. La gente comenta riendo:
—¡Les han dado bien!
— ¡Así se debía hacer con todos!
Los autores de este doble asesinato, no han huido, y se encuentran en el corro, explicando con énfasis su hazaña a los que los rodean:
“Estos dos eran de Caudete, como nosotros –dicen-. Pensad si los conoceríamos bien. Se llaman Miguel Díaz Pérez y Manuel Martí García. Dos sacristanes de los de Gil Robles. Desde hace mucho que los teníamos sentenciados. Hace dos días que estamos dando caza en Caudete a toda la clerigalla. No somos como aquí –se chulean- que parece que se les tiene miedo. Cuando anoche fuimos a casa de éstos, se tiraron por las ventanas y huyeron al monte. Pero nuestro alcalde, que sabe lo que se pesca, nos llamó y nos dijo: “Vosotros, que sois buenos perdigueros, daos una vuelta por Almansa, por si acaso han caído por allí esos pájaros”. ¡Ni que lo hubiera olido! –cuentan-. No hacemos más que llegar al pueblo y las dos zorras que pasan por delante, tan tranquilos como si no tuvieran nada que temer. Yo le dije a éste: “¡Apúntales bien, que no se escapen!”. Disparamos, y cayeron. Dos menos”.
Se celebró con mucho alborozo la explicación y se felicitó efusivamente a los dos pistoleros. La mayoría de los balcones y ventanas aparecían cerradas en las fachadas mudas. Sobre la animación artificiosa y violenta de la calle, la población pacífica se recogió en la intimidad, como si presintiera la inminencia de un drama.
Esta sangre de la mañana del 24 de julio fue la primera que se vertió en Almansa, a parte de la de los heridos de la escaramuza entre la Guardia civil y los obreros al proclamarse el estado de guerra. Es la primera que se vierte y a todos los inquietó como un desagradable presagio.
Hasta este momento no habían ocurrido en Almansa desmanes mayores. La tropa forastera, adueñada del pueblo, se había limitado a celebrar el triunfo con copiosas borracheras y con el canto a grito pelado de los himnos revolucionarios. Luego, la mayoría de sus componentes salieron del pueblo hacia Chinchilla con la ilusión de entrar en Albacete, donde les esperaban nuevos festines, la admiración populachera que les reclamaban como héroes y libertadores. Por todo esto no les quedó tiempo de hacer comprender al vecindario, y sobre todo a los burgueses empavorecidos, que ellos, los voluntarios de Alicante, se hallaban en Almansa por derecho de conquista y podían disponer de todo.
7.- ASALTO Y DESTRUCCION DEL TEMPLO DE LA ASUNCION
En esos días, en Almansa se seguían diciendo las misas como si no hubiese sucedido nada, como si aquello fuese otro 14 de abril vocinglero e incruento. Esa misma mañana la había habido en la parroquia consagrada a la Asunción, en que se guardaban valiosas obras de arte, y en la iglesia de San Roque, así como en las Agustinas, en el Asilo de los Pobres y en las monjas de la Enseñanza (blancas), que eran los edificios religiosos del pueblo.
Se habían dicho misas a pesar de que, rendida la Guardia Civil y trasladada inmediatamente a Valencia, Almansa había quedado en manos, del Ayuntamiento, de la Casa del Pueblo, de los carabineros, guardias de Asalto de Alicante, obreros armados y milicianos de los contornos. Pero toda esa barahúnda de gente, hasta entonces adormilada, habían olfateado la sangre e iba a ser muy difícil contenerla. Se adivinaba una amenaza impalpable, que sembró el miedo en la ciudad. ¿Qué se preparaba? Nadie lo sabía; pero se barruntaban peligros y desgracias.
Por las calles paseaban únicamente hombres armados. En la Casa del Pueblo y en el Ayuntamiento, los componentes del Frente Popular celebraban reuniones. Se hablaba de hacer un escarmiento en la derecha envalentonada, de llevar a cabo algo que dejase memoria, pero sin concretar nada.
Llegada la madrugada —la madrugada del día de Santiago— empezaron a congregarse grupos sospechosos frente a la parroquia de la Asunción. De los grupos brotaron gritos de odio y una lluvia de piedras cayó sobre la puerta, que a poco fue forzada, lanzándose al interior del templo un embravecido tropel. Entre las imágenes que en la parroquia se conservaban había dos Cristos de marfil, de talla muy cuidada y una Virgen muy antigua, de un gran mérito artístico. También se guardaban numerosos paños de altar de gran riqueza. Todo sufrió la profanación de la horda incontrolada. No obstante, ocurrió un hecho que pasado el tiempo se ha calificado de prodigioso, y que da prueba hasta qué punto el sentimiento religioso está arraigado en nuestro pueblo, aun en las capas sociales que, criminalmente sugestionadas, asumen la representación de la irreligiosidad.
8.- LA VIRGEN DE BELEN ES TRASLADADA POR LOS MILICIANOS AL AYUNTAMIENTO
Uno de los allanadores encendió las luces de un altar y apareció ante el tropel sacrílego la Virgen de Belén, reverenciada y querida desde tiempo inmemorial por el pueblo de Almansa. Era una imagen que databa del siglo XIII y ante la cual habían rezado generaciones enteras. Los profanadores recordaron sin duda que ellos también habían implorado de niños a aquella Virgen, llevados de la mano por sus madres. Y al verla ahora resplandeciente en el altar, sintieron un extraño pavor. Su furia atea y vandálica se apaciguó como por ensalmo. Nadie se atrevía a avanzar un paso. El miedo los mantenía clavados en el suelo. Hasta que al fin del tropel informe se elevó una voz:
¡Camaradas, esta Virgen es del pueblo!. ¡Nos la habían quitado los curas y ahora debemos recobrarla!. ¡Que nadie la toque o le haga daño!. Llevémosla al Ayuntamiento.
¡Al Ayuntamiento!¡Al Ayuntamiento!. –gritaban-
Sorprendentemente sucedió el hecho más extraño que registran los anales de las revoluciones y de las persecuciones religiosas. Los iconoclastas, los profanadores de imágenes, los que no creían en nada ni en nadie, los allanadores e incendiarios de templos, sacaron a la imagen de la Virgen de Belén de su altar para llevarla procesionalmente hasta el Ayuntamiento, entre un flamear de banderas rojas y una letanía de estribillos revolucionarios.
En ese instante, el asalto de la parroquia de la Asunción es la señal que los asesinos esperaban para desencadenar la persecución. Instantáneamente, sin más, el párroco, Esteban Cuenca Navarro, y sus coadjutores, Jesús Díaz Ruano y Joaquín López, y el capellán de las Agustinas, Antonio Cuenca Trinchant, son encarcelados, lo mismo que los directivos almanseños de Acción Popular, Renovación Española, Falange y otras personas acusadas de fascistas.
9.- COMIENZAN LOS ASESINATOS EN ALMANSA
Pero de momento no se comete ningún asesinato. Al correrse la voz, sin duda, muchos vecinos de los pueblos próximos y aún de las provincias inmediatas afluyen a Almansa en busca de asilo, porque en el campo se hace la situación insostenible se está dando caza a los sacerdotes y a las gentes pacíficas lo mismo que a fieras. Estos infortunados que llegan huyendo son los que encabezan el martirologio de Almansa en los primeros días del mes de agosto. Cuatro vecinos de Fuente la Higuera, Antonio Daniel Marín, Luis Pastor Saiz, Plácido Gimeno Aznar y Francisco Domenech Gramage, son detenidos y muertos bárbaramente a tiros el ocho de agosto. Nueve días después, el 17, les toca el turno a Silverio Martínez Fernández, Urbano Ramón Morcillo y Juan Ramón Jiménez Quina, los tres de Montealegre. Y el 20, Andrés Ruiz Onrubia, del pueblo de Ayora.
