Pablo Iglesias sonreía con picardía nada más entrar en la sala de prensa delCongreso, consciente de que tenía preparado un golpe de efecto que sacudiría la agenda política. Colocó a sus más estrechos colaboradores a su alrededor, arropándole, y en sus primeras palabras soltó la sorpresa que tenía dentro. El líder de Podemos lanzó una oferta formal a Pedro Sánchez para conformar un Gobierno tripartito -una coalición entre el partido morado, el PSOE e Izquierda Unida– en el que el secretario general socialista sería el presidente y él, como socio preferencial, el vicepresidente.
De un plumazo, y en una maniobra audaz que comunicó primero al Rey, Iglesias colocó ayer toda la presión sobre el PSOE, al convertir una oferta pública y retransmitida en directo por los medios en un órdago para pactar una alternativa al PP con unas condiciones muy concretas y unas líneas específicas.
Antes de cualquier tipo de negociación bilateral con el PSOE o cualquier contacto informal para tender puentes, Iglesias se adelantó a Sánchez -que estaba a la espera de que Rajoy se estrellara primero en la investidura– y le impuso una serie de proposiciones de partida para esta coalición. Para empezar, su puesto de vicepresidente. Para continuar, la exigencia de que ese Gobierno mixto reparta de manera «proporcional» ministerios a PSOE, Podemos e IU. Y, para terminar, los ejes programáticos de esa alianza por «el cambio».
De manera unilateral, Iglesias eligió a Sánchez hasta los socios de la coalición -no sólo propuso a Podemos sino que incluyó a IU-, y de manera indirecta presentó al líder socialista a quienes serían sus nuevos ministros. Porque toda la gente que había puesto a su alrededor eran, en efecto, los nombres que pone encima de la mesa para formar parte del Consejo de Ministros: Íñigo Errejón, Carolina Bescansa, Irene Montero, Xavier Domènech, la juez Victoria Rosell y el generalJulio Rodríguez.
Repartidas las cuotas de poder -acorde a que les «separan» sólo 300.000 votos- y esbozados los ejes programáticos, Iglesias trasladó toda la presión a Sánchez, al que advirtió: «No caben medias tintas. O se está con el cambio o con el inmovilismo. Hemos venido a gobernar». Con este órdago, si fracasaran las negociaciones y los españoles tuvieran que volver a votar en unas nuevas elecciones, Podemos se asegura tener el relato para culpabilizar al PSOE: si no hay Gobierno «del cambio» es porque los socialistas lo rechazaron.
Por otro lado, la oferta de Iglesias tiene consecuencias imprevisibles dentro del PSOE, ya que sacude sus equilibrios internos. No es un secreto el rechazo que Podemos provoca entre algunos pesos pesados de la formación. Y más con Iglesias de vicepresidente del Gobierno y con un Consejo de Ministros plagado de sus colaboradores.
Un cisma interno en contra de esa alianza, o bien el surgimiento de un movimiento de apoyo al PP como un mal menor, se convertiría en el gran empujón electoral de Podemos para el futuro cercano.
«Tiene la oportunidad de decir si manda él», señaló Iglesias acerca del poder interno de Sánchez o -continuó- si lo hacen los barones socialistas u otras figuras del partido, como Felipe González. El líder de Podemos insistió en que «hay dos PSOE»: uno «sensato» con el que quiere hacer cambios y «unas elites» que dominan la formación y que apuestan por «ponerse de acuerdo con el PP y Ciudadanos».
«Le vamos a dar la oportunidad. La pelota está en su tejado», afirmó Iglesias, que ante el paso atrás de Mariano Rajoy aumentó su presión a Sánchez: «El cambio es posible. Espero que el PSOE esté a la altura».
El líder de Podemos se cuidó mucho ayer en hacer la oferta a Sánchez sin proclamar «líneas rojas» como el referéndum de Cataluña, cuya exigencia se ha ido diluyendo con el paso de las semanas. Seguramente, consciente de que es un escollo insalvable con el PSOE por la postura oficial mantenida por el Comité Federal. «Se tiene que poner en discusión con otras», dijo, «queremos escuchar [las propuestas] de nuestros eventuales socios».
Como principal novedad, Iglesias propuso crear una suerte de ministerio de la plurinacionalidad para buscar una solución al encaje territorial de Cataluña. Y propuso a Xavier Domènech, de En Comú Podem, para liderarlo. A la vez, insinuó que podría asumir otras áreas prioritarias como Política Social, Defensa, Economía o Interior.
«Ser presidente es una sonrisa del destino que siempre tendrá que agradecer», dijo Iglesias sobre Sánchez, en un dardo envenenado.
Más tarde, se felicitó por el éxito de su propuesta. «Hemos conseguido que el candidato del PP se retire».
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