Tiros en el pie

victoria-pregoLos problemas en la formación morada no se van a quedar aquí. Lo que estamos viendo es un choque de concepciones de lo que debe ser, cómo debe organizarse y, en consecuencia, hacia dónde debe dirigirse el partido. Es decir, una crisis en toda regla en un momento especialmente delicado para Podemos, porque en este momento sus militantes no saben todavía si van a alcanzar el sueño por el que nacieron -ocupar el poder- o se van a quedar a las puertas de la confitería con la nariz pegada al cristal y viendo cómo son otros los que se comen su anhelada golosina.

A Pedro Sánchez le viene de maravilla este quebranto del partido de Pablo Iglesiasporque eso le permitirá debilitar sus resistencias por los flancos más desguarnecidos y quién sabe si lograr la abstención, o incluso el apoyo, de una parte de las muchas que conforman hoy Podemos. Pero al partido en sí, esas dimisiones seguidas de ceses fulminantes, como el producido inesperadamente el martes por la noche por obra y gracia del todopoderoso Iglesias, le vienen como un tiro en el pie.

Primero, porque no salen de una para meterse en otra y ahí están como prueba las gestoras de Galicia y Cantabria, amén de los problemas que han tenido en el País Vasco, Cataluña, La Rioja y finalmente Madrid, donde las discrepancias han alcanzado ya a la cúpula. Eso produce una imagen de partido inestable y sin cuajar que, en el caso de que se celebraran de nuevo elecciones, les privaría de muchos votos porque a ningún elector le gusta que haya peleas internas en el partido al que vota. Y estos señores no paran.

Segundo, porque, dado el modo rotundamente autoritario con que se están abordando y zanjando los conflictos, se está dando la imagen de un partido en el cual el poder lo ejerce uno y sólo uno, lo que choca frontalmente con el espíritu fundacional de esa formación en el que eran precisamente las bases, los círculos, «la gente» quien se suponía que iba a indicar en todo momento el camino a recorrer.

Desde luego, es muy llamativo que la composición de la Ejecutiva de Podemos sea únicamente potestad del líder, de modo que es Pablo Iglesias quien decide en exclusiva quién pertenece a ella y quien deja de pertenecer. Son esos desajustes los que auguran nuevas disensiones en el seno del partido de Pablo Iglesias porque las bases querrán y reclamarán cada vez con mayor fuerza ejercer su derecho a decidir, derecho que tanto defiende la cúpula pero sólo para determinados territorios de España.

Dado lo visto, no exageramos demasiado si decimos que, como sigan así, en Podemos se va a terminar aplicando el «centralismo democrático», ese eufemismo leninista practicado por todos los partidos comunistas del mundo, que consistía en que las decisiones las tomaba el líder y se imponían bajo una disciplina férrea a todos los niveles hasta llegar al pueblo las consecuencias. Lo de «democrático» se añadía porque se daba por hecho que se hacía en beneficio de la comunidad. Era un decir.

Pero, al margen de los problemas internos de Podemos, la conclusión desde la perspectiva de la negociación para la formación de un Gobierno en España es obligada: este partido no está cuajado para asumir responsabilidades tan altas. No es de extrañar, porque es una formación muy reciente, pero está claro que necesita forjarse en las filas de la oposición unos cuantos años más. Forjarse, equilibrarse y afinar su funcionamiento y su hambre de poder.

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