Faltaba, sin embargo, el golpe sanguinario y teatral: el asesinato en masa de las figuras más destacadas de la localidad, de los vecinos más influyentes o prestigiosos, sacados de la cárcel como un rebaño de ovejas y fusilados en montón; en un definitivo golpe encaminado a consternar a la gente pacífica y a destruir su capacidad de resistencia; el asesinato rojo por antonomasia. Y esto ocurrió el 23 de agosto.
Esa noche, milicianos del Frente Popular asaltan violentamente la cárcel, tras comprobar cuidadosamente la lista de las víctimas, se las va buscando celda por celda. Los condenados son: Juan Cogollos Cañamero, ingeniero agrónomo, presidente de Acción Popular; el maestro nacional Melchor García López, también miembro destacado de Acción Popular; Juan y Salvador Martínez Caballero, médicos; el notario Leopoldo Hinojosa; el industrial pescadero José Ramos Ruiz; el estudiante y falangista Iván López García; Andrés Mateo Iñiguez, el guardia civil retirado José Arquero del Rey, Juan María Rey, Juan Piqueras Zárraga, Celedonio Manuel Sanz, estudiante y falangista; Juan Robledo Ruiz, pescadero; Ricardo Aranzabe Navarro, falangista; Juan Hinojosa, Emilio Albor Alcaraz, que había llegado huyendo de Alicante, y el religioso franciscano padre Benjamín, de la residencia de Benisa (Alicante), que se hallaba en Almansa accidentalmente y que tras ser denunciado, había sido detenido en una finca de los alrededores en el momento en que se disponía a decir una misa por encargo de su dueño.
Hubo un episodio que superó a los demás del terrible suceso en patetismo. El ex guardia civil Arquero no se resignó a morir sin vender cara su vida. Cuando el camión que los llevaba al lugar del fusilamiento se hallaba en camino, se abalanzó sobre los milicianos que lo escoltaban y luchó con ellos desesperadamente a puñetazos y mordiscos. En la confusión que se produjo, cuatro o cinco de los condenados lograron escapar y corrieron a campo traviesa. Pero se les dio alcance al cabo de algún tiempo y se los remató cruelmente disparándoles a la cabeza (iban heridos) en los términos municipales de La Encina y Montealegre. Otra de las víctimas de este día fue un agente motorista, que también había intentado escaparse. En total fueron dieciocho los asesinados.
Otra matanza espeluznante es la que sucedió el día 27. Las víctimas procedían del vecino pueblo de Caudete, y entre ellas figuraban siete mujeres. La ferocidad que supuso esa masacre de mujeres produjo una impresión profunda y abrió un abismo infranqueable entre los asesinos que lo llevaron a cabo y las gentes de condición humilde, cualesquiera que fuesen sus ideas. Muchos que hasta este día se habían inclinado hacia el izquierdismo se apartaron aterrados. Visto el ambiente, en adelante en Almansa sólo había dos partidos: el de las hienas asesinas y el de los seres víctimas del terror.
Al día siguiente se fusila a Francisco Sánchez Díaz y a Guillermo Juan Rey; y el cinco y el ocho de septiembre a Tomás Soriano, vecino de Yecla; al coadjutor de la parroquia, Mariano Jimeno Vila, a Hilario Gómez Juan, a Vicente Gramage Biosca, a José Albertos Villa y a Nicolás Angel Biosca, vecinos los últimos de Fuente la Higuera.
*** En cuanto a la persecución religiosa en Almansa propiamente dicha, la misma se caracterizó por su dureza y crueldad. En los primeros momentos fueron muchos los vecinos de los pueblos y de las provincias limítrofes que afluyeron a Almansa en busca de refugio; entre ellos se encontraban algunos sacerdotes, religiosos y seglares que son los primeros en ser asesinados. Es el caso del religioso agustino don Daniel Delgado García, que huyendo de la residencia de Caudete donde se encuentra su comunidad, circunstancialmente, es asesinado por unos milicianos en el término municipal de Almansa, el 23 de julio de 1936; o el del padre Franciscano, Benjamín Reig Moltó que buscó asilo en una finca de los alrededores de Almansa, y que es asesinado el 22 de agosto de 1936; o el coadjutor de Fuente la Higuera, que es trasladado a este término, donde es asesinado el 18 de septiembre, junto al coadjutor de Tabernes de Valdigna, que ha buscado refugio en su pueblo de Fuente la Higuera; o el párroco de Caudete, Miguel Sánchez Díaz, que detenido en esta localidad, es trasladado por sus paisanos, y asesinado en el término de Almansa, el 10 de noviembre de 1936; o los sacristanes de Caudete, Miguel Díaz Pérez y Manuel Martí García asesinados el día 24 por dos pistoleros.
El día seis de octubre se saca de la cárcel del pueblo a seis presos y se les asesina; dos son sacerdotes, se trata del coadjutor de la parroquia y hermano Mayor del Santuario de Nuestra Señora de Belén, Joaquín López López, y del capellán del Convento de madres Agustinas, Antonio Cuenca Trinchan.
Los templos y conventos de esta demarcación no fueron destruidos, pero sí la totalidad de altares, retablos y pulpitos de la Iglesia parroquial de la Asunción, del Santuario de la Virgen de Belén (Casa del Ángel), la parroquia de San Roque, San Francisco, Iglesia de las madres Agustinas, casa y capilla de las Esclavas de María, Ermita de San Blas, de San Antonio Abad, capilla del Asilo de Ancianos y Santuario de Nuestra Señora de Belén.
Los edificios anteriormente citados fueron profanados. Destruidas todas las imágenes, ornamentos y objetos de culto, que después se quemaron. No se dejó más que las paredes y la techumbre de la Iglesia parroquial, Rectoría de San Roque, iglesias de los conventos de Franciscanos y Agustinas y diferentes Oratorios enclavados en el campo, en todos los cuales sacaron fuera todo para quemarlo o destruirlo, destacando la imagen de Nuestra Patrona la Virgen de Belén.
La parroquia y los edificios religiosos fueron destinados a diversos usos, y cuando aparecen los primeros contingentes de las Brigadas Internacionales establecieron en la parroquia un depósito de cañones y en la iglesia de los Franciscanos un garaje. La capilla de las Agustinas se utilizó como cuartel. Es entonces cuando los templos quedaron devastados y se destruyeron sus retablos e imágenes y desaparecieron las joyas más preciadas.
Es también cuando se destruyó la venerada efigie de la Virgen de Belén, salvada en los primeros días de la Guerra. Desde el Ayuntamiento fue llevada nuevamente a su altar al cabo de algún tiempo, y un día del mes de septiembre fue arrojada a una enorme hoguera en la plaza que daba acceso al templo.
Además de la imagen de la Virgen de Belén del templo parroquial, se destruyó el coro emplazado detrás del Altar Mayor, de rica sillería de nogal; el retablo de San Idelfonso (siglo XVI) de estilo renacentista; el de la Virgen del Rosario del siglo XVII; la Inmaculada del siglo XV; un Cristo de marfil, una Dolorosa de Salzillo, un S. Rafael de Roque López, un lienzo de Murillo; las puertas de la sacristía talladas del siglo XVII; un magnífico órgano y numerosísimos objetos y documentos de gran interés histórico.
— MONJAS AGUSTINAS.- En tiempos de la II República, este convento perdió su secular tranquilidad, siendo hostigado en varias ocasiones. En mayo de 1931 el alcalde impidió un incendio, pero el 17 de marzo de 1936 se produjo un motín en la población, dedicándose varios vecinos a la quema del convento, causando enormes desperfectos, especialmente en el interior del mismo donde desapareció la Corona de la Virgen de Belén.
