La hora de Cifuentes

Tras el accidente que la llevó a la UCI, Cristina Cifuentes dice que se toma la vida «como un regalo».

¿Es un regalo envenenado ser la encargada de limpiar el PP de Madrid? Ella no lo cree.

Hablamos con la presidenta de su nueva misión y aspiraciones

Sergio Enriquez-Nistal. 02/03/2016. Madrid. Madrid. Cristina Cifuentes. NO UTILIZAR SIN CONSULTAR A CRONICA

Sergio Enriquez-Nistal. 02/03/2016. Madrid. Madrid. Cristina Cifuentes.

Cristina Cifuentes (51 años) sube con tacones los 71 escalones de una escalera de caracol para llegar a su cita con Crónica. El lugar elegido es la torre del reloj de la sede de la Comunidad de Madrid en la Puerta del Sol. Luce una coqueta chaqueta amarilla, alejada del look provocador de la reina de las doce uvas, Cristina Pedroche. Porque la campanada este año la ha dado Cifuentes. Al menos en Génova 13.

Las agujas marcan la una menos diez. «Su hora en el PP le ha llegado con algo de retraso, ¿no cree?» -le preguntamos. «En la vida las cosas llegan cuando llegan. Ahora tengo la oportunidad de hacer cosas en el PP de Madrid y en el Gobierno regional», afirma la popular mientras contempla la panorámica como si fuese una cámara GoPro. Tiene Madrid a sus pies. Hoy es el aniversario de una llamada que supuso el espaldarazo a su ascendente carrera. La de la número dos del PP, María Dolores de Cospedal, ofreciéndole torear como primera espada en la difícil plaza de la Comunidad. La misma que le telefoneó semanas atrás para una faena aún más embarrada: resucitar al PP madrileño de sus cenizas púnicas.

«No voy a tener problemas en cortar cabezas a aquellos que sean corruptos en el partido», promete Cifuentes, quien durante estos años se ha desmarcado del argumentario del PP cuando creía que debía hacerlo. Toda una outsider. Un comportamiento que le granjeó años de soledad en su partido, de indiferencia, de vacío. De sentirse como una «apestada». Incluso cuando era delegada del Gobierno en Madrid.

-¿Qué ha cambiado para que ahora sea el ojito derecho de Mariano Rajoy?
-Ha habido algunas etapas en las que me convertí en invisible para mi partido. Pero uno en la vida tiene que reinventarse cuando tiene una dificultad. Mi situación actual es producto de mi trabajo -habla Cifuentes ya desde el sofá de piel de su despacho oficial. La mesa está presidida por una bandeja de cerámica y una docena de piedras del tamaño de una manzana. La obra no la compró en el Moma de Nueva York. Son los proyectiles que algunos manifestantes de la Marcha por la Dignidad lanzaron contra la Policía el 22 de marzo de 2014. Hay adoquines del Paseo de Recoletos, trozos de las mesas del Café Gijón…

Para Cifuentes, este último ha sido su mejor año en términos políticos. Por decisión de Rajoy, pasó de ser la aguerrida (y odiada por los más radicales) delegada del Gobierno a ser la reina de Madrid. No se habría imaginado algo así hace tres años. Cuando «lloraba» al ver cómo amenazaban a su hija o sufría escraches en la puerta de su casa. Ni hace dos años cuando estuvo al borde de la muerte tras un terrible accidente de moto. Aquel día se le apareció un ángel de la guarda.

¿Qué aprendió del «infierno» de la UCI?
Aprendí a sobrevivir y a perder el miedo a todo. Tal vez mi destino decía que tendría que haber muerto ahí. Por ello, me tomo la vida como un regalo.
Usted es agnóstica. ¿No pidió fuerzas a Dios cuando estaba acariciando la muerte?
No, pero agradezco mucho la cantidad de gente que me mandaba al hospital rosarios, estampitas y la cantidad de gente que rezó por mí. Eso nunca viene mal.
¿Ya no le gritan por la calle?
No. Ahora sólo recibo muestras de cariño. Los años en los que fui delegada del Gobierno fueron años de mucha conflictividad social. La semana pasada estuve media hora haciéndome selfies en los aledaños del Bernabéu tras el derbi. Y yo soy madridista, pero también se acercaban aficionados del Atleti.

Cifuentes agarra el mando y enciende un plasma de 47 pulgadas. Su semblante cambia. Acaba de ver a Pablo Iglesias fundiéndose en un beso con su compañero de bancada Xavier Domènech. Como si fuesen los comunistas Honecker y Breznev calentando la Guerra Fría. «Entre esto y lo del bebé de Bescansa, vaya, vaya. Es puro espectáculo para buscar la foto y para que en vez de hablar de lo que dijo de Otegi, se hable de eso», expresa.

