Rajoy, como en 2003, como en 2008
Pablo Iglesias pide la vicepresidencia en un Gobierno de coalición con el PSOE e IU
Hacer de la necesidad virtud y agarrarse a un clavo ardiendo aunque las manos queden en carne viva. Mariano Rajoy encontró ayer, a media mañana, el burladero tras el que protegerse, al menos de momento, para no tener que pasar por el calvario de una investidura fallida. Y se lo puso en bandeja el más inesperado:Pablo Iglesias.
El líder de Podemos se descolgó, tras su cita con el Rey, con una propuesta dirigida a Pedro Sánchez que incluía no sólo la oferta de respaldar su aspiración a instalarse en La Moncloa, sino que, además, perfilaba un equipo de gobierno con carteras distribuidas. A la vista de este órdago, Rajoy decidió dar un paso atrás, forzar un tiempo de espera y confiar en que la esbozada alianza Podemos–PSOE haga aguas.
La luz se abrió ante los ojos de Rajoy, que vio cómo se le servía la oportunidad de justificar la decisión de dar un paso atrás ante la inminente decisión del Rey de proponerle a él como primer candidato a la Presidencia. Dicho y hecho.
A las 19.50 horas, la Casa del Rey emitía un comunicado de cuatro puntos en el que daba cuenta de la conclusión de la ronda de consultas de Felipe VI con los líderes políticos [lea la nota en PDF].
La sorpresa llegaba en el segundo apartado: «En el transcurso de la última consulta, celebrada con Don Mariano Rajoy Brey, Su Majestad el Rey le ha ofrecido ser candidato a la Presidencia del Gobierno. Don Mariano Rajoy Brey ha agradecido a Su Majestad el Rey dicho ofrecimiento, que ha declinado».
Felipe VI mantendrá una audiencia el lunes con el presidente del Congreso de los Diputados, el socialista Patxi López, y el miércoles emprenderá una segunda ronda de consultas con los representantes de las fuerzas parlamentarias, para proceder a su término a hacer una nueva propuesta de aspirante a presidente.
Y aunque nada está escrito y podría haber aún más sorpresas, de esa segunda ronda debería salir el nombre de Pedro Sánchez como candidato a la investidura.
De esta forma, la presión se agudiza ahora sobre el líder socialista, que debe jugar sus cartas aceleradamente en el estrecho margen que le permiten en su propio partido y las condiciones y demandas que le planteen Iglesias y sus confluencias territoriales. A ello debe añadir además contactos con otros jugadores para ganarse su apoyo o, en su defecto, al menos el compromiso de no oponerse a su aspiración.
Rajoy compareció pasadas las 20.00 horas en La Moncloa para explicar personalmente su sorpresiva decisión, más inopinada aún si se tiene en cuenta que justo 24 horas antes él mismo había confirmado con toda firmeza su voluntad de presentarse a la investidura.
El todavía presidente en funciones aclaró, en primer lugar, que no retira su aspiración pero que considera que «hoy» no tiene una mayoría suficiente de votos que respalde su candidatura. Más aún, él mismo admitió que son muchos más los que apostarían en su contra. «Tengo acreditados 180 noes», llegó a decir.
No obstante, insistió, «seguiré trabajando y volveré a presentarme porque yo planteo una opción, una propuesta». Y volvió a desgranarla: una gran coalición entre PP, PSOE y Ciudadanos, bien para formar un Gobierno tripartito, bien para constituir uno en solitario pero con el respaldo parlamentario de las otras dos fuerzas.
Ésa es, en su opinión, la fórmula que más y mejor defendería los intereses de los españoles, porque estaría sustentada sobre tres fuerzas que «comparten lo esencial».
«Mantengo mi candidatura», insistió una vez más, «pero aún no tengo los apoyos». Y a la vista de la propuesta de acuerdo entre Podemos y PSOE que por la mañana había lanzado Pablo Iglesias, constató que la misma «tendría muchos más votos» que su plan. «Y sobre todo», recalcó, «muchos menos en contra».
Ante este escenario, Rajoy cree que «no tiene sentido» seguir preparando un debate de investidura que habría sido a todas luces un martirio sin ninguna recompensa, «mientras otros están negociando ya el reparto del Gobierno». Estas palabras fueron las únicas que pronunció para referirse directamente a la propuesta de alianza de Podemos al PSOE. Cuando se le insistió para que la analizara con mayor profundidad, rehusó. «No entraré en la oferta de Iglesias ni en las sonrisas del destino», dijo, aludiendo al comentario del líder de Podemos sobre el agradecimiento que le debía dispensar Sánchez por hacerle una propuesta capaz de abrirle las puertas de La Moncloa.
Para el presidente en funciones, que tomó su decisión tras consultar con los más altos cargos del PP y sus más próximos colaboradores –María Dolores de Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría, entre ellos-, se justificó ante los periodistas afirmando que, para él, el debate de investidura de un presidente del Gobierno de España «no es un mero trámite». Y por tanto, dijo no estar dispuesto a cumplirlo con el único propósito de que «empiece a correr el reloj».
«Debemos dar tiempo y margen al diálogo», añadió, «hoy no tengo los votos y no tiene sentido ir así a la investidura». Con estas palabras sugería su voluntad de iniciar por fin, a partir de ahora, una actividad clara en defensa de su propuesta para la gobernabilidad del país. Él mismo afirmó que intentará «hablar con todos los dirigentes políticos», si bien puso en duda que el líder socialista, Pedro Sánchez, acceda a los contactos. Rajoy sigue despechado por el no rotundo que le dedicó el secretario general del PSOE en la reunión que mantuvieron ambos en La Moncloa tras el 20-D. El líder popular le reprocha que, en aquella cita, el socialista ni siquiera quiso escucharle.
Ahora tampoco alberga muchas esperanzas. De hecho, anoche reconoció que será difícil porque Sánchez estará sumido en «otras negociaciones». «Tiene todo el derecho», dijo, «pero yo también lo tengo a seguir presentando una alternativa».
Rajoy, en cualquier caso, interpreta que con los últimos movimientos de las fuerzas parlamentarias rivales se está demostrando una cierta tendencia a «no respetar la voluntad de la gente». Él sigue enarbolando los siete millones de votos que le dieron el triunfo en las urnas. «Aquí ha habido un partido que ha ganado con claridad y la voluntad de la gente no se puede poner en tela de juicio», denunció.
En el imaginario de Mariano Rajoy parece no tener cabida el argumento profusamente utilizado por el resto de fuerzas políticas de que, a costa de sumar opciones variopintas, puede concluirse que son más los que desean un cambio.
El líder del PP pretende, así lo afirmó anoche, desgranar su propuesta, que permitiría, en su opinión, seguir creciendo y creando empleo; consolidar el modelo de bienestar; garantizar la unidad y la soberanía nacional; combatir sin fisuras el terrorismo yihadista, y trasladar un mensaje de estabilidad y seguridad tanto dentro como fuera de nuestras fronteras.
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