Sánchez y Rivera se entienden.

1548c94066e8d260da3d1d8c89bff040_XLLa exhibición propagandística de Podemos en la sesión inaugural de la legislatura evidenció la distancia que separa al partido de Pablo Iglesias del PSOE. «Ya tenemos a los payasos en el circo, ahora sólo falta que aparezca la cabra», ironizaba ayer una diputada socialista.

La posibilidad de un acuerdo para la formación de una coalición de partidos de izquierda se aleja. No sólo por la frivolidad mostrada en la Cámara, sino porque, previamente, en la negociación para conformar la Mesa del Congreso, se produjo un choque frontal entre Pedro Sánchez e Iglesias que refleja dos formas diferentes, y hasta contrapuestas, de entender la política.

El líder de Podemos condicionó cualquier acuerdo, incluido un hipotético apoyo de investidura a Sánchez, al respaldo a su propuesta de constituir cuatro grupos distintos (Podemos, En Marea, En Comú y Compromís) en el Congreso. El argumento que utilizó Iglesias es coherente con su visión pragmática de la realidad: «El Reglamento ya se ha retorcido otras veces, así que esta no sería una excepción». ¿Es eso la nueva política?

El nerviosismo de Iglesias, su enfado al no lograr su objetivo y su posterior ataque en tromba a Sánchez tienen su explicación: no ha podido cumplir la promesa que hizo a sus aliados y, por tanto, éstos, si hay nuevas elecciones, podrían optar por acudir en solitario a las urnas, lo que debilitaría enormemente a Podemos.

Aunque el jefe de filas del PSOE mantiene abierta la puerta a un acuerdo sobre la agenda social con Podemos, a medida que pasan los días se va perfilando un acercamiento a Ciudadanos.

Después de una campaña dura, en la que Sánchez no se cansó de repetir queRivera era la muleta del PP, ahora percibe las posibilidades de llegar a compromisos sobre regeneración, reforma electoral, e incluso sobre la reforma de la Constitución.

Ambos líderes han constatado en sus encuentros para la elección de Patxi Lópezcomo presidente del Congreso que existe entre ellos algo más que un nexo generacional. Ni a Sánchez ni a Rivera les interesa que haya nuevas elecciones. Harán todo lo posible para evitarlas y esa coincidencia en lo que no desean les hará buscar sinergias donde ahora sólo ven obstáculos.

Sánchez es consciente de que Iglesias lo que pretende es destruir al PSOE, ocupar su lugar como partido hegemónico de la izquierda. Es, por tanto, su principal competidor. Pero, al mismo tiempo, sabe que Podemos le ha robado una porción importante de sus votantes. Recuperar a esos votantes manteniendo su perfil de partido de gobierno, institucional, es el gran reto que tiene por delante el líder socialista.

Además, Sánchez reconoce que sus enemigos internos, capitaneados por Susana Díaz, no han renunciado a descabalgarle, sino que han optado por un repliegue táctico, una tregua hasta que se produzca una ocasión propicia. Aunque la presidenta de la Junta ha sufrido un notable desgaste interno por una ofensiva en clave de poder que ha hecho daño al partido, volverá a intentarlo si el secretario general no logra ser investido.

Todos esos factores, además de la aversión común a Rajoy, apuntan, a día de hoy, a un entendimiento PSOE/Ciudadanos.

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