Fernando Sánchez Dragó y su hija Ayanta abandonan indignados El Gran Debate

Ayanta Barilli cuenta cómo el programa incumplió el acuerdo para la entrevista e hizo una «manipulación absoluta del contenido del libro».

Por LD. Copyright.2013

El conocido escritor Fernando Sánchez Dragó –colaborador de En casa de Herrero, en esRadio– y su hija, Ayanta Barilli, directora deesAmor y esSexo en esRadio y colaboradora de Es la mañana de Federico, abandonaron este sábado por la noche el plató de El Gran Debate, el programa que presenta Jordi González en Telecinco, ante el incumplimiento, por parte del programa, de los términos en los que se había acordado la entrevista, y la manipulación que se estaba haciendo –antes incluso de comenzarla- del contenido del libro que acaban de publicar padre e hija.

Ambos habían sido invitados al programa para hablar de «Pacto de sangre. Vidas cruzadas«, editado por Temas de Hoy. Se trata de una obra conjunta conformada por dos cartas de amor, la que un padre le dedica a un hijo y la que una hija dedica a un padre. Dos cartas que surgen tras el nacimiento del pequeño Akela, el cuarto hijo del escritor.

Se trataba de una entrevista organizada para promocionar el libro. «Nos dijeron que fuéramos al Gran Debate«, recuerda Ayanta en conversación con LD. «Ni mi padre ni yo queríamos ir en un principio, por las características del programa y por las de su presentador, Jordi González». En cualquier caso accedieron porque «mi padre ha colaborado en ocasiones» con ellos y, además, «se nos prometió que se le iba a dar un tratamiento literario y no amarillista«. Pese al compromiso del programa, «yo no me fiaba», dice Ayanta, y por eso «hubo intercambios de correos y llamadas para evitar que pasara» lo que finalmente terminó pasando.

Antes de la entrevista, los espectadores del programa que dirigeJordi González pudieron ver rótulos en los que se anunciaba la entrevista como un «ajuste de cuentas» de Ayanta Barilli con su padre Fernando. Rótulos que ni Ayanta ni su padre –que esperaban su turno en una sala en Telecinco, no podían ver. «Yo no podía ver esos rótulos. Lo preparan de tal manera que te sacan al ruedo sin que tengas la capacidad de saber lo que ellos están haciendo con tu imagen y con tu persona», lamenta Barilli. Tal y como recuerda, cuando Jordi González dio paso al bloque de publicidad previo al momento de su entrevista, lo hizo anunciando un «ajuste de cuentas» entre Ayanta y su padre.

Aquello, confiesa Ayanta, le enfadó. Pero «en aquel momento vino una persona de la redacción al programa y me dijo que, aunque no era lo que habíamos pactado, que no me preocupara, que sólo es un cebo para que haya más gente viendo el programa.» En cambio, la gota que colmó vaso cayó a la vuelta de publicidad. Entonces, sentaron a su padre en una silla «para hacerle unas preguntas y luego me iban a sentar a mi». Ese fue el momento en el que Jordi González introdujo un video con un reportaje en el que se empleaban imágenes de Ayanta y su padre entresacando «partes de mi texto» que se asociaban a «partes de acusación». Se trataba, lamenta Ayanta, «de una manipulación absoluta del contenido del libro. Ayanta imagina que lo habrían leído en la redacción y le habrán hecho» a Jordi González «un resumen extrayendo frases mías en las que podría deducirse críticas a mi padre», cuando en realidad, «son dos cartas de amor». Insiste Ayanta en que se hizo «una manipulación» absoluta del contenido del libro.

En aquel momento, «yo estaba en frente de mi padre y le hice un gesto para hacerle entender que nos fuéramos, que era mejor eso a que nos obligaran a defendernos de algo que ni siquiera podíamos ver, porque seguían poniendo rótulos». Cuando Dragó se levantó para marcharse siguiendo las indicaciones de su hija, Jordi González avanzaba hacia la zona del plató destinada a la entrevista. «Jordi se quedó completamente desconcertado».

Después de aquello, «nos metieron en una habitación intentando convencernos para que entráramos en el plató. Luego, tanto Jordi como su compañera, Sandra Barneda, dijeron que era algo que habíamos hecho para vender el libro, ¡cuando en ningún momento hablamos del libro!» recuerda Ayanta. También lamenta que «es una indefensión total» la que se tiene en estos programas donde «lo tienen estudiado para llevarte al matadero sin que te des cuenta, aunque mi padre y yo ya estamos enseñados y lo único que pudimos hacer fue dejar en evidencia a Jordi González.»

