Casimiro GARCIA ABADILLO
Si yo fuera Íñigo Errejón estaría preocupado. El empeño ayer de Pedro Sánchez en situarle en el lado bueno de Podemos frente a Pablo Iglesias, que es el malo malísimo de esta película de enredo, sitúa al todavía número dos de la organización morada en una posición incómoda, casi insostenible, ante su jefe.Más aún cuando todavía están abiertas las heridas por la defenestración del secretario de Organización del partido, Sergio Pascual.El líder del PSOE no se anduvo por las ramas y achacó la crisis interna de Podemos a las posiciones diferentes que Errejón e Iglesias mantenían respecto a la votación de investidura. Según Sánchez, mientras el primero era partidario de la abstención, el segundo apostaba por el voto en contra, que luego espolvoreó con un poquito de cal viva, ante la cara de estupefacción de su compañero de escaño.Sánchez lleva una semana insistiendo en que si Errejón hubiese sido el líder de Podemos habría ya un acuerdo de «gobierno del cambio» para echar a Mariano Rajoy de La Moncloa. Fuentes socialistas me informan de que Sánchez y Errejón han venido hablando de manera continuada desde el 20-D. Me consta que entre ambos hay cierta química, que ha ido en aumento en paralelo con el distanciamiento que se ha producido entre el portavoz de Podemos en el Congreso y su jefe de filas.En reuniones con algún barón socialista, el secretario de Política de Podemos ha mostrado abiertamente su posición favorable a apoyar un Gobierno de cambio, evitando así la convocatoria de nuevas elecciones.Al mismo tiempo, Errejón ha hecho saber en público y en privado que es contrario a un pacto con Izquierda Unida (por el que apuesta Iglesias) porque, en su opinión, esa alianza aleja a Podemos del «centro del tablero» y le sitúa como un partido clásico de izquierdas, lo que, a su vez, le complica las opciones de ganar las elecciones.El lunes, como se han encargado de difundir en las redes sociales (foto incluida) ellos mismos, Errejón estuvo en Valencia con Mónica Oltra «somiant futur».Según la versión oficial, la propuesta del llamado Acuerdo del Prado (no se pierdan la ilustración bucólica de su portada) se fraguó el lunes por la noche en Madrid por parte de los diputados de Compromís y se le comunicó a la vicepresidenta del Gobierno valenciano de madrugada. Según esa versión, el Acuerdo del Prado no le fue transmitido al PSOE hasta primera hora de la mañana, casi al mismo tiempo que Oltra hablaba por teléfono con Iglesias.El líder de Podemos se mostró ayer ostensiblemente molesto por el hecho de no haberse enterado antes que Pedro Sánchez de la propuesta y dio una excusa falsa -dijo que a las 12 de la noche estaba durmiendo, cuando en realidad estuvo tuiteando hasta pasada la una de la madrugada- para eludir una pregunta obvia: ¿por qué la líder de Compromís no le pidió su opinión antes de remitirle la propuesta al PSOE?Es difícil de creer que Oltra y Errejón no hablaran ayer por la tarde de una idea que, en principio, se diseñó como la «propuesta del último minuto» con el fin de formar una mayoría de izquierdas e impedir la convocatoria de nuevas elecciones.El Acuerdo del Prado no ha servido para nada. Si acaso para evidenciar que, tras el 26-J, un posible pacto entre Podemos y el PSOE será imposible si Iglesias y Sánchez siguen al frente de ambos partidos.La pregunta es: ¿por qué el secretario general del PSOE ha puesto a Errejón a los pies de los caballos? No creo, como insinuaba ayer Carlos Sánchez, que el todavía número dos de Podemos vaya a ingresar en el PSOE. Lo que está claro es que la tregua en Podemos concluirá tras el 26-J.
Abr 27 2016
El último intento de Íñigo Errejón
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