Con un pie en el ataúd, después de la semana más trágica de la historia económica de la democracia, la calle se pregunta qué hemos hecho para merecer esto, cómo es posible que el nuevo Gobierno en el que tantas expectativas y complacencias teníamos puestas no sólo no nos esté sacando del agujero sino que en apenas cinco meses de ejercicio parezca a punto de tener que despacharnos hacia el yermo de las almas del Fondo de Rescate Europeo o la casita de chocolate de la bruja del FMI. Como el negacionismo ya no es una alternativa ni la herencia recibida sirve de consuelo, confesemos de entrada todos nuestros pecados y problemas con sonoros golpes de pecho en forma de decálogo -que no se nos quede nada en el tintero- y veamos después cuál es el justo castigo a tanta perversidad.
Por Pedro J. RAMIREZ. Copyright.2012
1º.- Fue una barbaridad subir el IRPF en lugar del IVA pues Rajoy antepuso el objetivo político de ganar en Andalucía a la ortodoxia económica demandada por Bruselas y eso generó desconcierto, cuando no abierta frustración, entre los votantes del PP e impulsó la primera oleada de desconfianza hacia el nuevo Gobierno en los mercados. (Aunque es verdad que fue una medida recaudatoria de emergencia, anunciada con carácter temporal, lo que nos deja en disposición de que el próximo paso tributario consista por desgracia en subir el IVA y el siguiente, ya veremos cuándo -toquemos madera-, en bajar el IRPF).
2º.- Fue un error no nombrar a Luis de Guindos -o a Montoro- vicepresidente pues la bicefalia ha entorpecido la definición, transmisión y ejecución de la política económica del Gobierno, toda vez que ni Soraya como portavoz ni el propio Rajoy como presidente de la Comisión Delegada tienen la auctoritas que requiere la materia. (Aunque más vale soportar el problema de que en el Gobierno haya dos buenas cabezas económicas que no entregar las riendas de la diligencia a alguien como Calamity Helen).
3º.- Fue una catástrofe que afloraran en dos tandas casi tres puntos de déficit oculto -elevándolo en un 50% respecto a lo comprometido- pues eso significa que 2011 fue prácticamente un año perdido en términos de ajuste y que, además de Zapatero que en paz descanse, las autonomías del PP también practicaron el cómodo deporte de decir mucho y no hacer nada. (Aunque hay que reconocer que esta vez nos han puesto tan colorados que empezamos a ser conscientes de que ya no tenemos más remedio que pasar por el aro -mejor si es en tres años que en dos- y por fin España es un país obsesionado con cuadrar sus cuentas).
4º.- Fue una equivocación retrasar la presentación del Presupuesto hasta después de las elecciones andaluzas -y encima no ganarlas con el margen necesario- porque se transmitió el mensaje de que la tarea de los políticos consiste en engañar al pueblo, toda vez que con la verdad por delante no se va a ningún sitio y menos de Despeñaperros para abajo. (Aunque es justo admitir que se aprobaron, a cambio, las cuentas públicas más restrictivas de la historia y que, cuando el esfuerzo de austeridad aún pareció insuficiente, se habilitaron los recortes en Sanidad y Educación que tanto están desgastando al Gobierno).
5º.- Fue un error no forzar la salida anticipada de Fernández Ordóñez en enero para haber afrontado la reforma del sector financiero con alguien fiable en el timón del Banco de España. (Aunque es un alivio que eso vaya a suceder la semana que viene).
6º.- Fue un inmenso error no meterle mano a Bankia desde el mismo momento en que se frustró su fusión con La Caixa y es un inmenso error no propiciar ahora una comisión de investigación que diseccione la génesis del problema, incluida la gestión verbenera de Blesa, la dimensión política de la designación de Rato, los patinazos de la fusión con Bancaja o la salida a Bolsa y la sobrestimación intencionada de su agujero. (Aunque más vale tarde que nunca y hay que reconocer que el nombramiento de un ejecutivo de probada competencia como Goirigolzarri y el compromiso de recapitalización adquirido por el Gobierno -pese a que genere otros problemas bien señalados por la nota de Rato- son una garantía para los clientes de Bankia y para el conjunto de los depositarios).