Durante la Guerra, la Iglesia no fue quemada pero en julio del mismo año fue ocupada por un grupo de Fortificaciones, después por las Brigadas Internacionales, estando al frente de los mismos el capitán Etienne. Retablos, imágenes, todo el ajuar religioso fue destruido o quemado. Dos cuadros de Ribera, el manto bordado en oro de Ntra. Sra. de la Consolidación, desaparecidos. El panteón de las religiosas fue profanado sacando los restos a la calle. Los cadáveres incorruptos de dos religiosas fueron expuestos al público con sendos fusiles, y las moradoras fueron burlonamente insultadas al abandonar el convento.
— ESCLAVAS DE MARIA.- Durante la II República, las hermanas siguieron dando clases nocturnas a un buen número de chicas obreras, de lectura, escritura, cuentas, enseñándoles también a coser, bordar, corte y confección. Cuando la comunidad fue amenazada, José Rodríguez Ruano, primer alcalde republicano, estuvo
presto a ayudarlas, recogiéndolas en su casa de la Rambla. Cuando se inicia la Guerra, de nuevo el alcalde les presta ayuda hasta que salieron del pueblo. La comunidad estaba formada por la Madre Adela Castelló y las hermanas Anunciata Fernández, Mercedes Ruiz (que tenía a su familia en el Alcázar de Toledo, pues su padre era Guardia Civil), Rosalía, Concepción y Antonia Sancho. Se les aconsejó, una vez iniciada la Guerra, que abandonasen el pueblo. En un principio pensaron dirigirse a la Casa Central en Valencia, pero al ser esta incautada por la República buscaron refugio particular entre sus familias.
— HERMANITAS DE LOS ANCIANOS DESAMPARADOS.- De cuanto aconteció al Asilo y a las hermanitas durante la Guerra nos dan cumplida información la superiora provincial, sor Josefa de Jesús Dopesa, y la secretaría provincial, sor María de la Santa Catalina Ayelo, en un acta donde recogen el testimonio de las hermanitas residentes en este establecimiento durante este tiempo, en estos términos: “las hermanitas continuaron en la Casa al cuidado de los ancianos, como en tiempos normales. El Ayuntamiento las proveía de todo lo necesario materialmente, y en este sentido nada tuvieron que sufrir, aunque si moral y espiritualmente, pues tuvieron que presenciar sin poder protestar, como el veinticinco de julio, del mismo año, sacaban de la capilla las imágenes de la Santísima Virgen de los Desamparados, San José, Santa Marta, San Antonio, Santa Teresa de Jesús, el confesionario y Vía Crucis para llevarlos a quemar, juntamente con varios cuadros religiosos que había en la casa”.
En noviembre de 1938, Asistencia Social se incautó de la Casa, evacuando a los ancianos que no estaban enfermos y fueron conducidos unos al Hospital y otros con sus familiares, instalando en la Casa a los refugiados que quedaron al cuidado de las hermanitas.
La comunidad estuvo sin recibir Sacramentos hasta el doce de octubre de 1938, festividad de la Santísima Virgen del Pilar, en que se celebró por primera vez la santa Misa en el Asilo por un Sacerdote que pertenecía al Comité Comunista, ocultando su carácter sacerdotal. Este, venía al Asilo a pagar la subvención del Ayuntamiento y con este motivo se dio a conocer a la comunidad.
Desde entonces, confesaban las hermanitas cada semana, oían la Santa Misa todos los domingos y días festivos, comulgaban a diario y tenían pláticas que este sacerdote les daba con frecuencia, aunque siempre por la noche y con mucho sigilo de modo que ni los mismos evacuados tenían noticia de esto.
Terminada la guerra, en marzo de 1939, fueron colocados en la Capilla la Santísima Virgen de los Desamparados, y los Santos Protectores que las hermanitas tenían ocultos del Hospital suprimido poco antes de empezar la contienda. Como la parroquia estaba toda destrozada, se estuvieron celebrando los cultos parroquiales en esta Capilla en los primeros meses después de la Guerra.
10.- LAS BRIGADAS INTERNACIONALES EN ALMANSA
Mientras el caos y la anarquía se adueñaban de los destinos del pueblo, la vida de Almansa se fue transformando profundamente. La parroquia y los edificios religiosos fueron destinados a diversos usos profanos, y cuando aparecieron los primeros contingentes de las Brigadas Internacionales e hicieron de la población una de sus bases, establecieron en la parroquia de la Asunción un depósito de cañones y en la iglesia de los Franciscanos, cuya residencia se hallaba abandonada desde 1931, un garaje.
La capilla de las Agustinas se utilizó como cuartel. Al frente de estos aventureros figuró el capitán Etienne, hijo de un general francés del mismo apellido. Fue entonces, bajo la terrorífica influencia de los brigadistas, cuando los templos almanseños quedaron absolutamente arrasados, se deshicieron sus retablos e imágenes y desaparecieron todas sus joyas más preciadas. Es también cuando se destruyó la venerada imagen de la Virgen de Belén, salvada en los primeros días de la revolución del modo que se ha contado anteriormente.
Desde el Ayuntamiento, donde había sido depositada, se la volvió a su altar al cabo de algún tiempo, y un día del mes de septiembre entre el desprecio más absoluto de los milicianos y el horror contenido de los creyentes almanseños, brigadistas y milicianos del Frente Popular la arrojaron a una gigantesca hoguera que ardió durante horas en la plaza que daba acceso al templo parroquial.
Nuevas escenas de sangre horrorizaron a la población el seis de octubre. Ese día se sacó de la cárcel a seis de los presos y se los asesinó por el procedimiento acostumbrado. Dos son sacerdotes: el coadjutor de la parroquia, Joaquín López, de treinta y cuatro años, y el capellán del Asilo, Antonio Cuenca Trinchant, de cincuenta y dos. Joaquín López, en la misma puerta de la prisión, interpelado por un miliciano a que abjure porque le va en ello la vida, valientemente prorrumpe en vivas a Cristo Rey y el miliciano, sin decir palabra, a boca de jarro, le descerraja un tiro en la boca.
—¡Para que te calles! —le dice el asesino pegándole una patada en la cabeza.
El lugar donde se desarrolló este drama es la actual plaza de San Agustín. En uno de sus frentes se alzaban la iglesia y el monasterio de las Agustinas; en el otro, la cárcel. En el centro, el murmullo del agua de una fuente. Por encima de los tejados y en un segundo término un trozo de paisaje de leyenda: un cerro rojizo y dramático, sin vegetación, coronado de pedruscos enormes y entre ellos el Castillo de Almansa, que conservaba intactos muchos de sus cubos de piedra y lienzos de muralla.
A favor de la confusión que produce el martirio del Joaquín López, el otro sacerdote, Antonio Cuenca, logra escapar y llega hasta su casa distante unos sesenta metros, en cuyo portal le dan alcance los milicianos y cobardemente y por la espalda y en la nuca le acribillan a balazos.
Las otras víctimas de ese día son: Fernando Cuenca Clemente, empleado; Manuel Real López, ex alcalde y propietario; Francisco Alvarez Lillo, transportista, y el funcionario jubilado de ferrocarriles Pedro Cuevas Gutiérrez, natural de Santander. En otras fechas se asesina a Francisco Palomo Baza, natural de Yecla; a José Sánchez Ochoa, de Sax; a Julián Martínez López, al párroco de Caudete, Miguel Díaz Sánchez, y al abogado Enrique Gascón Massó. Cuando se va a buscar a su casa a este último, su esposa, Remedios Sánchez López, se interpone entre él y los verdugos:
—“Yo iré con él —exclama—. Si le matáis, me mataréis también a mí”.
Se la llevan y de un tiro en la cabeza la asesinan al lado de su esposo.
Fuera de la ciudad perecen también algunos de los más destacados vecinos de Almansa. Tal ocurre al propietario Cosme de Teresa Beltrán y a sus hijos Cosme, Joaquín y Antonio de Teresa Rovira. También acaban con la vida del chófer Sr. Sirera. Esta familia se hallaba en Barcelona y allá fueron a buscarlos milicianos de Almansa, que les dieron muerte.
