Uno de los kamikazes de Bruselas fue detenido en Turquía y deportado

Identificados tres terroristas de los atentados de Bruselas: los hermanos El Bakraoui y Najim Laachraoui

La policía detiene a un sospechoso de los atentados de Bruselas

Al menos 32 muertos en una cadena de ataques en la capital belga

El peor ataque terrorista de la historia de Bélgica dejó el martes un río de sangre, dolor y miedo en la capital de Europa. Tres bombas, tres «ataques violentos y cobardes», según el primer ministro belga, Charles Michel, destrozaron a un país en tensión permanente desde hace casi cinco meses, en estado de negación y ahora aterrorizado y desmoralizado.

Apenas 80 horas después de que la Policía federal capturara el viernes a Salah Abdeslam, uno de los autores materiales de la matanza de París del pasado noviembre y el hombre más buscado de Europa, una célula no identificada pero vinculada a él atacó de forma salvaje.

El Estado Islámico reivindicó el atentado con esta inquietante declaración: «Lo que os espera será más duro y amargo». Los investigadores trabajan sobre una amplia gama de posibilidades, pero durante la tarde la Policía encontró, en un piso del barrio de Scaherbeek, objeto frecuente de redadas antiyihadistas, una bandera del Estado Islámico, un ordenador con mensajes vinculados al IS y restos de un artefacto explosivo. Las pistas que llevaron a la vivienda tienen dos orígenes. Por un lado, vienen de la investigación iniciada la semana pasada que se saldó con Abdeslam y uno de sus cómplices entre rejas.

Horas después de los ataques que han costado la vida a 32 personas -la última víctima ha sido localizada este miércoles en el aeropuerto-, tres presuntos terroristas de los atentados de Bruselas ya han sido identificados. Los dos ‘kamikazes’, uno en el aeropuerto de Zaventem y otro en la estación de metro de Maelbeek, son los hermanos El Bakraoui, Khalid e Ibrahim, de 27 y 30 años, y de nacionalidad belga. El tercero, en busca y captura, es Najim Laachraoui.

El presidente de Turquía ha asegurado que las fuerzas policiales de su país detuvieron a uno de los terroristas suicidas de Bruselas: «Detuvimos y expulsamos el 14 de julio hacia Bélgica a uno de los atacantes. Advertimos a las autoridades belgas, pero éstas lo dejaron en libertad por no disponer de pruebas contra él», dijo Recep Tayyip Erdogan en una rueda de prensa en Ankara.

Khalid El Bakraoui, Ibrahim El Bakraoui y Najim Laachraoui.

Explosivos y un testamento

El Fiscal general, Frédéric Van Leeuw, aportó detalles de la investigación en una comparecencia ante los medios este miércoles a mediodía: «El yihadista huido dejó un gran bolso y se fue antes de las explosiones».

«Esta maleta contenía la carga explosiva más importante. Poco después de que llegaran los servicios artificieros, ese bolso explotó debido a su gran inestabilidad, pero nadie resultó herido», continuó.

La Fiscalía también informó del hallazgo de 15 kilos de TATP (peróxido de acetona) y de diverso material (50 litros de acetona, 30 litros de agua oxigenada, detonadores, una maleta cargada de tornillos, entre otras cosas) para la fabricación de bombas en los registros efectuados en la tarde del martes en varios pisos del barrio de Schaerbeek.

El tipo de explosivo es similar al encontrado en un cinturón-bomba que no llegó a explotar en la cadena de atentados del 13 de noviembre en París.

Otros dos registros realizados en la misma calle no dieron resultados, según el fiscal, que añadió que, sin embargo, en una papelera había un ordenador con el «testamento» de Ibrahim El Bakraoui.

Los medios belgas ‘DH‘ y ‘La Libre‘ ha informado en un primer momento que Laachraoui habría sido detenido en Anderlecht, información no confirmada por la Fiscalía, aunque minutos después confirmaban la detención de un sospechoso, pero que no se trataba de Laachraoui.

Los dos hermanos son dos de los ‘kamikazes’ de los ataques. Uno de ellos, Ibrahim, se inmoló en el aeropuerto y es el que aparece en la imagen difundida este martes por ‘La Serniere Heure’, y confirmada por las fuerzas de seguridad, caminando por el aeródromo con un trolley y cargando maletas en las que se sospecha había una fuerte carga explosiva. El otro, Khalid, sería el terrorista que se inmoló en el atentado en la estación de metro de Maelbeek

Khalid habría alquilado con documentación falsa la vivienda en el barrio de Forest en la que la Policía realizó una redada la semana pasada, matando a un yijadista armado que hizo frente disparando con un kalashnikov. Los agentes sospechan que las dos personas que huyeron esa tarde podrían ser ellos.