7º.- Es un desastre que con la que está cayendo haya autonomías empeñadas en seguir haciendo la guerra por su cuenta, pretendiendo desmarcarse de los ajustes más impopulares acordados por el Gobierno e incluso empecinándose en reclamar un Pacto Fiscal tan inoportuno como inviable. (Aunque cuando le han visto, no ya las orejas, sino los colmillos al lobo, bien que se aferran a la tabla de salvación de los hispabonos, en cuya regulación espero que conste el requisito de escuchar respetuosamente el himno nacional antes de cada acuerdo de suscripción).
8º.- Es una desdicha que los problemas en la cúpula de instituciones tan esenciales como la Corona o el Poder Judicial, fruto de los errores de juicio cometidos por sus titulares, agraven el actual desprestigio de España en el exterior y lastren la recuperación de la confianza en casa. (Aunque todo indica que en ambos casos, después de que esos titulares hayan dado compungidamente la cara, las rectificaciones de fondo están en marcha, en favor de los principios de transparencia y ejemplaridad).
9º.- Es una rémora que en un entorno como éste el primer partido de la oposición se comporte de forma tan poco fiable como para retirar su apoyo a la Ley de Estabilidad por un quítame allá esas décimas o negárselo a la reforma financiera por el qué dirá Chacón; y aparezca tan desorientado como para buscar ahora bronca con la Iglesia a costa de un asunto menor como el IBI. (Aunque es verdad que la mayoría absoluta del PP vuelve casi irrelevante lo que haga el PSOE y deja sin contenido la recurrente idea del pacto de Estado -con quien tiene que pactar Rajoy es con la UE-, excepto que se afronte la reforma de la Constitución).
10º.- Es una lástima, una desventaja y un problema adicional que España tenga que lidiar una situación-límite como ésta con un jefe del Gobierno tan poco dotado para los aspectos representativos del ejercicio del liderazgo; y véase si no la desangelada rueda de prensa del lunes. (Aunque desde luego le habríamos criticado mucho más si no hubiera salido a la palestra; y nadie puede negar que es un hombre íntegro, comprometido con la defensa de los intereses generales y empeñado, como demostró ayer en Sitges, en hacer lo que sea por salvarnos del yugo de la intervención).
Bien, ya está. Avísenme si me he dejado algo. Puesto que somos españoles, hablemos mal de España cuanto haga falta. Si ustedes quieren podemos pedir, al modo de la Reina de Corazones, que les «corten la cabeza» a los banqueros y bancarios, a los ministros y ministrillos, a los presidentes autonómicos, al del Poder Judicial y al del Supremo -sí, a ése que le decapiten dos veces: una por cenar y otra por pedir postre- y, por supuesto, al jefe del Gobierno y al jefe del Estado. Pero cuando termine el sueño todos volverán a tener la cabeza en su sitio y, en tanto se depuran las responsabilidades de toda índole que pudieran existir, seguiremos siendo el mismo país mediano -ni tan bueno como creíamos ni tan malo como parecemos- del último medio siglo.
Es innegable que hemos llegado a esta coyuntura crítica con el lastre de una deuda pública adquirida a ritmo de vértigo y que no hay día en el que alguna autoridad no meta la pata para empeorarlo un poco todo. Pero la cuestión es si alguno de estos pecados, ya enumerados con sus correspondientes atenuantes, es lo suficientemente infame o la suma de todos ellos resulta lo suficientemente odiosa como para que merezcamos ser incapacitados como Nación, obligados a aparcar nuestra democracia y sometidos a una autoridad exterior. En realidad, catálogos parecidos de reproches podrían hacerse en los países más solventes del mundo y sólo somos nosotros -con Italia pisándonos los talones- los que estamos al borde del abismo.