¿No le pareció bien su excarcelación?
Las sentencias se tienen que cumplir y en este caso no lo discuto. Lo que no veo bien es que Pablo Iglesias diga que era un preso político cuando en España no hay. Es un señor que estaba en la cárcel por colaboración con ETA. Presos políticos hay en Venezuela, el sistema que defiende Pablo Iglesias.

Le toca el turno de réplica a Albert Rivera. Cifuentes no despega su penetrante mirada del televisor.

¿Qué le parece el listón que le ha puesto Ciudadanos a Pedro Sánchez a cambio de ser su muleta?
Me siento de manera parecida a cuando vi la negociación de Ciudadanos con Susana Díaz. Era prácticamente lo que tú quieras cuando tú quieras. En Madrid me costó muchísimo más trabajo.

Esta hija de militar también sigue el debate por Twitter. Ella no tiene trolls que contesten. Le gusta el trato directo. «Y que me miren a los ojos», nos dice. Su quiniela es que habrá nuevos comicios, aunque teme la llegada in extremis de un acuerdo entre el PSOE, Podemos y otras fuerzas nacionalistas. «Me resulta difícil creer que si pueden gobernar no lo hagan. Pero bueno, todo este debate es un teatrillo de Sánchez para consolidarse como el candidato del PSOE en unas eventuales elecciones», manifiesta.

¿Usted no se abstendría para evitar a Iglesias controlando el CNI?
No. Yo apoyaría un gobierno de coalición entre PP, PSOE y Ciudadanos. Aguirre ya planteó abstenerse en el Ayuntamiento de Madrid y no le dio resultado

A Cifuentes es difícil sacarle un exabrupto sobre el líder socialista. Ni siquiera que es un «bluf», como dijo su ahora padrino Rajoy. Le profesa «respeto» y le tiene «cariño personal», aunque sí reconoce que ha antepuesto su «supervivencia política al interés de España». «Y eso no lo hace una persona que tiene sentido de Estado», sentencia Cifuentes, quien se niega a comparar al secretario general socialista con el maquiavélico Frank Underwood de la serie House of Cards. A pesar de que ambos comparten la «ambición» de tocar poder. «No quiero hacer spoiler, pero no veo a Sánchez tirando a nadie a las vías de un tren. Lo que no entiendo es cómo se empeña en ser presidente cuando no le han votado mayoritariamente ni en su circunscripción», sostiene.

Sí que lanza su artillería pesada contra los podemitas. Especialmente, cuando se le pregunta como personal docente (es funcionaria de la Universidad Complutense de Madrid) sobre qué enseñanzas les daría a Pablo Iglesias e Íñigo Errejón.

«Tienen que respetar más a los que piensan diferente y ser más humildes. Uno no está en posesión de la verdad absoluta», señala Cifuentes, que toma agua de una botella de plástico. Hace gala de su corporativismo regional al mostrar su etiqueta. Proviene del canal de Isabel II. La coletas, como se autodenominó en este medio, está agotada. Trabaja 14 horas al día, «de lunes a domingo», según sus colaboradores, aunque estos últimos 12 días han sido frenéticos. A pesar de ser una cinéfila empedernida, no ha tenido tiempo ni de ver la oscarizada Spotlight. El menor de los problemas de haber aceptado el reto de presidir la gestora del PP de Madrid tras la deserción de Aguirre.

Es un marrón, pero en la vida hay que ser responsable. El PP de Madrid no está en su mejor momento. Se había producido un vacío de poder con la dimisión de Aguirre y de Ignacio González. Yo podía haber mirado a otro lado y esperar a que llegase un mejor momento, pero hice lo que me pidió mi partido.

¿Cuántas alfombras ha levantado ya?
Apenas llevo una semana y lo que he hecho ha sido encargar una auditoría interna para ver cuál es la situación del partido. Lo segundo que he pedido ha sido un código ético de aplicación para todos los cargos públicos y del partido en Madrid. Cuando haya dudas de que alguien ha tenido algún comportamiento cercano a la corrupción tendrá que dejar su puesto. Nosotros nos comprometeremos a abandonar nuestro cargo cuando nos abran un auto de investigación. Es una posición que ha puesto el listón mucho más alto que otros partidos.
Supongo que le enviará una copia a Rita Barberá…
No me quiero meter en lo que hacen en otros lugares del partido. Yo si fuera ella habría ido a declarar de forma voluntaria ante el juez para que nadie me acusase de que estoy amparada por el aforamiento. En la Comunidad de Madrid vamos a ser la primera comunidad en eliminar todos los aforamientos.
¿Cómo es posible que Aguirre no se enterase de los tejemanejes de su ex pupilo Francisco Granados?
Pregúntele a ella.
¿Cuántos áticos y sociedades offshore tiene usted como le han atribuido a Ignacio González?
Vivo de alquiler y no participo en ninguna empresa.
¿Usted no facilitó información a los investigadores del ático de González, como se ha especulado?
Jamás. No me dedico a eso.
Un guardia civil ha declarado que usted fue una de las víctimas del espionaje político que organizó Ignacio González. ¿Se sintió vigilada?
Todos nos hemos sentido vigilados alguna vez.