11. LISTADO COMPLETO DE LAS PERSONAS ASESINADAS POR EL FRENTE POPULAR EN EL ÁMBITO DEL TÉRMINO MUNICIPAL DE ALMANSA DURANTE EL TRIENIO 1936-1939
Tomo 51.
Nº 2. Fol. 2 v. Día 15 de enero de 1934. Se inscribe en este Registro Civil la defunción de un individuo desconocido, de unos 30 años que falleció en la estación férrea de las Casas del Campillo ayer a las 7,30 horas de traumatismo. Sumario 3/1934.
Nº 165. Fol. 83. Día 24 de julio de 1936. Inscriben la defunción de Miguel Díez Pérez (a) Pedregales, natural de Caudete de 26 años, jornalero, soltero. Falleció a consecuencia de disparo de arma de fuego a las 6,30 en la c/ Tomas Meabe (San Antonio). Sumario 72/ 1936.
Nº 166. Fol. 83 v. Día 24 de julio de 1936. Inscriben la defunción de Manuel Martí García, natural de Caudete, empleado, soltero, de 25 años. Falleció a consecuencia de disparo de arma de fuego en la c/ Tomas Meabe a las 6,30. Sumario 72/1936. (El anterior y éste fueron perseguidos desde Caudete y abatidos a tiros justo en la puerta de la que hace unos años era la churrería de la calle de san Antonio).
Nº 181. Fol. 91. Día 10 de agosto de 1936. Inscribe la defunción de un hombre desconocido (resultó ser Antonio Domenech Muñoz, de 44 años), natural de Caudete, electricista, falleció a consecuencia de disparo de arma de fuego en las inmediaciones de la labor del Campillo el día 8 del actual en la madrugada, siendo después quemado el cadáver. Causa nº 81/1936.
Nº 182. Fol. 91 v. Día 10 de agosto de 1936. Inscriben la defunción de un hombre desconocido (resultó llamarse Luis Pastor Sanz, de 26 años, soltero, abogado, natural de Fuente de la Higuera, hijo de Josefa Sanz Bordera, Almansa 4 de agosto de 1939) falleció a consecuencia de disparo de arma de fuego en las inmediaciones de la labor del Campillo el día ocho del actual en la madrugada, siendo después quemado el cadáver.
Nº. 183. Fol. 92. Día 10 de agosto de 1936. Inscriben la defunción de un hombre desconocido (se llamaba Plácido Jimeno Arnao de 44 años, oficial de Correos, natural de Fuente de La Higuera. En Almansa cuatro de agosto de 1939, Año de la Victoria, “se incorporara la laudable frase siguiente: “Muerto gloriosamente por Dios y por España”), falleció a consecuencia de disparo de arma de fuego en las inmediaciones de la labor del Campillo el día 8 del actual a las 6,30 horas de la madrugada, siendo después quemado su cadáver. Sumario 81/1936.
Nº 184. Fol. Fol. 92 v. Día 10 de agosto de 1936. Inscriben por defunción a un hombre desconocido (se llamaba Francisco Domenech Gramaje, de 43 años, comerciante, natural de Fuente de La Higuera. Almansa cuatro de agosto de 1936), cuyo cadáver fue hallado en las inmediaciones de la labor del Campillo el día ocho de madrugada y falleció por disparo de arma de fuego y después su cadáver fue quemado. Sumario 81/ 36. Queda incorporada al acta la laudable frase siguiente: Muerto gloriosamente por Dios y por España, Almansa 20 de mayo de 1944.
Nº. 185. Fol. 93. Día 10 de agosto de 1936. Inscriben la defunción de Silverio Martínez Hernández, de 58 años, casado, juez municipal interino, natural de Montealegre que fue hallado muerto en el Km 13, Hect. 2 de la carretera Almansa-Albatana en la madrugada del día 9. Su muerte ocurrió hace unos cuatro días a consecuencia de disparos de armas de fuego.
Nº 189. Fol. 95. Día 17 de agosto de 1936. Inscriben la defunción de Urbano Ramón Pascual Morcillo Sánchez, de 56 años, natural de Montealegre, casado, cuyo cadáver fue hallado el día ocho del actual en el Km 12 de la carretera Almansa-Montealegre. Muerto hace unos cuatro días por disparos de armas de fuego.
Nº 190. Fol. 95 v. Día 17 de agosto de 1936. Inscriben la defunción de Juan Ramos Jiménez Pina de 37 años, natural de Montealegre, soltero, cuyo cadáver fue hallado el día 8 del actual en el Km 12 de la carretera Almansa-Montealegre. Muerto hacía unos cuatro días por disparos de arma de fuego.
Nº 191. Fol. 96. Día 20 de agosto de 1936. Inscriben la defunción de Andrés Ruiz Honrubia, de 50 años, casado, propietario, natural de Ayora, cuyo cadáver fue hallado en el Km 5, hect. 3 de la carretera Ayora-Cofrentes de este término municipal habiendo sido la muerte a las 3 horas y media por disparos de arma de fuego.
Nº 193. Fol. 97. Día 22 de agosto 1936. Inscriben la defunción de José Romero Ruiz, de 44 años, natural de Montealegre, industrial, casado, que falleció en la carretera Almansa-Albatana el día de hoy a primeras horas de la madrugada por disparos de arma de fuego. Sumario 88/ 1936.
Nº 194. Fol. 97 v. Día de 22 de agosto de 1936. Inscriben a Iván López García, de 17 años, natural de Almansa, estudiante, soltero, que falleció en la carretera Ocaña-Alicante a primeras horas de la madrugada del día de hoy a consecuencia de disparos de arma de fuego. Sumario nº 88/1936.
Nº 195. Fol. 98. Día 22 de agosto de 1936. Inscriben a Leopoldo Hinojos Rodríguez, de 49 años, natural de Cedillos (Toledo), domiciliado c/ Virgen de Belén de Almansa, notario, viudo, que falleció en la carretera Ocaña-Alicante el día de hoy a primeras horas de la madrugada a consecuencia de disparos de arma de fuego.
Nº 196. Fol. 98 v. Día 22 de agosto de 1936. Inscriben a Juan Cogollos Carrasquer, natural de Carcagente, de 70 años, ingeniero jubilado, casado, que falleció en la carretera Ocaña- Alicante en el día de hoy a primeras horas de la madrugada por disparos de arma de fuego. Sumario 88/36.
Nº 197. Fol. 99. Día 22 de agosto de 1936. Inscriben a Andrés Matea Iñiguez, natural de Almansa, escribiente, soltero, que falleció en la carretera Ocaña-Alicante en el día de hoy a primeras horas de la madrugada a consecuencia de disparos de arma de fuego. Sumario 88/36.
Nº 198. Fol. 99 v. Día 22 de agosto de 1936. Inscriben a José Arnedo del Rey, de 66 años, natural de Alpera, que falleció en la carretera Ocaña-Alicante el día de hoy a primeras horas de la madrugada por disparos de armas de fuego. Sumario 88/36.
Nº 199. Fol. 100. Día 22 de agosto de 1936. Inscriben a Juan Martínez Caballero, natural de Almansa, de 51 años, casado, propietario, que falleció en la carretera Ocaña-Alicante en el día de hoy a primeras horas de la madrugada a consecuencia de disparos de armas de fuego. Sumario 88/36.
Nº 200. Fol. 100 v. Día 22 de agosto de 1936. Inscriben a Juan María Reig, de 50 años, natural de Valencia, sacerdote, soltero, que falleció en la carretera Ocaña-Alicante en el día de hoy a primeras horas de la madrugada a consecuencia de disparos de armas de fuego. Sumario 88/ 36. Tomo 54. (del 22-8-1936 al 12-2.1937).
