Unas 90.000 personas, entre la nostalgia y la exaltación, reclaman en el Camp Nou una Cataluña «libre» y piden a Mas que «cumpla con las expectativas generadas».
Por Germán GONZALEZ. Copyright.2013
Como ya ocurrió tras la manifestación de la última Diada, el presidente del Govern, Artur Mas, deberá gestionar la reivindicación soberanista que se vivió ayer en el Camp Nou. Unas 90.000 personas llenaron el estadio en el llamado Concert per la llibertat, que sirvió para reclamar de nuevo la independencia de Cataluña. El amarillo y el rojo de las esteladas se agitaban ante éxitos de otras épocas que rememoraban cantantes como Peret o Dyango.
Muriel Casals, presidenta de Òmnium Cultural, organizadora del acto, bajó al terreno de la política para reclamar a los «partidos parlamentarios» un calendario concreto para el referéndum de autodeterminación.
En un acto marcadamente catalanista apenas se vieron senyeras –la bandera oficial de Cataluña–, ya que fueron sustituidas por esteladas, incluso se escenificó una con la platea y el escenario –por donde desfilaron unos 450 artistas– y que tenía forma de estrella. Hacia la mitad del evento los asistentes formaron un gran mosaico en inglés con el lema Fredoom for Catalonia 2014, que fue coreado con gritos en favor de la independencia, sin duda la palabra más repetida a lo largo de la noche, y entonando Els Segadors.
Sobre el escenario se escucharon canciones en catalán, castellano, árabe, alemán, inglés, vasco y gallego. Actuaron nombres importantes dentro del panorama musical catalán de numerosas épocas, aunque los más nostálgicos escucharon a Lluís Llach (hubo una parte entera del concierto dedicada a él), Marina Rossell o Maria del Mar Bonet. También hubo interpretaciones de artistas españoles como Ramoncín, que apareció casi al final de la noche, o Paco Ibáñez, que cantó un poema de León Felipe.
Aunque la petición de referéndum y de independencia fueron las más reivindicadas por los artistas, también hubo quien aprovechó las canciones para criticar los recortes de la Administración, como el cantante Gerard Quintana, que afirmó que con estos ajustes «no se avanza».
Por su parte, el actor Joel Joan presentó la camiseta de color amarillo que se quiere utilizar durante la «cadena humana» que las entidades catalanistas quieren hacer el próximo 11 de septiembre. Precisamente, los beneficios de este concierto irán destinados a la organización de este acto que pretende unir Francia con Valencia.
El momento más político fue la intervención de Muriel Casals, presidenta de Ómnium Cultural –una de las entidades organizadoras del acto–, que recordó «la necesidad de no perder el impulso que proviene de una sociedad movilizada y organizada que ha asumido su protagonismo». Por eso, pidió a los «representantes democráticos» que «concreten un camino que es complicado, pero que no puede aplazarse». «Los partidos deben ser conscientes de las expectativas que se han generado y que necesitan ser concretadas en el calendario», proclamó.
Casals destacó que el concierto servía para recordar que «queremos ejercer la democracia sin barreras, pacíficamente», ya que «nadie puede prohibir un referéndum democrático». Además, animó a todos los catalanes a participar, incluso a aquellos que no quieren la independencia pero sí otra forma de relación con España. En este sentido, llegó a afirmar que se quieren mantener las «relaciones fraternales» con los ciudadanos españoles y europeos.
De esta petición debieron tomar buena nota los políticos que acudieron al concierto. En representación del Govern fue su vicepresidenta, Joana Ortega, ya que Artur Mas tenía un compromiso familiar. Ortega afirmó que el evento no va «contra nada ni contra nadie», pese a que reconoció que «seguramente pone nervioso a alguien».
La vicepresidenta destacó que el concierto demuestra que Cataluña «quiere expresar libremente su futuro» y que lo hace con «ilusión» y con el «talante de la concordia y el civismo». Además, indicó que se trata de un «acto de libertad y democracia», ya que los catalanes quieren decidir su futuro de forma «pacífica y legal».
También acudieron al concierto otros consellers, como el de Presidencia, Francesc Homs; el de Justicia, Germà Gordó; la de Educación, Irene Rigau; el de Cultura, Ferran Mascarell, y el de Territorio y Sostenibilidad, Santi Vila. También estuvo presente la consellera de Bienestar Social y Familia, Neus Munté, que se situó entre el público. Junto a ellos se pudo ver a numerosos representantes de ERC, con su líder, Oriol Junqueras, al frente. No acudió al evento ningún representante del PSC.
Pese a que el concierto no comenzó hasta las 20.00 horas, los alrededores del campo estaban llenos unas tres horas antes. La gente paseaba por los numerosos tenderetes con productos nacionalistas, en su mayoría esteladas estampadas en camisetas, banderas y cualquier objeto doméstico.
Por Salvador SOSTRES. Copyright.2013
Es justo lo que el independentismo quiere. Una manifestación, una concentración, un concierto. Encender con velas una estelada gigante, arropar en la plaza Sant Jaume al president que regresa de Madrid con un agravio más sobre el que construir la épica del pueblo maltratado. Ayer en el Camp Nou se hizo el enésimo simulacro de un pueblo que no quiere pagar ningún precio. Flotaba en el ambiente una entrañable nostalgia de Franco. Nostalgia de aquellos años dorados del catalanismo –sin duda los mejores que ha tenido– en que éramos víctimas y teníamos razón, aquellos años en que la censura estilizó el verbo de los cantautores y correr delante de los grises dio vigor y sentido a toda una generación.
Si el precedente del concierto de ayer nació de la tozudería de Llach, que en 1985 quiso demostrar que todavía había público para cantar en catalán y fue el primero que consiguió llenar el campo del Barça; el evento de ayer fue la metáfora perfecta de la extrema incompetencia del catalanismo institucional. En el contexto de un especial talento en el panorama musical catalán, Òmnium Cultural organizó un concierto soporífero y demencial, trufado de viejas glorias con más pasado que futuro y de jóvenes oportunistas cuyas carreras ya han muerto antes de nacer.
En un concierto en favor de la libertad y del derecho a decidir, los participantes no pudieron decidir lo que querían cantar, ni cómo ni con quién. El España nos roba tuvo también su réplica en el espectáculo, pues de un lado los artistas no tuvieron más remedio que actuar gratis y del otro, Lluís Llach, el más comunista de todos, se llevó una pasta en derechos de autor, puesto que la segunda parte del espectáculo consistió, absurdamente, en que diferentes artistas versionaran sus canciones. Los cantantes y grupos catalanes más significativos del momento declinaron participar en semejante patochada.
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