La innoble desmesura en torno al caso de Rita Barberá se prueba por el carácter limitado, en calidad y en cantidad, del presunto delito. Detrás de la acusación flagrante (que arde o resplandece como fuego o llama) de una trama de blanqueo de capitales se encuentra la evidencia de que el total del dinero comprometido no supera, en la hipótesis más extrema, los cincuenta mil euros: cincuenta supuestos corruptos a mil cada uno; que los llamados investigadores no han podido exhibir ningún indicio de que se trate de una práctica generalizada en el Partido Popular de Valencia y que nada se sabe, hasta ahora, del obligatorio delito antecedente de todo blanqueo de capitales, esto es, la procedencia ilegal del dinero de color. Además, en torno del asunto y la presunta responsabilidad de Rita Barberá, ha vuelto a surgir la expresión in vigilandopara atribuir a la alcaldesa una responsabilidad política independiente de sus responsabilidades penales. Es francamente gracioso que algunos de los que insinúan esta responsabilidad sean airados jóvenes adanes del PP, que, sin embargo, callaron como experimentados viejos cautelosos ante la presunta responsabilidad in vigilandode Mariano Rajoy respecto al tesorero Bárcenas. Más sorprendente todavía es que nadie se la haya atribuido a Pedro Sánchez Castejón. Llegó hace unos días a Galicia, habló y dijo que el responsable del socialismo gallego es «una persona decente que tiene toda mi confianza y la de mi partido», y cuando amaneció de nuevo la juez imputaba al presunto decente (amigo Gómez Besteiro… ¡así funcionan las cosas en España!) seis delitos de espectro variado. Y ello a pesar de que el formidable Sánchez Castejón bien alardeó de que vigilaba.
Pero ni la responsabilidad in vigilando ni su gemela in eligendo pueden aplicarse a la corrupción política (y ya no hablemos de la presunta corrupción política) con la desastrosa facilidad con que se hace. Cualquiera de las dos responsabilidades acaba allí donde empieza el comportamiento doloso de los subordinados. No sólo lo enseña el Derecho Civil, de donde la expresión proviene, sino la pura lógica. La conducta delictiva prevé la subversión de la norma y, en consecuencia, la subversión de la vigilancia. Hasta que no se demuestre lo contrario, Rita Barberá es tan responsable de las supuestas prácticas ilegales de sus concejales como lo son los ciudadanos que votaron la lista que encabezaba. Porque para in eligendo o in vigilando, el fascinante pueblo soberano.
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