Nº 1, fol. 1. Inscriben a Salvador Martínez Caballero de 37 años, médico, que falleció en la carretera de Ocaña-Alicante y morador en la c/ García Hernández nº 3 a primeras horas de la madrugada a consecuencia de disparos de armas de fuego según resulta de orden de la superioridad. Habiendo presenciado como testigos (el levantamiento del cadáver) Juan Sánchez Villaescusa y Manuel Calero Tárraga. Sumario 88/ 1936. Se levantó acta a las 17, 30 del 22 de agosto por el juez suplente Diego Romero de Ves y Pascual Sempere García, secretario interino.
Nº 2, fol, 1 v. En Almansa a las 17,30 horas del 22 de agosto de 1936, siendo juez Diego Romero de Ves y secretario Pascual Sempere, inscriben la defunción de Manuel Sanz Jiménez de 25 años, natural de Fuente de la Higuera (hijo de D. Celedonio Sanz Bordera) domiciliado en la c/ Pi y Margall nº 26, estudiante, soltero, que falleció en el paraje denominado Pantano a primeras horas de la madrugada a consecuencia de disparos de armas de fuego. Sumario 88/1936. Testigos Manuel Calero Tárraga y Jaime Parra Villa.
Nº 3, fol. 2. En Almansa a las 17,30 horas del 22 de agosto de 1936 se inscribe la defunción de Juan Piqueras Tárraga, de 26 años, domiciliado en Fuenteálamo c/ Tesifonte Gallego nº 64, comerciante, soltero, que falleció en la carretera Ocaña-Alicante a primeras horas de la madrugada a consecuencia de heridas de disparos de armas de fuego, según resulta de la Orden de la Superioridad. Sumario 88/ 1936.
Nº 4, fol. 2 v. En Almansa a las 17,30 horas del día 22 de agosto de 1936 se inscribe la defunción de Emilio Albir Alcaraz, de 19 años, domiciliado en Fuenteálamo c/ Tesifonte Gallego, bracero, que falleció en la carretera Ocaña-Alicante a primeras horas de la madrugada a consecuencia de heridas de disparos de armas de fuego. Sumario 88/1936. Se ignoran más antecedentes del cadáver hallado (Por no querer dejar solo al anterior se subió al mismo camión).
Nº 10, fol. 5 v. En Almansa a las 17,30 horas del 29 de agosto de 1936 se inscribe la defunción de Francisco Sánchez Díaz de 39 años, natural de Caudete, comerciante, que falleció a las 16 horas a consecuencias de heridas de disparos de armas de fuego el día 21 de agosto. Su cadáver fue hallado en el sitio denominado el Romeral el día 27 de agosto serían las 7 horas. Sumario 89/1936.
Nº 18, fol. 9 v. En Almansa a las 12 horas del 7 de septiembre, siendo juez Juan José Pastor y secretario Pascual Sempere, se inscribe la defunción de Tomás García Soriano, natural de Yecla, que vive en la c/ San José que falleció en la carretera de Yecla-Almansa en el Km 17, hect. 6 el día 5 sobre las 6 horas a consecuencia de heridas de disparos de armas de fuego.
Nº. 30, fol. 15 v. En Almansa siendo juez Juan José Pastor Vizcaíno y secretario P. Sempere inscriben la defunción de Melchor García Lopera, de 43 años, natural de Granada y de profesión maestro nacional que falleció en el Km 290, hect. 3 de la carretera Ocaña-Alicante el 24 de agosto de 1936 a consecuencia de heridas de disparos de armas de fuego. Sumario 53 del juzgado de Instrucción de Chinchilla.
Nº 37, fol. 19. En Almansa a las 11 horas del día 24 de septiembre de 1936 se inscribe la defunción de Encalio (Eulalio?) García García de 31 años, natural de Yecla. Aperador, que falleció en el Km 17, hect. 7 de la carretera Yecla-Almansa el día 15 del actual a las 12 horas a consecuencia de heridas de disparos de armas de fuego.
Nº 41, fol. 21. En Almansa a 30 de septiembre de 1936, se inscribe la defunción de Ricardo Pérez Cambra de 28 años de edad, natural de Fuente de la Higuera, domiciliado en la c/ 14 de abril, hojalatero, que falleció en el Km 306 de la carretera Ocaña-Alicante a las 3,30 horas a consecuencia de heridas por disparos de armas de fuego.
Nº 42, fol. 21 v. En Almansa el día 30 de septiembre se inscribe la defunción de Hilario Gómez Juan de 27 años de edad, natural de Fuente de la Higuera, de profesión dependiente, que falleció en el Km 306 de la carretera Ocaña-Alicante el día 18 del actual a las 3,30 horas a consecuencia de heridas de armas de fuego. En nota marginal del folio se añade, según orden del Ministerio de Justicia de 29 de abril de 1940: “Muerto gloriosamente por Dios y por España”, Almansa 26 de mayo, 1944.)
Nº 43, fol. 22. Día 30 septiembre de 1936. Inscriben la defunción de “un hombre desconocido” cuyo cadáver fue hallado en el Km 306 de la carretera Ocaña-Alicante el día 18 de octubre sobre las tres y media horas de la madrugada muerto a consecuencia de disparos de armas de fuego. Nota. Dicho desconocido se llamaba Mariano Jimeno Vila, de 62 años, sacerdote, vecino y natural de Fuente de la Higuera, hijo de Francisco Jimeno Biosca según certificado del día 4 de agosto de 1939.
Nº 44, fol. 22 v. Día 30 de septiembre de 1936. Inscriben la defunción de “un hombre desconocido” cuyo cadáver fue hallado en el Km 306 de la carretera Ocaña-Alicante el día 18 del actual sobre las 3,30 de la madrugada a consecuencia de disparos de armas de fuego. Al margen del folio: dicho desconocido se llamaba Vicente Gramaje Biosca, de 20 años, zapatero y vecino de Fuente de la Higuera. Almansa cuatro de agosto de 1939.
Nº 45. Fol. 23. Día 30 de septiembre de 1936. Inscriben la defunción de un “hombre desconocido” cuyo cadáver fue hallado en el Km 306 de la carretera Ocaña-Alicante el día 18 del actual sobre las 3,30 de la madrugada. Falleció de disparos de armas de fuego. Al margen: se llamaba José Albero Villaescusa, de Fuente de la Higuera, casado, de 64 años. Almansa 4 de agosto de 1939.
Nº 46. Fol. 23 v. Día 30 de septiembre de 1936. Inscriben la defunción de “un hombre desconocido” cuyo cadáver fue hallado en el Km 306 de la carretera Ocaña-Alicante sobre las 3,30 de la madrugada y que fue muerto a consecuencia de disparos de armas de fuego. Al margen: se llamaba Arcadio Ángel Biosca, de 64 años, sacerdote, natural de Fuente de la Higuera. Almansa 4 de agosto de 1939.
Nº 49. Fol. 25. Día 7 de octubre de 1936. Inscriben la defunción de Antonio Cuenca Trinchant, de 52 años, almanseño, en la c/ Aragón nº 8, piso bajo, de profesión sacerdote, que murió a consecuencia de disparos de armas de fuego. Sumario 94 del corriente año. (Le gritaban mientras expiraba: ¡Miradlo, sangra como un cerdo!)
Nº 52. Fol. 26 v. Día 19 de octubre de 1936. Inscriben la defunción de Aurelio Ruiz Alcázar de 49 años de edad, domiciliado en Caudete, maestro nacional, que falleció en el Km 335, hect. 2 de la carretera Ocaña-Alicante el día 29 de septiembre a las 2,30 horas a consecuencia de disparos de armas de fuego. Al margen: “Muerto gloriosamente por Dios y por España”, Almansa, a 28 de junio de 1944.
Nº. 53. Fol. 27. Día 9 de octubre de 1936. Inscriben la defunción de Rafael Berenguel Rojo, de 28 años, natural de Caudete, fotógrafo, soltero que falleció en el Km 335, hect. 2 de la carretera Ocaña-Alicante el día 29 de septiembre a las 2,30 horas, y fue muerto a consecuencia de disparos de armas de fuego.
