El serbio acaba con ocho años de reinado de Nadal en el Principado (6-2, 7-6) y apunta a París.
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La lluvia caída antes del duelo no trajo buenos presagios a Rafael Nadal. Pista húmeda, kriptonita para su ‘liftado’, que pierde el veneno con que paraliza a sus rivales. Pronto asomó el sol, ‘arcilla’ seca, pero nada cambió porque en la final de Montecarlo el estado de la superficie no condicionó el diálogo, que tuvo más de monólogo. Novak Djokovic, un huracán con raqueta, se llevó todo por delante para destruir la resistencia del tenista que muchos creían invencible en el Principado. Ocho años después, Nadal claudicó. Ante el número uno del mundo (6-2, 7-6). [Narración]
Durante el primer set Nadal debió de sentirse como en alguna de aquellas siete derrotas consecutivas ante Djokovic entre 2011 y 2012. Impotente. Ninguno de sus envíos hizo daño al serbio. Apenas pudo obligarlo a golpear en carrera, a sacarlo de su zona de confort. Se dedicó a defenderse, a correr tras la bola, siempre limpia, que despedían las dos caras de la raqueta balcánica. Apenas sumó dos puntos con el segundo servicio en ese primer parcial y no más de nueve al resto.
Por eso la primera manga fue un auténtico repaso del serbio al español. El ‘rodillo’ Djokovic se puso 5-0 y a punto estuvo de endosarle un ‘rosco’ a Nadal en el primer set, algo que muy pocos han conseguido hacerle a Rafa. Pero la tímida reacción del español evitó el sonrojante marcador e hizo presagiar un partido más competido que el que se vio al final.
La respuesta del balear se produjo más con el corazón que con argumentos tácticos y técnicos. Tiró más largo y asumió más riesgos con las líneas, pero nunca se sintió dominador del encuentro. Un partido que se desarrolló más de revés que de ‘drive’, otro mérito en la cuenta de Djokovic, capaz de imponer las reglas del juego en el territorio más inexpugnable del circuito, donde se llegó a pensar que Nadal reinaría eternamente.
Tanto empeño del número cinco del mundo y un momento de tregua ofrecido por Djokovic, al que sólo le falta ganar en Cincinnati -ha perdido cuatro finales allí- para ser el primer tenista con trofeos en todos los Masters 1.000, permitieron a Nadal sumar su primer ‘break’ del partido para situarse con 4-3 y servicio en la segunda manga. Pero de nuevo retrocedió, conservador, tratando de encontrar el error de Djokovic. El serbio no falló y le devolvió en blanco la rotura del saque. El partido alcanzó el ‘tie break’, pero la frustración de Nadal era completa. Sólo añadió un punto a su marcador en el desempate con el que entregó su corona.
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