Según reconoce, no sólo han escarbado en su vida más personal en busca de trapos sucios. «También han mirado hasta qué han escrito mis hermanos en Facebook. Ahora Podemos está haciendo un recopilatorio sobre mi vida. Están destinando tiempo, recursos, pasan horas buscando en archivos, hemerotecas. Lo que ellos consideran negativo, que es llevar 25 años de servicio público, para mí no lo es», dice.

¿Tiene amigos como Marjaliza, el cabecilla de la trama Púnica?
Yo no le conozco de nada. Me gustan los empresarios honrados.

A la nueva responsable de la gestora «no le consta» que la operación Púnica vaya a hacer temblar los cimientos de Génova una vez más. Lo que sí sabe es qué hará con aquellos que se vean enfangados. «Si algún miembro de mi gobierno es imputado o se abre un auto de investigación formal por cualquier asunto de corrupción, le voy a destituir de manera inmediata. Igual que los miembros de la dirección de la gestora».

¿No cree que el PP debería pedir perdón por sus escándalos?
Lo hemos hecho muchas veces.
A su número dos en la gestora, Juan Carlos Vera, le están vinculando con los regalos de la trama Gürtel como ha desvelado Ok Diario…
Hay que ser más rigurosos. No se puede demonizar a una persona cuando aparece cualquier información. Menos aún cuando Vera no ha sido ni citado como testigo.

A Cifuentes le volvemos a resucitar al fantasma de Aguirre. No es su campo de juego preferido.

¿Sintió placer cuando sacó más votos que ella en la capital?
No, me habría gustado que ella hubiese sido la alcaldesa.
¿Le está dando consejos en ese traspaso de poderes?
No me ha dado ninguno todavía, pero estoy abierta a ello.
Usted creció a su vera… ¿Qué aprendió de ella?
Que hay que disfrutar trabajando y que los retos hay que afrontarlos con entusiasmo.
¿Y por qué no la hemos visto paseando del brazo como ha hecho con Manuela Carmena?
No tendría ningún problema. Habría que preguntárselo a ella. Y Carmena es una persona bienintencionada a la que aprecio.
Algunos populares aseguran que la gestora del PP es su primer paso en la carrera sucesoria de Rajoy…
No estoy en el proceso sucesorio de Rajoy, que por otra parte no se ha abierto. Dentro del PP nadie le cuestiona. Y no sé si me voy a presentar al Congreso de Madrid. Mi preocupación es que sea abierto. Un afiliado, un voto
Si Rajoy la eligiese, ¿aceptaría?
No me planteo la vida con ‘y si’.
¿Hace falta una regeneración total como pide Aguirre?
En el PP tenemos que regenerar muchas cosas. Tenemos que recuperar los votos que hemos perdido, ser mucho más humildes. Tal vez hemos sido tibios a la hora de afrontar algunos casos de corrupción.
¿Tendría Rajoy que haber explicado mejor ese «Luis, sé fuerte» a Bárcenas?
En el PP deberíamos habernos explicado todos mejor.
¿Cómo se puede hablar de regeneración cuando nos encontramos con Villalobos en el Congreso?
No quiero opinar sobre personas en concreto. Tiene que haber gente joven con mucha energía y gente con experiencia y solvencia.
¿Y el resurgir del PP pasa por ser más liberal o más conservador?
Hay que huir de los tópicos. La clave es ocupar el centro político.
Un dirigente del PP dice que al partido «no lo levanta ni Churchill reencarnado». ¿Lo cree así?
No. Ese dirigente más vale que se vaya a su casa porque no se puede ir con ese espíritu por la vida.

Cifuentes incluso es partidaria de dar algún paso simbólico para alejarse de la sombra de corrupción y plantea lo que otros dirigentes hablan en voz baja.»No me parecería mal que nos fuésemos de Génova, aunque eso lo tiene que decidir la dirección nacional. Yo soy más partidaria de implantar un modelo de oficinas electorales y de organizar más actos en la calle», dice. La presidenta de la Comunidad lanza una mirada cómplice a su jefa de gabinete, Marisa González. Labatería que puso en marcha el reloj para que llegase la hora del cifuentismo. La misma que estuvo detrás de los éxitos de Ruiz Gallardón, pero no de su caída en desgracia. A ambas las conocen como las Thelma y Louise del PP y son las defensoras del lema «sin tacón no hay reunión». Toca finalizar la entrevista y le preguntamos a Cifuentes si se ha hecho otro tatuaje (sería el sexto) para celebrar su ascenso en las esferas populares.

-No. ¿Qué quieres, que parezca una burroflauta?

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