Los partidos de la izquierda calculan que la Iglesia tiene alrededor de 100.000 inmuebles en España y exigen que se le cobre el IBI, de cuyo pago está exenta como tantas asociaciones sin ánimo de lucro, bajo el amparo de la Ley del Mecenazgo. La nueva estrategia del viejo odio anticlerical es decir que, en tiempos de crisis, la Iglesia tiene que dar ejemplo y renunciar a sus privilegios. El importe reclamado ascendería a unos cinco millones de euros.
Por Salvador SOSTRES. Copyright.2012
No sé si la Iglesia tiene 100.000 inmuebles en España. Sí sé que tenía muchos más y que le fueron arrebatados bajo lo que, de manera eufemística, fue llamado «desamortización»: aquel atraco. También sé que el Estado ahorra muchísimo más dinero que esos cinco millones de euros gracias a las obras de caridad que hace la Iglesia; que cuando pretende emularla, practicando él también la beneficencia, a duras penas consigue la mitad y pagando el doble de dinero; y que cuando, dejándose llevar por el ateísmo atroz, confía su dinero a las famosas oenegés -que tampoco pagan el IBI y a quien, curiosamente, ningún partido de izquierdas se lo reclama- los resultados suelen ser decepcionantes y hasta, en algunas ocasiones, fraudulentos.
Para la Iglesia, no pagar el IBI no es ningún privilegio, sino un modo de tener más recursos para sus buenas obras. Dudo que alguna persona o algún ente, público o privado, pueda sacar tanto provecho de tan pocos billetes, y hacer evidente de un modo tan cotidiano y asombroso el milagro de los panes y los peces.
Es preciso recordar, igualmente, que sin la nefasta incidencia de los partidos de la izquierda, y sin el desolador panorama que dejan cuando mandan, no serían necesarias tantas obras de caridad porque no tendríamos tanta miseria. Let’s get that straight: cinco millones de euros no son nada al lado del agujero que nos dejó el tripartito en Cataluña y, en el conjunto de España, Zapatero.
La Iglesia presta un servicio a la sociedad que ningún Estado podría pagar con dinero: nos dota de sentido, calma nuestra angustia y nos consuela; y nos da esperanza y confianza en nuestras posibilidades. Es en la comunión con Cristo cuando descubrimos que nuestras fuerzas podrían ser ilimitadas.
La aportación económica de la Iglesia es inconmensurable, mucho más valiosa que cinco millones de euros y que el precio total de los 100.000 inmuebles que supuestamente posee; pero su aportación espiritual es su verdadera riqueza, y la nuestra, y la que ha hecho y hace que la Humanidad pueda sobrevivir a sus noches más oscuras y descarnadas.
Es fácil atacar a la Iglesia, porque es muy fácil -y muy cobarde- atacar a quien ya sabes que no va a defenderse. Es fácil jugar a hacer malabarismos con las cifras cuando sabes que aquellos a los que pretendes ofender no van a responderte, porque están demasiado ocupados ayudando a los más necesitados como para perder el tiempo en triquiñuelas y añagazas.
Si la Iglesia cobrara por sus servicios, o bien dejara de prestarlos, y tuvieran que asumirlos el Estado o los ayuntamientos, España se colapsaría y el futuro sería una ilusión irrealizable.
Acuso de mala fe y de cinismo a los partidos que le reclaman estos cinco millones de euros a la Iglesia en tanto que tienen cada uno de ellos contraída con los bancos una deuda muy superior por lo que gastaron y gastan en propaganda; una deuda que, por cierto, ni pagan ni piensan pagar; y han causado, juntos o por separado, agujeros mucho más hondos e insalvables en aquellos desdichados lugares donde han gobernado
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