Nº 54. Fol. 27 v. Día 9 de octubre de 1936. Inscriben la defunción de Juan Martínez Martínez, de 40 años, natural de Caudete, tratante, que falleció en el Km 335, hect. 2 de la carretera Ocaña-Alicante el 29 de septiembre último a las 2,30 de la madrugada a consecuencia de disparos de armas de fuego.
Nº. 55. Día 9 de octubre de 1936. Inscriben la defunción de Teresa Albalat Golf, de 45 años, de Caudete, soltera, que falleció en la carretera Ocaña-Alicante en el Km 335, hect. 2 el 29 de septiembre de 1936 a las 2,30 de la madrugada a consecuencia de disparos de armas de fuego. (Le cortaron ambos pechos antes de fusilarla.)
Nº 56. Fol. 28 v. Día 9 de octubre de 1936. Inscriben la defunción de Dolores Albalat Golf, de 46 años de edad, natural de Caudete, soltera, que falleció en el Km 335, hect. 2 de la carretera Ocaña-Alicante el 29 de septiembre último a consecuencia de disparos de armas de fuego. (Le cortaron ambos pechos antes de fusilarla.)
Nº. 57. Fol. 29. Día 9 de octubre de 1936. Inscriben la defunción de Dolores Amorós Golf, de 47 años, natural de Caudete, soltera, que falleció en el Km 335, hect. 2, de la carretera Ocaña-Alicante el 29 de septiembre último a las 2,30 por disparos de armas de fuego. (Le cortaron los pechos antes de fusilarla.) NOTA: A estas tres hermanas las fusilaron por no querer entregar a los milicianos la corona de la Virgen de Gracia.
Nº. 58. Fol. 29 v. Día 9 de octubre de 1936. Inscriben la defunción de José Martí Herrero, de 63 años, de Caudete, militar retirado, casado (hijo de Camila) que falleció en el Km 335, hect. 2 de la carretera Ocaña-Alicante el 29 de septiembre a las 2,30 horas a consecuencia de disparos de armas de fuego.
Nº 59. Fol. 30. Día 9 de octubre de 1936. Inscriben la defunción de Guillermo Suárez Rey, de 22 años de edad, natural de Caudete, que falleció en el Km 335, hect. 2 de la carretera Ocaña-Alicante el día 29 de septiembre último a las 2,30 horas, a consecuencia de disparos de armas de fuego.
Nº. 60. Fol. 30 v. Día 9 octubre de 1936. Inscriben la defunción de un hombre desconocido que falleció en el Km 335, hect. 2, de la carretera Ocaña-Alicante el día 29 de septiembre a las 2,30 horas a consecuencia de disparos de armas de fuego. Al margen: Este individuo se llamaba Salvador Sánchez Albertos, de 43 años, soltero, bracero, natural de Caudete. Almansa 20 de noviembre de 1936.
Nº. 61. Fol. 31. Día 9 de octubre de 1936. Inscriben la defunción de un hombre desconocido que falleció en el Km 335 el 29 de septiembre a las 2,30 horas a consecuencia de disparos de armas de fuego. Al margen: Se llamaba Antonio Puche Martínez, de 29 años, casado y de profesión “pensionista de ferrocarriles, natural de Caudete. Almansa 20 de noviembre de 1936.
Nº. 62. Fol. 31 v. Día 9 de octubre de 1936. Inscriben a una mujer desconocida que falleció en el Km 335, hect. 2 de la carretera Ocaña-Alicante el 29 de septiembre de 1936 a las 2,30 horas a consecuencia de disparos de armas de fuego.
Nº. 63. Fol. 32. Día 9 de octubre de 1936. Día 9 de octubre de 1936. Inscriben la defunción de una mujer desconocida que falleció en el Km 335, hect. 2 de la carretera Ocaña-Alicante el día 29 de septiembre a las 2,39 horas a consecuencia de disparos de armas de fuego.
Nº 64. Fol. 32. Día 9 de octubre de 1936. Inscriben una mujer desconocida que falleció en el Km 335, hect. 2 de la carretera Ocaña-Alicante el día 29 de septiembre a las 2,30 horas a consecuencia de disparos de armas de fuego. Al margen: Esta mujer se llamaba Dolores Pedrós Ruiz, de 60 años, soltera, y de profesión sus labores, natural de Caudete. Almansa 20 de noviembre de 1936.
Nº. 65. Fol. 33. Día 9 de octubre de 1936. Inscriben la defunción de una mujer desconocida que falleció en el Km 335, hect. 2 el día 29 de septiembre a las 2,30 horas a consecuencia de disparos de armas de fuego. Al margen: Se llamaba Carmen Pedrós Ruiz, natural de Caudete. Almansa 20 de noviembre de 1936.
Nº 70. Fol. 35 v. Día 11 de octubre de 1936. Inscriben la defunción de Joaquín López López, de 34 años de edad, natural de Almansa, sacerdote, que falleció el día 6 del actual a consecuencia de disparos de armas de fuego. Sumario nº 95 1936.
Nº 71. Fol. 36. Día 11 de octubre de 1936. Inscriben la defunción de Fernando Cuenca Clemente, de 45 años, natural de Almansa, domiciliado en c/ Ubaldo Fuentes, empleado, soltero que falleció el 6 de octubre último a las 5 horas a consecuencia de disparos de armas de fuego. Sumario nº 95 1936.
Nº. 72. Fol. 36 v. Día 11 de octubre de 1936. Inscriben la defunción de Manuel Real Gómez, de 71 años, natural de Almansa, propietario, que falleció el 6 de octubre a consecuencia de disparos de armas de fuego.
Nº 73. Fol. 37. Día 11 de octubre de 1936. Inscriben la defunción de Pedro Cuevas Gutiérrez de 70 años, natural de Reinosa y domiciliado en la c/ Pablo Iglesias, pensionista, que falleció a consecuencia de disparos de armas de fuego.
Nº. 74. Fol. 37 v. Día 11 de octubre de 1936. Inscriben la defunción de Graciano Arráez Lillo, de 56 años, natural de Carcelén, profesión bracero, que falleció el 6 del actual a las 5 horas a consecuencia de disparos de armas de fuego.
Nº 75. Fol. 38. Día 12 de octubre de 1936. Inscriben la defunción de Francisco Palau Bañón, de 64 años, natural de Yecla, domiciliado en la c/ España, vinatero, casado, que falleció en el Km 17, hect. 6 de la carretera Yecla-Almansa a las 2,30 horas a consecuencia de disparos de armas de fuego. Sumario 98 de 1936.
Nº. 98. Fol. 49 v. Día 3 de noviembre de 1936. Inscriben un hombre desconocido que falleció en el Reguero de la Cueva el día 1 de noviembre a las 10 horas a consecuencia de disparos de armas de fuego. Sumario nº 103 de 1936. Añade: Iba vestido con chaqueta y chaleco color marrón, cayado, una cazadora marrón a cuadros, pantalón gris, camisa azul rayada, camiseta de punto color ceniza, calzoncillos cortos blancos y calcetines marrón. Al margen: Se llamaba José Senabre Ochoa, de 51 años, comerciante, natural y vecino de Sax. Almansa 29 de junio de 1939. Año de la Victoria.
Nº. 99. Fol. 50. Día 3 de noviembre de 1936. Inscriben la defunción de Julio o Julián Martínez López, de 55 años, natural de Almansa, domiciliado en Caudete, profesión guardia civil, que falleció en la carretera de Ocaña-Alicante a las 6 horas a consecuencia de disparos de armas de fuego.
Nº. 105. Fol. 53. Día 11 de noviembre de 1936. Inscriben la defunción de Miguel Díaz, natural de Caudete, que falleció en las “inmediaciones del puente de La Vega” el día 10 de octubre a las 4 horas a consecuencia de disparos de armas de fuego. Sumario 107 de 1936.
