El micrófono no funcionaba muy bien. El príncipe Felipe paseó la vista por las 400 personas que estaban pendientes de sus palabras. Temblaban los papeles en su mano por el tremendo esfuerzo que iba a hacer ¡Su primer discurso completo en catalán!.
Por Pilar EYRE. Cpopyright.2013
En la frase inicial se trabó con una palabra. Calló. La presentadora del acto lo miraba, nerviosa, como todo el público reunido en la Llotja, deseando que se saltase el maldito vocablo y continuase en castellano, en urdu, en ‘swahili’ ¡alteza, los catalanes nos dábamos por satisfechos con el intento! Pero el príncipe miró a su mujer, Letizia parpadeó e hizo un imperceptible gesto con la cabezay se vio la nuez de don Felipe yendo arriba y abajo, volvió a hundir los ojos en el folio, se aclaró la voz, pronuncio a la perfección la palabra «desenvolupament» y continúo fluidamente hasta el final.
En catalán. Un suspiro de alivio sobrevoló el acto y un cerrado aplauso lo premió. Después, a la hora de las croquetas y la copa de cava, los comentarios: «hay que reconocer que se lo trabaja» y también «está encoñadísimo».
El príncipe se nos ha hecho mayor. El próximo miércoles cumple 45 años. Soso, altivo, prepotente, aburrido, poco empático ¡qué feo se ha vuelto! ¡Cómo ha engordado! Es pijo. Se ha vulgarizado. El matrimonio está a punto de romperse. Está dominado por su mujer. Por su madre. No es sexy como don Juan Carlos ¡es Hannover! Se ve con Eva Sanumm en secreto en Finlandia, en Estocolmo, en una isla griega, en un resort en Indonesia, en Argentina. Y con Isabel Sartorius y con sus amigotes de soltería y con la Biblia en verso. Todo esto y más se dice de Felipe de Borbón y Grecia ¿Qué son afirmaciones contradictorias y encima indemostrables? Qué más da. Lo importante es arrearle a él para darle a la otra ¡leña al mono, que es más divertido!
Pero una ya empieza a estar un poquitito harta de campechanías, tuteos en una sola dirección, princesas alemanas y estos coños, joder y ni Juanito ni hostias que tan graciosos nos han parecido durante demasiado tiempo y que tantas cosas turbias han ocultado. Esos pseudoabrazos a lo machote me recuerdan a los amantes agraviados que todo lo olvidan por la noche con un buen polvo. Cuarenta y cinco años, alteza. Una buena edad para escupirse las palmas de las manos, coger los remos y tirar para delante.
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