Hoy jueves día 25 de abril de 2013, festividad de San Marcos Evangelista se cumplen 306 años del hecho de armas de ha marcado para siempre el nombre de Almansa en la historia. Les relatamos en esta artículo, brevemente, como se desarrolló la batalla en versión del Conde de Pinto.
El 25 de abril de 1707, día de San Marcos, a las 11 de la mañana comenzó a llegar la vanguardia del ejército aliado a los llanos de Almansa, hallándose ya en perfecto orden de batalla a las 2 de la tarde. Se trataba de una heterogénea fuerza integrada por treinta y dos batallones portugueses, veintiuno anglo-holandeses, en un número aproximado de treinta mil infantes y seis mil de a caballo, disponiendo de cuatro baterías con un total de veintidós cañones; todos ellos bajo el mando supremo del marqués de las Minas, que disponía de una primera línea formada por los tenientes generales Herle, Dona, Galloway y Gilari; y los mariscales de campo Silute, Don Juan Manuel y el conde de Villaverde; y una segunda, integrada por los generales de caballería don Juan de Atayde y el conde de Atalaya, así como el teniente general Frison y el mariscal de campo don Pedro Vasconcelos.
Frente a ellos, las tropas borbónicas oponían cincuenta batallones franco-españoles con un total aproximado de veinticinco mil infantes, nueve mil jinetes y tres baterías con diecinueve cañones; formados a las órdenes del mariscal duque de Berwick, asistido en la primera línea por los tenientes generales duque de Populi, monsieur de la Badie, don Carlos de San Gil, monsieur Davaray, y los mariscales de campo Silly, conde Pinto, Vallet, Vicentelo y Medinilla; y en la segunda, por los tenientes generales Caballero D’Asfeld, monsieur Debessy, duque de Hauvre, Caballero Croix, marqués de la Verre, Pons y Mahony.
Evidentemente, la infantería aliada era superior a la franco-española, cuya caballería, sin embargo, contaba con mayores efectivos. Este aparente equilibrio de fuerzas mantuvo indecisa la lucha durante más de hora y cuarto, hasta que la superioridad de la caballería borbónica terminó por inclinar la victoria a su favor; aunque, según la princesa de los Ursinos, esta batalla se ganó gracias al soborno de cien mil doblones que se dieron al general holandés.
Comenzaron las hostilidades a las dos y media de la tarde con nutridas descargas de artillería, hasta que el ala izquierda aliada avanzó con ánimos de apoderarse de una batería borbónica. Respondió a ello una carga de la caballería franco-española que, rompiendo la primera línea enemiga, llegó hasta su segunda. Acto seguido, Berwick ordenó el avance a bayoneta calada de la infantería de su ala derecha, aprovechando el desconcierto sembrado en el flanco izquierdo aliado.
Mientras, en el centro, la infantería del marqués de las Minas lograba avanzar, consiguiendo dos batallones ingleses pasar más allá de la segunda línea franco-española, donde fueron envueltos por cuatro escuadrones de dragones y pasados íntegramente a cuchillo.
Entre tanto, el ala izquierda borbónica avanzaba con gran dificultad ante la enconada resistencia opuesta por las unidades del flanco aliado que, viendo la brecha abierta en su izquierda por el ala derecha de Berwick, dando la batalla por perdida, intentaron organizar su retirada, a la espera de ganar las alturas de la Sierra cercana al amparo de la noche; sin embargo, perseguidos por la infantería franco-española, fueron obligados a bajar de nuevo al llano donde fueron masacrados por la caballería del ala derecha borbónica que, inmediatamente después inició la persecución del flanco izquierdo aliado, el cual, asimismo se batía en retirada.
La falta de luz permitió a los fugitivos alcanzar las alturas del cerro de la Cueva (hoy cerro de Los Prisioneros), donde fueron rodeados y obligados a rendirse al romper el nuevo día, siendo hechos prisioneros cinco batallones ingleses, cinco holandeses y tres portugueses.
El resultado de la lucha no podía haber ofrecido mejor balance para las tropas de Berwick que, con apenas mil quinientas bajas entre muertos y heridos, consiguieron infligirle al ejército aliado más de cinco mil, haciendo cerca de once mil prisioneros, entre ellos cinco mariscales de campo, siete brigadieres y veintisiete coroneles; tomándole, además todas sus piezas de artillería, 120 de las 137 banderas y estandartes que portaban, así como la totalidad del equipaje y bagajes que habían quedado en Fuente la Higuera.
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