«No hay que hacer nada porque el tiempo lo arregla todo y lo mejor es tener cerrado el pico». Aunque tarde, Mariano Rajoy se dio cuenta, todavía a tiempo, de la suma sandez de esta máxima arriólica. Y decidió abrir el pico. En los últimos meses ha escrito en los periódicos impresos; ha intervenido en los periódicos hablados, participando en infinidad de emisoras de radio; ha atendido a casi todos los canales de televisión, y no solo se ha hecho presente en los programas estrictamente periodísticos sino también en espacios fronterizos con el corazón; y finalmente ha recorrido España entrando en contacto directo con gentes de toda condición. Y lo ha hecho bien.
Tras el descalabro del 20-D con la pérdida de 63 diputados, el presidente ha tenido la inteligencia de enmendalla en lugar de sostenella. El pasado 28 de abril publiqué en esta misma página de EL MUNDO un artículo titulado Gana Rajoy. Podría reproducirlo línea a línea tras los resultados del domingo pasado con la excelente noticia añadida del sorpasso náufrago. La alternativa en España sigue siendo un partido moderado y constitucionalista, el que engrandeció Felipe González, si bien el actual jefe de la oposición es hombre de piñón fijo, que huele, por cierto, a cadáver de cuerpo presente.
Las cañas, sin embargo, se pueden tornar en lanzas en cualquier momento.Articular un Gobierno estable con solo 137 escaños y eventuales aliados que se mueven en la hostilidad y la fuga es una pirueta circense que nadie sabe cómo acabará, suponiendo que empiece. Las espadas están en alto, las navajas cachicuernas en bajo. Mariano Rajoy, en el mejor de los casos, levantará el castillo de naipes de un Gobierno en precario, acosado por la avidez de los otros partidos y la tentación permanente de una moción de censura. El presidente se enfrentará con dificultades muchas veces insalvables para aprobar leyes en el Congreso de los Diputados.
Las elecciones han dado, en todo caso, un respiro. Han despejado el horizonte que estaba emborrascado por extremismos estériles aunque se mantenga la incertidumbre y la zozobra de un futuro encanecido. La reacción inicial de los dos partidos imprescindibles para la gran coalición, PSOE y C’s, ha sido claramente negativa y si, finalmente, la habilidad de Mariano Rajoy consiguiera su colaboración, ésta sería reticente, no constructiva.
Al presidente en funciones le rodean algunas gentes de excelencia pero también otras de acrisolada deslealtad. Forman parte del rebaño que el buen pastor acoge en el redil de Moncloa, ovejas que balan después al unísono en el Congreso de los Diputados, pero que están dispuestas a descarriarse en cuanto olfateen un pienso más suculento. Los políticos españoles, ya se sabe, aun con la debidas excepciones, suelen conjugar el verbo servir de forma reflexiva. En los desfiladeros de la política se escuchaban ayer demasiadas voces exasperadas, la corrupción como música de fondo, porque, como dice un periodista aguilar, el fruto sano se zocatea enseguida si no se separa a tiempo del que está cedizo.
El fantasma de unas terceras elecciones, en fin, asusta a todos. Tendremos Gobierno. Pero un Gobierno en precario. Claro está que mejor es un Gobierno en precario que el vacío institucional.
Luis María Anson, de la Real Academia Española
Comentarios recientes