- Tendría ventajas respecto a una acción más sostenido e inconvenientes
- Obama hará una declaración pero no anunciará un ataque inminente.
Por Eduardo SUAREZ. Copyright.2013
Barack Obama se ha resistido a implicarse en el conflicto siriodurante dos años. Sólo la crudeza del ataque químico a las afueras de Damasco le ha llevado a sopesar la posibilidad de unaintervención militar. Esta tarde hará una declaración sobre Siria a las 13.15 h. (19.15 en la Península) sobre sus planes pero no anunciará un ataque inminente, según la Casa Blanca. El ataque que baraja la Casa Blanca tiene algunas ventajas respecto a un compromiso bélico más sostenido. Pero también entraña algunospeligros que merece la pena destacar.
- 1. ¿Y si se produce una involuntaria masacre química?
La Casa Blanca no puede acreditar el paradero exacto de los arsenales químicos del régimen. Al inicio de la guerra, estaban en unos 50 depósitos esparcidos por el territorio. Muchos en lugares muy poblados como los suburbios de Damasco o las ciudades costeras del Mediterráneo. Pero desde entonces el régimen los ha podido mover.
Por eso los expertos subrayan que no están en el punto de mira del ataque estadounidense. Bombardearlos podría desencadenar sin quererlo una masacre como la de Guta y capturarlos requeriría una operación terrestre que Obama no está dispuesto a financiar. El analista Steven Bucci dice que una posible opción sería atacar los lugares donde se elaboran las sustancias venenosas que se introducen luego en los misiles sirios. Pero añade que sería una estrategia absurda porque Siria tiene el arsenal químico más grande del mundo.
Es mucho más probable que el ataque de Obama se dirija aotras instalaciones del régimen: aeródromos militares, baterías de misiles y centros de reclutamiento. Pero eso tampoco evitaría del todo el riesgo de un involuntario ataque químico porque el entorno podría haber movido los arsenales en los últimos meses.
- 2. ¿Y si Asad responde con segundo ataque químico?
Obama no deja de subrayar que su intención es llevar a cabo un «ataque limitado». Pero son varios los expertos que advierten que es difícil calibrar de antemano el alcance de cualquier intervención militar. El entorno del presidente plantea el ataque como una operación de castigo contra el régimen. Pero no explica qué ocurriría si sus líderes responden a los bombardeos con un segundo ataque químico sobre su población.
El régimen ha ido construyendo sus armas químicas durante varias décadas y tiene reservas de sarín y gas mostaza para desencadenar cientos de masacres como la que asoló Guta. Israel estima que el arsenal rozaría las 1.000 toneladas y está gestionado por una institución gestionada por la inteligencia militar.
Siria empezó a desarrollar armas químicas a finales de los años 70 por temor al programa nuclear de Israel. Primero con la ayuda de varias empresas europeas y luego con gracias al respaldo de Rusia y del régimen iraní.
El objetivo de la intervención de Obama no es frenar las matanzas de civiles ni cambiar el rumbo de la guerra sinoconvencer a Asad de que no debe echar mano de sus reservas químicas para ganar la guerra. Pero la inteligencia británica decía el jueves que el régimen ha llevado a cabohasta 14 ataques químicos desde 2012 y muchos analistas temen que lo vuelva a hacer en cuanto dejen de llover los ‘tomahawks’.
«Si Asad usara armas químicas de nuevo, esto podría ser un golpe significativo para la credibilidad de Estados Unidos yobligaría a Obama lanzar un ataque más fuerte para lograr los objetivos originales«, decía esta semana el teniente coronel Gordon Miller, miembro del Center for New American Security.
¿Lanzaría Obama un segundo ataque si eso sucede? ¿Sopesaría la posibilidad de una intervención más amplia? Por ahora el presidente no se ha pronunciado sobre esa posibilidad. Pero todos los signos indican que actúa a regañadientes y hará lo posible por no involucrarse más.
- 3. ¿Y si los rebeldes se apropian de alguno de los arsenales?
La Casa Blanca nunca se ha fiado de la oposición siria. No tanto por su desunión como por la preponderancia creciente de elementos islamistas próximos a Al Qaeda que amenazan con añadir más leña al fuego de la inestabilidad de la región. Por eso Obama se ha resistido durante dos años a armar a las milicias contra el criterio de algunos de sus generales y por eso no lo hace tampoco ahora y opta por un ataque punitivo y limitado, dirigido sobre todo a lanzar unmensaje al régimen iraní.
