EVEREST: Una montaña de «pasta».

La experiencia, el sacrificio, la camaradería y el resto de valores imprescindibles para alcanzar la cima han pasado de moda. Hay agencias que recurren a sherpas sin apenas experiencia para llevar clientes por la montaña. El precio es tan barato como elevado el riesgo que se corre. En 2012, 300.000 nepalíes tuvieron un trabajo relacionado con el turismo en el Himalaya; supone el 11% de la población del país. El consejo de ministros de Nepal, se reunió en 2012 cerca del campamento base del Everest, a unos 5.000 metros de altura, para llamar la atención sobre el deshielo del Himalaya.

Por Alfredo MERINO. Copyright.2013

El romanticismo se ha visto sustituido por ascensiones iguales a cualquier paquete turístico, cazadores de tendencias que viajan a la montaña del mismo modo que después lo harán al espacio, aspirantes a aventureros que jamás se han puesto unos crampones, sherpas con presupuestos laborales de ministerio, cuerdas fijas atestadas, oxígeno embotellado desde el campamento base y, sobre todo, pagar lo que haga falta con tal de pisar la cumbre.

La pelea a pedradas y cuchilladas que ha enfrentado a una turbamulta de sherpas contra tres alpinistas occidentales ¡a casi 7.000 metros de altura! es el último capítulo de una espiral a la que se ha llegado por la cantidad de intereses que hay por medio: de las autoridades nepalesas, que se forran con el beneficio de unos permisos para subir que siempre encuentran comprador; de las agencias especializadas que copan los permisos y los mejores sherpas; de esos mismos sherpas con salarios astronómicos; decaprichosos y adinerados aspirantes a alpinistas que sostienen el boyante negocio de subir al techo del mundo… Entre todos han convertido al Everest en el parque de atracciones del alpinismo de altura.

Pagar por subir

El final de los 80 marca un punto de no retorno en los precios por subir al Everest. Es entonces cuando el alpinismo comercial llega al Himalaya. Hasta entonces, un permiso (en todos los países cuyo territorio ocupa parte de la cordillera asiática, como China, India, Nepal y Pakistán, hay que pagar un canon por intentar subir a las cumbres más reconocidas) era de 10.000 dólares por expedición para la ruta normal de la cara sur, en Nepal. Durante unos años, los permisos del lado tibetano, anexionado por China, eran más económicos, pero en la actualidad son prácticamente iguales. A partir de 1992, esos 10.000 dólares pasaron a cobrarse a cada alpinista. El pretexto, evitar la masificación de la montaña. La realidad, multiplicar por diez los beneficios de un negocio que ha experimentado un auge impensable. Por supuesto, nadie rechistó y las nuevas cuotas se aceptaron del mismo modo que una nevada en el campamento base. En la actualidad, el dinero que hay que invertir para viajar al Everest oscila entre 30.000 y 80.000 euros.

Sería equivocado pensar, sin embargo, que aquí todo puede conseguirse con dinero. «Para escalar a 8.000 metros no hay dinero que pueda garantizar el resultado. Parece que cada vez hay más gente dispuesta a pagar al contado, pero no todos tienen intención de invertir en sí mismos, de aportar el esfuerzo personal que haga falta para prepararse en cuerpo y mente, de comenzar con cimas más bajas para intentar al final subir ochomiles». Anatoly Bukreev, uno de los mejores guías de la historia del Everest, supo ver el problema en los años 90, cuando la masificación en la montaña más elevada de la Tierra no era ni por asomo lo que es ahora.

En el Everest también hay clases sociales

Es verdad que no hay dinero que garantice alcanzar la cima, pero no menos cierto resulta que cuanto más pagues, más posibilidades tendrás de subir. La aparente contradicción se explica por la naturaleza de un desafío que tiene un importante componente aleatorio. Una temporada especialmente adversa sin apenas ventanas de buen tiempo, cualquier aglomeración en las cuerdas fijas más allá de la cima sur y la indisposición de tu organismo ante el ataque de la altura son algunas de las circunstancias que no se pueden evitar tirando de visa. En esto el bueno de Bukreev tenía razón. Pero en el Everest también hay clases sociales.

Lo habitual para intentar alcanzar la cima es apuntarse en una agencia especializada. Hay bastantes y cada una tiene un precio diferente. Las más caras son las que garantizan mejores resultados, puesto que cuentan con los mejores sherpas, gozan de las mejores ubicaciones de los campamentos, se sube al ritmo que imponen sus clientes y éstos disponen de más cantidad de oxígeno embotellado y pueden contar hasta con dos sherpas por occidental. El precio de las mejores agencias es más del doble que las menos importantes, cuyos resultados son menos espectaculares. Hay agencias que recurren a sherpas sin apenas experiencia para llevar clientes por la montaña. El precio es tan barato como elevado el riesgo que se corre.

Soporte económico de Nepal

Además del aspecto deportivo y de entretenimiento, el turismo de altitud tiene importantes connotaciones económicas. Está considerado como la primera industria del pequeño país del Himalaya. El Everest es la joya de la corona del alpinismo masificado. Las expediciones y grupos de ‘trekking’ que operan en Nepal reportaron un beneficio de 24 millones de euros en 2012. De ellos, dos millones correspondieron a la montaña más elevada de la Tierra, cuyo volumen de negocio generó 11,5 millones de dólares (unos nueve millones de euros) en beneficios indirectos.

El papel como motor económico para Nepal de este segmento turístico se expresa del mismo modo en la cantidad de puestos trabajos que se le asocian. En 2012, 300.000 nepalíes tuvieron trabajo relacionado con el turismo en el Himalaya, lo que supone el 11% de la población del país. Los cálculos señalan que su número estará cerca del medio millón de personas en 2021. A cambio, y salvo honrosas excepciones, los valores del alpinismo clásico se han perdido, se produce una severa contaminación del entorno y las culturas que viven a sus pies sufren una irreversible y perniciosa contaminación en sus formas de vida ancestrales.

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