El vínculo con los atentados de París

Allí mismo se encontraron las huellas dactilares de Abdeslam, pero también las de Laachraoui, cuya conexión con el primero se remonta al menos a septiembre, cuando fue localizado en Hungría, a donde Abdeslam acudió en coche en dos ocasiones para recoger a personas vinculadas con los atentados de París del 13 de noviembre.

Ambos hermanos estaban vigilados por las autoridades belgas ya que sobre ellos pesaban varias condenas.En octubre de 2010 Ibrahim fue arrestado por un enfrentamiento armado con la Policía después de un robo nocturno. Fue condenado a nueve años de prisión, según ‘La Derniere Heure’, pero estaba ya en libertad. Por su parte, Khalid fue también condenado a 5 años de libertad condicional por el robo de coches. Cuando fue detenido tenía en su poder varios fusiles.

El tercero, que en las imágenes difundidas este martes por las autoridades belgas aparece con un sombrero y perilla, se trataría de Najim Laachraoui , un presunto yihadista de 25 años, que la policía cree podría ser el artífice de los equipos terroristas que atentaron en Francia el pasado 13 de noviembre. Las primeras investigaciones apuntan a que Laachraoui sería el cerebro de los atentados.Laachraoui no murió en las explosiones en Zaventem y se encuentra en busca y captura.

El ADN de Laachraoui fue encontrado en parte del material explosivo utilizado en los atentados que acabaron con la vida de 130 personas e hirieron a cientos en París. La policía le tenía fichado desde el pasado mes de septiembre cuando, bajo la falsa identidad de Soufiane Kayal, cruzó, junto a Salah Abdeslam y Mohamed Belkaïd(abatido en la operación del apartamento de Forest), la frontera entre Austria y Hungría.

Laachraoui alquiló una casa en el barrio de Auvelais, que se utilizó para preparar los atentados en la capital francesa. Además, los investigadores sospechan que mantuvo el contacto con Belkaïd a través de SMS la noche de los ataque de París. De hecho, tienen «alta certeza» de que Belkaïd era el destinatario del SMS «Vamos, empezamos» enviado la noche del 13 de noviembre por uno de los ‘kamikazes’ de la sala Bataclán.

Otro número localizado en Bélgica llamó esa misma noche a Abdelhamid Abaaoud, el presunto cerebro de los ataques de París y que murió el 18 de noviembre durante una operación de la policía francesa en el barrio de Saint-Denis.

El ADN de Laachraui se encontró en al menos dos de los cinturones explosivos: uno utilizado en la sala de conciertos Bataclan y otro en el estadio de Francia, lo que quiere decir que esta persona los manipuló, y quizá incluso fabricó, según la cadena de televisión pública francófona RTBF.

La policía encontró además las huellas de Laachraui en la vivienda utilizada en el barrio bruselense de Schaerbeek, donde se cree que probablemente fueron confeccionados los explosivos utilizados por los terroristas en París.

Un taxista, clave en la investigación

Según adelantó La Derniere Heure y confirmó este miércoles la Fiscalía, el testimonio de un taxista ha sido clave para avanzar en la investigación. Al menos dos de los terroristas de Zaventem llegaron al aeropuerto en un taxi normal y corriente, algo completamente inesperado. El conductor, tras reconocer a los presuntos autores al ver su imagen en televisión, avisó a la Policía y facilitó la dirección en la que los habría recogido por la mañana. Avisando, igualmente, de que había tenido un encontronazo porque tenían más maletas de las que cabían en el coche, lo que les habría obligado a dejar algún bulto.

La elección de los objetivos no fue aleatoria, pero las fuerzas de seguridad no esperaban un intento en un aeropuerto. Algunos ideólogos yihadistas habían recomendado hace meses a sus células durmientes fijar objetivos menos vigilados, menos «señalados», como ocurrió en París. Y el aeropuerto de la capital comunitaria no se ajusta a esemodus operandi.

Sin embargo, el nivel de destrucción provocado por las explosiones hace pensar que los terroristas usaron más carga explosiva de la que permite un cinturón de explosivos como los usados en París o en otros ataques suicidas de Estado Islámico. Y apuntaría más bien a una bomba, quizás escondida en las maletas, pero cuya activación no se haría a través de detonadores manuales de ese tipo.