Al presidente le preocupan más la inestabilidad y el caos en la región que las matanzas de civiles. Por eso ha hecho lo posible por mantenerse al margen del conflicto pese a las sugerencias de algunas personas de su entorno y a la insistencia de ‘halcones’ como John McCain.
A principios de junio la Casa Blanca llegó a anunciar que había tomado la decisión de armar a los rebeldes y fuentes del Pentágono mencionaron la posibilidad de establecer una pequeña zona de exclusión aérea junto a la frontera jordana para entrenar a los elementos menos peligrosos de la oposición. Tres meses después, ninguno de los dos planes se ha llevado a cabo. Un extremo que ha generado malestar en aliados como Turquía o Arabia Saudí, que daban por hecho que Estados Unidos les ayudaría en su empeño de derrocar al régimen.
La renuencia de Obama a actuar ha potenciado la influencia de los islamistas y ha acrecentado los problemas que supondría para Estados Unidos una Siria sin Asad. Pero a corto plazo podría plantear un escenario de pesadilla para el presidente si su ataque ayuda a las milicias próximas a Al Qaeda a apropiarse de los arsenales químicos que por ahora controla el entorno del dictador.
¿Es posible capturar los arsenales para asegurarse de que los rebeldes no se apropien de ellos después del ataque? La respuesta la dio hace unos días el general Martin Dempsey, jefe del Estado Mayor y máxima autoridad militar por debajo del presidente: «Esa opción requeriría una zona de exclusión aérea y un ataque con misiles planteado con cientos de aeronaves, submarinos y otras tropas. Harían falta fuerzas especiales y los costes sobrepasarían los 1.000 millones de dólares por cada mes que durara la misión».
- 4. ¿Y si Asad responde con un ataque a Turquía o a Israel?
El régimen sirio ha amenazado con responder al ataque de Estados Unidos. Pero se antoja difícil que sus misiles Scud puedan alcanzar a los cinco destructores que lanzarán los misiles o a cualquiera de las bases estadounidenses en Oriente Próximo. La respuesta más probable sería un ataque a Israel o a Turquía: los dos aliados a los que Estados Unidos está obligado a defender.
La fuerza aérea siria tiene unos 400 aviones operativos y su Ejército gestiona una de las defensas antiaéreas mejor preparadas de la región. Los analistas militares atribuían a Damasco un ejército de unos 250.000 soldados antes de la guerra. Pero las cifras podrían haberse triplicado durante el conflicto por la movilización de los reservistas y la creación de nuevas milicias para defender al régimen de los ataques de la oposición.
Y sin embargo la respuesta más probable no la llevaría a cabo el régimen sino sus aliados de la organización libanesaHizbulá, que podría lanzar su enésimo ataque sobre Israel y caldear aún más la inestabilidad de la región. ¿Hasta dónde llegaría en ese caso la respuesta israelí? Es difícil saberlo. Pero un mero error de cálculo podría desencadenar un conflicto abierto con el régimen de Teherán.
- 5. ¿Qué hacer después del ataque?
Los expertos advierten que el problema fundamental del ataque que plantea Obama es que no responde a una estrategia general sobre lo que ocurre en Oriente Próximo. Hace tiempo que el conflicto sirio dejó de ser una guerra civil para convertirse en un escenario más de la lucha soterrada entre Irán y Arabia Saudí por hacerse con el control de la región.
Los saudíes son los aliados de Estados Unidos. Pero Obama ha optado por mantenerse al margen de la guerra, incapaz de decidir si prefiere un triunfo de los rebeldes respaldados por sus aliados o una victoria de Asad. El ataque que ahora plantea no alterará el equilibrio del conflicto y eso es un problema para el presidente, que se arriesga a dar la impresión de que su intervención es un mero bombardeo cosmético para no desdecirse de la ‘línea roja’ que él mismo se marcó.
«La idea de que un ataque rápido puede produce un impacto duradero y sustantivo es a menudo una ilusión», advertía esta semana Robin Wright, miembro del Woodrow Wilson International Center.
El general James Mattis, responsable hasta hace unos meses de las tropas estadounidenses en Oriente Próximo, advertía recientemente de los peligros de cualquier intervención: «Si Estados Unidos se involucra, ésta va a ser una guerra muy seria y sin limitaciones». Un mensaje que contrasta con el lenguaje de la Casa Blanca pero que concuerda con las palabras del general Dempsey, que a principios de agosto hizo en una entrevista televisiva una profecía que conviene recordar: «Mientras evaluamos nuestras opciones, deberíamos poder concluir con alguna confianza que el uso de la fuerza nos moverá hacia el objetivo que deseamos. Y una vez actuemos deberíamos estar preparados para lo que venga después».
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