Dopaje de Sharapova: Meldonium, de los cerdos a los atletas

Sharapova da positivo en un control antidopaje

Opine: ¿Existe el dopaje de Estado en Rusia?

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  • CARLOS TORO

14573877027545La relación entre Rusia y el dopaje, una constancia más que una sospecha, una certeza más que una hipótesis, alcanzó ayer un grado de máxima repercusión con la noticia del positivo de Maria Sharapova en el Abierto de Australia. La tenista no vive en Rusia, pero parece unida a su cuna por un lazo indestructible que no sólo reviste nobles perfiles sentimentales, sino perversos tintes fraudulentos.

Rusia, de nuevo Rusia, siempre Rusia, heredera de la URSS, asociada a trampas deportivas que ofrecen todo el aspecto de comportamientos individuales, hijos de una arraigada cultura y práctica estatales en ese sentido extraviado. Cada vez parece más evidente que algo muy similar al viejo dopaje de Estado, unido al que, al abrigo de esa decisión política, adoptan por su cuenta diversos deportistas educados en el sistema, está manchando el deporte.

La sociedad, el público, el aficionado toman auténtica conciencia de la existencia de esta lacra cuando afecta, en calidad de indeseables protagonistas, a figuras del deporte. Así sucedió en los casos de Ben Johnson, Marion Jones, Lance Armstrong, etc. Mientras eso no sucede, la gente tiende a considerar el dopaje la desviación ética de personajes de segunda que toman atajos para tratar de ser de primera.

Sharapova, ¡ay, Maria!, ha dado positivo por meldonium, un producto que pudiéramos llamar de moda. La misma sustancia que encontraron en el organismo de Eduard Vorganov (vaya, otro ruso), ciclista del Katusha y de -eso es una novedad- la atleta etíope nacionalizada sueca Abeba Aregawi, campeona del mundo de 1.500 en 2013. Estamos, sí, ante una moda. Pero en el dopaje deportivo la moda la dicta la eficacia. Nadie ingiere o se inyecta algo, un reconstituyente o un veneno, si no le es útil. Entre los brujos se corre la voz y ya está montada la cadena de adquisición, distribución y empleo.

El meldonium es una molécula descubierta o procesada por el científico letónIvars Kalvins a comienzo de los años 70. Como tantas sustancias, nació, inocente, para potenciar la cría de animales, en este caso cerdos. Transformada e incorporada al consumo humano, y comercializada con el nombre de Mildronate, entre otros «milagros» incrementa la resistencia, favorece la recuperación, protege contra el estrés y reactiva el sistema nervioso central. Y también, prohibida desde el 1 de enero de este año, viene a demostrar por enésima vez que la trampa va por delante de su descubrimiento. La limpieza corre siempre tras la suciedad, tratando en vano de adelantarse a ella y desterrarla.

Y menos mal que a veces interviene el azar bienhechor, aunque no preventivo. Resulta que, en 2015, en el prestigioso laboratorio de Colonia se estaban realizando diversas pruebas para homologar un moderno espectrómetro de masas. Y los científicos descubrieron que, en cientos de muestras de orina, aparecía una molécula inédita o, al menos, desconocida. Primero surgió la sorpresa. Luego creció el interés. Finalmente estalló la alarma. Si estaba tan extendida entre los deportistas es que había gato encerrado.

Lo había. Identificada con toda la celeridad posible la molécula de marras, fue incluida por la Agencia Mundial Antidopaje en la lista de productos vetados, a raíz del informe de Colonia que hace hincapié en las virtudes ya descritas. Por estos pagos la acabamos de descubrir, pero lleva décadas «funcionando» en la vieja URSS y la nueva Rusia. Saquen sus conclusiones.

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