Hay menos indicios sobre el segundo atentado. Por la mañana, miles de personas atraviesan la Rue de la Loi, una de las principales arterias de Bruselas por la superficie y debajo de ella. Maelbeek, una de las estaciones más modernas y eclécticas de la capital, a apenas unos cientos de metros de los edificios de la Comisión Europea y el Consejo Europeo, es una parte crítica del trazado subterráneo. La línea 1 y la línea 5 de metro pasan por ahí, con decenas de miles de estudiantes, trabajadores y funcionarios europeos. No se sabe cómo se produjo el ataque ni si se trató de un atentado suicida o no.

Schuman, a apenas unos minutos a pie, está mucho más vigilada. Es el núcleo del barrio europeo. Soldados y tanquetas están desplegados permanentemente para vigilar las instalaciones comunitarias, a las que cada semana acuden decenas de ministros, secretarios de Estado y Jefes de Gobierno. Precisamente el viernes, cuando fue capturado Abdeslam, 28 jefes de Estado y de gobierno estaban a pocos kilómetros de la operación policial.

Un país dividido

El golpe para la ciudad es devastador. Bélgica es un país dividido. Entre flamencos y valones, entre francófonos y neerlandófonos. Bruselas es una anomalía demográfica y política en el complejo esquema nacional. Allí se concentra la población extranjera, la rica del centro financiero y las instituciones internacionales, y la pobre de los muchos barrios casi convertidos en guetos. Bélgica es blanca, Bruselas no. En noviembre hubo redadas, pero no víctimas y aun así durante semanas el miedo y la desconfianza se podían ver, oler y casi tocar en los vagones del transporte público.

Bruselas estaba en la fase tres de alerta y ayer se elevó a su máximo nivel: el cuatro. Desde noviembre se encontraba en alerta tres, cuando la fuga de Abdeslam puso en jaque a los cuerpos de seguridad y provocó un cierre sin precedentes en los servicios públicos. Eso, sin embargo, no implicaba muchas medidas adicionales de seguridad en el aeropuerto o el metro. La entrada a la terminal del aeropuerto funcionaba como en cualquier otro momento o en otra capital europea.

Los atentados han rematado a una ciudad herida. El turismo había caído notablemente desde el otoño. Ayer las principales arterias de la capital estaban desiertas. Se cerraron de nuevo tiendas y zonas comerciales. Y colegios y universidades se plantean qué hacer hasta aclarar el paradero de los sospechosos en fuga. Al atardecer, unos cientos de personas se congregaron en el centro con consignas de paz y resistencia. Llevaron velas y esperanza. El primer ministro y el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, se dieron un abrazo, pero el daño es evidente. Las fotos de gatos y patatas fritas por internet reconfortan, pero eso quizás no baste para recuperar el coraje de la vida diaria tras el trauma.

Bélgica ha vivido en una disonancia durante años. Tiene a los terroristas en casa. Hay más de 300 de sus ciudadanos que han ido a Siria e Irak, y, según cálculos de los servicios de la Comuna, a principios de año más de 85, de vuelta, estaban en Molenbeek.

El santuario de los terroristas

Los autores de los principales atentados de Europa en la última década y media (Madrid, Londres, París) han salido de Molenbeek, han vivido allí o recibieron las directrices, fondos y armas desde Bruselas. Pero hasta ahora el país había logrado quedar relativamente al margen. En mayo de 2014 un vecino de Molenbeek atentó contra el Museo Judío de Bruselas, pero los belgas, en estado de negación, prácticamente hicieron como si no tuviera que ver con ellos.

Hasta el año pasado los belgas habían olvidado el terrorismo. En la memoria de los más viejos recuerdos de los ataques, amateurs según los estándares contemporáneos de las Cellules Communistes Combattantes, a principios de los 80; del Frente Nacional de Liberación Valón; o del Frente Revolucionario de Acción Proletaria, todos ellos grupúsculos olvidados e insignificantes.

El viernes, al ser preguntado, el primer ministro avisó que el peligro no había sido conjurado, ni mucho menos. Pero ni él ni su círculo más cercano imaginaban que su mayor temor pudiera hacerse realidad tan pronto y de forma tan violenta. «No nos hagamos ilusiones. En Europa nos enfrentamos a un nuevo tipo de amenaza. La batalla por las libertades, por los valores democráticos y contra el terrorismo no ha terminado», advirtió. Y nunca había llevado más razón.

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