Para Ayanta Barilli, lo sucedido «demuestra que El Gran Debate es unaNoria más, un programa que tuvieron que cerrar por inmoralidad. Es el mismo programa, el mismo equipo y la misma gente», y asegura que no piensa «participar en otros programas como éste».

«Aquí no se engaña a nadie»

Por Ayanta BARILLI. Copyright.2013

El sábado por la noche fui a un espectáculo televisivo que se llama La Noria. Ah, no, perdón, me dicen que ahora se llama El Gran Debate y que es un programa serio. Parece ser que le han cambiado el nombre para evitar el escarnio público sin renunciar al dolo privado, y así conseguir lo único que les importa: mantener las arcas llenas de un dinero que en estos tiempos a nadie le sobra.

Me explico mejor. A raíz de una entrevista que el presentador, Jordi González, realizó a la madre de El Cuco, el joven condenado por encubrir el homicidio de Marta del Castillo, los anunciantes decidieron retirar sus inversiones, avergonzados por el espectáculo abracadabrante de aquella entrevista.

Así fue como la Noria pasó a ser El Gran Debate. Pero, en realidad, poco ha cambiado. El equipo es el mismo, el que se ve y el que no se ve, excepto una chica monísima que anda por allí y cuyo nombre también he olvidado. ¡Qué cabeza la mía! ¿Cómo se llamaba…? Creo que Sandra no sé qué. Muy mona, de verdad. Además se dice que es periodista, o que lo fue.

El caso es que el sábado por la noche mi padre y yo teníamos que participar en El Gran Debate con la inocente intención de promocionar unlibro que hemos escrito al alimón. Fuimos porque nos aseguraron que nos tratarían con respeto y responderíamos a una entrevista seria acerca del libro, y no a una pantomima por sorpresa basada en la interpretación grotesca y maliciosa de algunos extractos fuera de contexto.

Ninguno de los dos queríamos asistir, a pesar de las obligaciones promocionales de turno. Y razones no nos faltaban, vistos los antecedentes del programa. Pero acabamos por dejarnos convencer tras sus reiteradas promesas.

«Aquí no engañamos a nadie». Desde luego: a nadie que no se deje engañar. Pero no será porque no lo intentan. Al llegar a los estudios de Telecinco, todo está organizado como un matadero. Entras en un túnel en el que es muy difícil enterarte de las verdaderas intenciones de los que allí trafican. Te conducen con mucha amabilidad y mucho tiento desde maquillaje hasta una sala de espera aislada, hasta que llegue el momento de lanzarte al plató y asestarte el puyazo sacrificial.

Una encerrona

Mientras se desarrollan las otras secciones en directo, van disparando rótulos a pie de pantalla para anunciar a los espectadores el suculento menú que en realidad han cocinado y pretenden servir: ajustes de cuentas, reproches impúdicos, carroña. Pero las víctimas -en este caso mi padre y yo- no pueden saberlo, puesto que los mantienen alejados de los monitores y distraídos con canapés y buenas palabras. Lo malo (lo bueno) es que yo sí me iba enterando gracias al móvil, que afortunadamente no me fue confiscado.

Cuando te das cuenta de la manipulación, suele ser demasiado tarde y ya te debates (nunca mejor dicho) agónicamente en esas arenas movedizas donde tu supuesto derecho de réplica pasa sin remedio por hundirte aún más en el cieno de la más cínica impostura, preparada a traición, subtitulada a tus espaldas y con evidente alevosía.

Nada que no me temiera, por supuesto. Por eso el sábado, cuando apenas unos segundos antes de iniciar la entrevista ya no nos quedó duda alguna de que aquello era una encerrona, decidimos marcharnos de inmediato. Privilegios del directo. Lo que vino después, está grabado. En su desconcierto, el presentador y su subalterna demostraron que no se habían leído el libro (total, para qué, si en los avances tampoco se mencionaba ningún libro), más allá de las frases que su equipo les había subrayado para preparar el espanto. Por no saber, ni siquiera recordaban mi nombre.

Bastaba con repetir hasta la náusea, o hasta abrir bien el apetito, que había una hija dispuesta a ajustar cuentas con su famoso padre en el plató de ese circo. Unos auténticos profesionales del medio. Un programa serio. Por fin, periodismo de altura y de cultura.

Lo que no está grabado y, ya puestos, bien que lo siento, es el numerito que se organizó entre bastidores. Nos retuvieron allí, nos imploraron para que volviéramos a salir a plató. Nos ofrecieron para ello todo lo que estaba en su mano: mil disculpas, el respeto que antes nos habían escatimado y, ya a la desesperada, hasta dinero: «¿Quieres dinero? Te lo damos». Aunque ellos crean lo contrario, no todo tiene un precio.

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