Tomo 55.
Nº. 33. Fol. 17. Día 15 de marzo de 1937. Inscriben la defunción de Rafael Gosálvez, natural de Ayora, que falleció en el Partido del Saladarejo a las 3 horas a consecuencia de disparos de armas de fuego. Al margen: De segundo apellido era Martínez y natural de Almansa. Almansa, 27 de marzo de 1937.
Nº 34. Fol. 17 v. Día 15 de marzo de 1937. Inscriben la defunción de Pascual Ortiz Hernández, natural de Ayora que falleció en la Partida del Saladarejo a las 3 horas. Al margen: Propietario de 41 años de edad.
Nº 35. Fol.18. Día 15 de marzo de 1937. Inscriben la defunción de Rafael Teruel Gavidia, natural de Ayora, que falleció en el Partido del Saladarejo a las 3 horas a consecuencia de disparos de armas de fuego. Al margen: De 54 años, jornalero.
Nº. 36. Fol. 35 v. Día 15 de marzo de 1937. Inscriben un hombre desconocido que falleció en las inmediaciones del cementerio municipal a las 3 horas a consecuencia de disparos de armas de fuego.
Nº. 123. Fol. 62. Día 15 de junio de 1937. Inscriben la defunción de José López Martín, militar, que falleció en el Hospital PASIONARIA de esta ciudad a consecuencia de heridas por causa imprevista según resulta del oficio de la Comandancia Militar. Se ignoran más antecedentes del cadáver hallado.
Nº. 153. Fol. 77. Día 6 de julio de 1937. Inscriben a Rafael Martos Yeguas, natural de Martos, guarnecedor, soltero, que falleció en el Km 335 de la carretera Ocaña-Alicante a las 19,30 horas. Sumario nº 40 de 1937.
Nº 189. fol. 95. “Falleció a consecuencia de shok traumático”.
(Con idéntico diagnostico existen otros tres que no se acompañan de certificación facultativa, por lo que es posible sumen cuatro asesinatos en total. Tampoco se les abrió sumario alguno).
Tomo 56.
Nº. 164. Fol. 82. Día 14 de marzo de 1937. Inscriben la defunción de Robert Cluset, de 25 años, que falleció en el Km 352, mas 270 m. de la vía entre el Ángel y Almansa a consecuencia de fractura de la bóveda del cráneo. Sin certificación facultativa. Sumario 8 de 1938.
Nº. 188. Fol. 94 v. Inscriben la defunción de Rafael Micó Vilaplana que falleció en su domicilio por fractura de la base del cráneo. Sumario 17 de 1938. Sin certificación facultativa.
Nº. 247. Fol. 124. Inscriben la defunción de Juan Martínez Molera, de 23 años, casado, artillero, que falleció en su domicilio de la c/ Mendizábal. Sin certificación facultativa, Falleció de colapso cardíaco.
Nº 332. Día 3 de septiembre de 1938. Inscriben a Lucas Carrillo, militar, que falleció a las 17 horas en el Km 330, hect. 4 de la carretera Madrid-Valencia a las 11 horas por fractura de la base del cráneo.
Nº. 343. fol. 172. día 11 de septiembre. de 1938. Inscriben a Ramón Gil Palau de 29 años, natural de Almansa, soltero que falleció el día 2 del actual a las 9,30 horas por disparo de armas de fuego. Sumario 43 de 1938. No especifica en qué lugar falleció.
Nº. 352. Fol. 172. Día 18 de septiembre de 1938. Inscriben a Manuel Guijarro García, maestro, que falleció en los Realencos el día 17 a la una de un ataque de asistolia. (No pone certificación facultativa ni sumario, por lo que lo incluyo entre los asesinados).
Nº 372. Fol. 186 v. Día 9 de octubre de 1938. Inscriben la defunción de Pedro Romero García de 44 años, jornalero, que falleció en la carretera de Albacete Km 312 al 313 el día 7 de octubre a las 17 horas a consecuencia de fractura de la bóveda y base del cráneo.
Tomo 57.
Nº. 21. Fol. 11. Día 12 de noviembre. de 1938. Inscriben a Matías Andrés Ibáñez, domiciliado en la Casa del Boticario, natural de Yecla, que falleció en su domicilio a consecuencia de la fractura de la bóveda del cráneo producida por disparos de armas de fuego.
Nº 26. Día 24 de noviembre. de 1938. Inscriben un cadáver desconocido fallecido en la finca de Zucaña, de 60 años.
Nº. 303. Fol. 151 v. Día 28 de septiembre. 1939. Inscriben el fallecimiento de Norberto Sánchez Gandía de 57 años, natural de Montealegre, propietario y vecino de Almansa, que falleció en el término municipal de Ayora el 23 de febrero de 1936 a consecuencia de haber sido asesinado por milicianos del Frente Popular (en terrenos de la finca de La Hunde, carretera Alpera-Carcelén). (Le fueron cercenadas las dos piernas y el pene, y se le invitó a que bailara).
11.- LA COMARCA. EL HORROR LLEGA A CAUDETE
Los asesinatos alcanzaron de lleno a Caudete, el pueblo más próximo a Almansa en la línea férrea de Alicante a Madrid. Pintoresco y muy rico, este pueblo en 1936 vivía de la producción de cereales, hortalizas, frutas, cáñamo, azafrán, esparto, vino y olivos. La ganadería era también muy abundante. Contaba Caudete en esas fechas, con unos 6.000 habitantes.
Pueblo de costumbres sencillas y de arraigadas creencias religiosas, estaba considerado como uno de los más piadosos de la provincia. Por este motivo, al producirse en Albacete la persecución anticlerical, se hablaba de Caudete como de un lugar al que habría “que ajustarle las cuentas”, y la historia da fe de que así se hizo.
También a este pequeño pueblo le llegó el contagio extremista. Su Casa del Pueblo agrupó a cierto número de obreros del campo, sugestionados por los hermanos Miguel y José Camarasa Varela. El segundo fue elegido alcalde después del triunfo del Frente Popular.
Pero la opinión predominante era la de los partidos de orden. Acción Popular contaba con la mayoría del censo. La dirigía Cristóbal Gracia Martínez, profesor y propietario. Había un grupo de falangistas acaudillados por los hermanos Pedro, Celestino y Antonio Gil Díaz. Pedro, que fue alcalde durante la intentona revolucionaría de 1934, se comportó entonces con gran energía, y por este motivo era el blanco de las iras de los agitadores locales. Era notorio que, de triunfar algún día la revolución, estaba condenado a muerte. Republicanos sólo había uno, curioso ejemplar de persona que se denominaba republicano histórico, que convivía amistosamente con el resto del pueblo. Era un anciano de setenta años, que se llamaba Gabriel Martínez Sáez. Desde luego, el Frente Popular le consideraba como enemigo suyo.
El pequeño puesto de la Guardia civil recibió el domingo 19 de julio la orden de concentrarse en Almansa, por lo cual Caudete quedó en manos del Ayuntamiento y de la Casa del Pueblo. Es decir, de los hermanos Camarasa y de sus satélites. Los primeros días se mantuvieron estos elementos en una cautelosa reserva. La Guardia civil congregada en Almansa les inspiraba serios recelos; pero cuando se enteran que ha sido desbordada y que finalmente se ha entregado, consideran llegado el momento de poner en obra en sus desmanes, esto ocurrió el día 22 de julio de 1936. Todavía ese día se dijo misa en la parroquia, a las diez de la mañana, un notable templo del siglo XVII.
Había otros edificios religiosos en Caudete: un convento de padres Carmelitas, situado en la plaza Mayor, pero que en estos días se hallaba vacío, pues los religiosos lo abandonaron a raíz del triunfo del Frente Popular, y una Casa de retiro de la Orden Agustina, establecida en un bello palacio del siglo XVII y destinada a religiosos ancianos y enfermos. Patrona del pueblo es la Virgen de Gracia, cuya imagen se veneraba en una ermita de los alrededores.