¿Dónde está entonces la clave del problema? Algo no funciona en los mecanismos del euro si, cuanto más cumplimos lo que nos piden, peor nos financiamos en los mercados. De la misma manera que en el pasado reciente recibíamos castigos por no hacer los deberes, no es posible que ni la reforma laboral ni el embride autonómico ni la reestructuración financiera tengan ahora recompensas. Por muchos peros que se les puedan poner suponen pasos rotundos hacia la convergencia fiscal y la mejora de la competitividad. ¿Con qué consecuencias? Pues con la muy frustrante de que, a la par que rebajamos nuestras necesidades de endeudamiento, aumentan hasta un 31% los intereses que pagamos. Así no hay quien juegue.
Esto tiene truco y urge encontrarlo antes de que los españoles empiecen a pensar que da igual enfrentarse a los sindicatos, las autonomías y los grandes lobbies que no hacerlo; y el propio Gobierno se desanime y levante el pie del acelerador de las reformas. Seguro que a otros analistas se les ocurrirán diagramas más precisos que expliquen el funcionamiento de esta insólita unión monetaria en la que tres de sus miembros han quedado tumbados en la cuneta y a dos de los restantes les cuesta ya financiarse entre cinco y siete veces más que al principal socio del club. Pero yo tengo grabado en la retina uno de los Grandes Inventos del TBO, fruto de aquella colaboración entre el profesor Franz de Copenhague y el dibujante Sabatés, muy similar a la que yo mantengo desde hace 23 años con Ricardo Martínez.
La única variante significativa entre el original y la copia que hoy les ofrecemos es que mientras el vehículo del sufrido rodador bajo la canícula era una moto de baja cilindrada, tratándose de Rajoy había que ponerle en bicicleta. Lo cual hace aún más veraz la representación, pues el heroico doméstico de la ruta tiene que dejarse el resuello a base de riñones mientras la señora elefanta a la que transporta viaja cómodamente bajo su sombrilla. Lo demás es tal cual: la cada vez más pesada prima de riesgo ocupa el lugar de las maletas en el portaequipajes y el BCE se comunica con el Fondo de Estabilidad por los mismos conductos con que el depósito trasero lo hacía con el recipiente delantero en el dibujo de Sabatés.
La esencia de los Grandes Inventos del TBO consistía siempre en la desproporción entre la aparatosa complejidad de las maquinarias diseñadas y lo elemental, a menudo irrelevante, de sus prestaciones. En este caso lo único que esperaba el motociclista de la elefanta era que, cada vez que tirara de la cuerda, ella introdujera su apéndice en el recipiente conectado con la cisterna y vertiera un chorrito de agua sobre los cristales de sus gafas para limpiarles el vaho. A continuación se activaban dos limpiaparabrisas en miniatura y el fulano veía claro el rumbo mientras se refrescaba de paso.
En el fondo no es otra cosa lo que Rajoy le pide a Merkel, ampliado a la misma escala de su esfuerzo: un manguerazo de liquidez del BCE de vez en cuando. Pero la elefanta no parece estar por la labor de ir más allá del simbólico chorrito de sus buenas palabras, ora en un barco en Chicago, ora en una convención en Alemania. Rajoy no necesita que le limpien las gafas. Tiene muy claro cuál es el rumbo que debe seguir pero necesita una buena ducha energética que le proporcione la potencia suficiente para seguir arrastrando todo lo que lleva encima.
Otro que no tuviera su sentido de la responsabilidad se plantaría un viernes al cierre de los mercados con un mensaje muy claro: oye, que pedalee Monti, ya que decís que es tan listo. Porque otra de las características de buena parte de los Grandes Inventos del TBO es el principio de los vasos comunicantes y cada 100 puntos más en la prima de riesgo española es una maleta cargada de decenas de miles de millones de euros que salen de nuestro país y van a parar al equipaje de la opulenta diva. ¿Convergencia europea? Esto está siendo el tocomocho de las «gafas antivaho». ¿Se enterará alguna vez Alemania de que el precio de la reunificación era asumir responsabilidades paneuropeas y contribuir a resolver los problemas económicos de sus socios de un modo similar a como lo hacían los EEUU en el ámbito de la seguridad?
Comentarios recientes