Cuando los fieles salían de la parroquia de asistir a la última misa el día 22, observaron efervescencia en las calles. Los obreros del campo, que no trabajaban desde el día 20, las ocupaban en grandes grupos. Poco después los agentes municipales fueron de casa en casa deteniendo a las personas de derechas.
Hacia las tres de la tarde, como obedeciendo a una consigna, se encaminaron los grupos hacia las iglesias y conventos, forzaron las puertas y las rociaron de gasolina. En la parroquia quedó destruido el retablo, que era de mucho valor histórico, y la residencia de los Carmelitas arde como una antorcha gigantesca. También arde la capilla de la Virgen de Gracia, cuya imagen es quemada en otra hoguera en el campo, en medio del júbilo salvaje de los profanadores.
Las personas de orden que no habían sido detenidas buscaron escondites en los sitios más insospechados o confiaron su salvación a la fuga y la emprendieron a campo traviesa arrostrando todos los riesgos. Tal es el caso de los dirigentes de Acción Popular Miguel Díaz Pérez y Manuel Martí García, que se encaminan a Almansa, donde fueron asesinados el día 24, como ya se ha relatado.
En la residencia Retiro de los padres Agustinos había en estos momentos 14 religiosos, incluido el superior, padre Gabino de Olaso Zabala. A pesar de que la mayoría era de edad avanzada y todos se hallaban achacosos o convalecientes, al darse cuenta del riesgo mortal que amenazaba sus vidas trataron de salir del pueblo para ponerse en salvo. Pero fueron detenidos y quedaron a disposición del alcalde.
Algún tiempo después pasó por Caudete un tropel de comunistas de Onteniente, disgregados del núcleo que se había señoreado de Almansa. A su frente iba una mujer joven, verdadera furia, que capitaneaba a la banda de incontrolados. Al saber que había unos frailes presos, exigieron que se les entregasen, y el alcalde se apresuró a atenderlos. Una vez que tuvieron a los agustinos en su poder, los condujeron a Fuente la Higuera y allí, sin piedad y con ensañamiento, les dieron muerte de una manera feroz. He aquí los nombres de estos mártires:
Padre Gabino Olaso Zabala, de sesenta y ocho años, superior de la Residencia; padre Cándido San Miguel Diez, de ochenta y cinco años; padre Benito Ibáñez Garayo, de setenta y un años; padre José Pérez Félix, de setenta y seis años; padre Víctor Gaitero González, de sesenta y cinco años; padre Felipe Arias Chamorro, de sesenta y cuatro años; padre Anastasio Díez García, de cincuenta y nueve años; padre Angel Pérez Santos, de cincuenta y nueve años; padre Cipriano Polo García, de cincuenta y seis años; padre Emilio Camino Noval, de cincuenta y nueve años, y los hermanos legos fray Daniel Delgado García, de veintiséis años; fray Luciano Ramos Villafruela, de cincuenta y dos años, y fray Luis Blanco Alvarez, de cuarenta y ocho.
Se buscaba por todos lados a los hermanos Pedro, Celestino y Antonio Gil. Muchos días duraron las pesquisas sin que dieran el menor resultado, hasta que el 12 de agosto se encontró a Pedro y Celestino en un escondite de su propia casa. La noticia se difundió por el pueblo, congregándose una muchedumbre enfurecida que esperaba la aparición de los detenidos. Cuando los bajaron los agentes municipales, hombres y mujeres cayeron sobre los dos hermanos, arrancándolos a sus aprehensores. Caudete presenció una escena de auténtico canibalismo. Pedro y Celestino recibieron una muerte espantosa a puñaladas, a mordiscos, a palos. Fue un verdadero festín de sangre inocente el que se dieron aquellos asesinos.
Siguieron unos días de relativa calma, mientras duraba el estupor producido por la orgía de sangre. Pero continuaba la detención de los vecinos más calificados, en preparación de otras hecatombes. Entre los presos figuraba Antonio Gil, hermano de Pedro y Celestino. Al fin se dio orden para la matanza.
Se sacó a diez de los presos de la cárcel y se procedió a su fusilamiento. Fueron las víctimas el coadjutor de la parroquia, Joaquín Calpena, el abogado Joaquín Pascual, el jefe de Telégrafos, Tomás Grande; el ya mencionado Antonio Gil, los comerciantes José y Mariano Soleras, el guardia municipal José Bañón y los propietarios Francisco Sánchez, Luis Jiménez y Manuel Amorós.
En esos momentos de horror, partidas de escopeteros batían el campo a la caza de fascistas. En una de estas “razzias” fue detenido en los alrededores el labrador Francisco Payan, de treinta y ocho años, al que se mutiló ferozmente, dejándose abandonado su cadáver. Este crimen ocurrió el 31 de agosto. El mismo día se asesinó en La Encina al propietario de Caudete Francisco Martínez.
Pero faltaba por cometer el crimen más odioso. Ya se ha dicho que Caudete es un pueblo muy religioso y en él ejercían una actividad muy destacada, en el campo de Acción Católica, unas señoras cuyos nombres eran doña Teresa y doña Dolores Albalat Golf, doña Dolores y doña Carmen Padrón Ruiz, doña Dolores Amorós Golf, doña Emerencia Teresa Beltrán y la maestra nacional doña Cecilia Serrano Díaz.
Los dirigentes de la Casa del Pueblo habían decidido su muerte; pero acordaron que ésta ocurriese en Almansa, por temor sin duda a una reacción de la parte honrada del vecindario. Prepararon, pues, una expedición de presos, que enviaron a la capital del partido judicial, donde fueron fusiladas. Con las mencionadas señoras formaban en la cuerda el teniente de Infantería retirado José Martínez Herrero, el labrador Salvador Sánchez Alberto, el propietario Juan Martínez, el joven Guillermo Juan, de oficio aperador; el fotógrafo Rafael Berenguer y el ferroviario Antonio Puche. También fue fusilado en Almansa el párroco Miguel Díaz Sánchez, que había huído del pueblo buscando refugio en Bonete.
La familia Golf fue una de las más sañudamente perseguidas, por sus sentimientos religiosos. Además de aquellos de sus miembros de cuya muerte se da cuenta, se buscó en otras provincias a los que en ellas residían y se los inmoló también. Así en Petrel (Alicante) se asesinó al sacerdote Bartolomé Muñoz Golf y en Moncada (Valencia) a Manuel Golf Ortiz, secretario de aquel Juzgado.
Igual destino correspondió a otros hijos de Caudete que se hallaban en distintas localidades, como Antonio Martínez Martínez, deán de Tortosa, y el coadjutor de Caudete Miguel Ruiz Ruiz, que había huido a Cataluña. Al propietario José Ruiz Díaz se le dio muerte en Villena.
En cambio, los extremistas de la localidad exterminaban a los forasteros que llegaban huyendo. Uno de ellos fue el padre Gerardo Requena Algorra, carmelita de la Residencia de Onda (Alicante). Otra de las víctimas fue el ex juez municipal y propietario Francisco Sánchez Martínez. En total, el número de personas asesinadas en Caudete y de hijos de este pueblo muertos en otras localidades en la primavera y otoño de 1936, se eleva a ciento cinco.
— Fuentes y bibliografía consultada
— Familiares de las víctimas.
— Testigos directos de los hechos.
— “Historia de la Cruzada”. (Ediciones Españolas). Madrid.
— “Historia de Almansa”. José P. y Ruiz de Alarcón.
— “La Persecución Religiosa en Albacete en 1936”. José D. Carrión.
— Javier Paniagua. Historiador.
— Francisco López Megías. Escritor. Archivo particular.
— Periódico “El Socialista”.
— Periódico “Mundo Obrero.
— Juzgado de Instrucción de Almansa.
— Juzgado de Instrucción de Albacete.
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