Las excavaciones de esta joya de más de 3.500 años finalizaron en 1996, desde entonces se ha convertido en pasto de los saqueadores. Los trabajos se prolongaron desde 1.986 hasta 1.996, poniendo al descubierto una aldea de la Edad del Bronce poblada por una comunidad de unos 40 o 50 individuos. El yacimiento del Cerro del Cuchillo se encuentra situado en el noroeste del término municipal de Almansa. Distante unos 900 m. en línea recta y dirección S. del Km. 305,5 de la carretera A-31, su altura sobre el nivel del mar es de 825 m. Coordenadas U.T.M.:30SXJ 503 083 -Hoja 26-31 (729) Alpera Escala 1:50.000. Fue descubierto en 1982 por el arqueólogo almanseño José Luis Simón, en el marco de un estudio que sobre la Edad del Bronce en Almansa realizaba por aquellos años.
Luis BONETE PIQUERAS. Copyright-2011
Las especiales condiciones de la zona y la singularidad de los datos que aportaba el yacimiento, respecto a otros poblados coetáneos conocidos hasta la fecha, llevo a la Universidad de Alicante, bajo la dirección del catedrático Mauro S. Hernández y el licenciado por aquellos años José Luís Simón, a desarrollar durante una década estudios y excavaciones en la zona y mas concretamente en el yacimiento de El Cuchillo.
La excavación, que se desarrolló entre 1986 y 1996, puso al descubierto una aldea perteneciente a la Edad del Bronce, aproximadamente unos 1.500 años antes de Cristo, compuesta por una comunidad humana de unos 40 a 50 individuos, relacionados entre sí familiarmente, es decir, varias generaciones de un mismo linaje enriquecidos con matrimonios con otros linajes de la región.
Entierros. El poblado se encuentra emplazado en la parte alta del cerro, y se organizaba mediante una calle central que discurría por la cresta del cerro, con estancias de una sola habitación a ambos lados de la calle, a la cual daban las puertas de los recintos.
El conjunto estaba rodeado de tres líneas de murallas, con puertas en diferentes puntos para dificultar el acceso directo al poblado, una torre o plataforma central en el punto mas elevado, una cisterna para almacenar agua y espacios diferenciados, unos para residir y otros para desarrollar actividades artesanales, como el hilado y tejido, la elaboración de instrumentos de silex, hueso o metal, el almacenamiento de grano y productos alimenticios y el resguardo de algunos animales.
El grupo se articulaba de forma jerárquica, hombres, mujeres y ancianos y niños. Prueba de ello es que tan solo una docena de individuos tuvieron el privilegio de ser enterrados dentro del poblado, en fosas construidas entre las casas y las murallas.
Normalmente se trataba de enterramientos individuales, mayoritariamente adultos, algunos de avanzada edad, hasta el punto que habían perdido todos sus dientes, junto a los cuales se encontraron tres enterramientos infantiles, de menos de dos años de edad.
No poseían ajuar alguno, tan solo su ropa o sudario, si bien habían sido depositados siguiendo un ritual predeterminado, pues todos estaban enterrados en una postura encogida, de lado y con una mano cerca de la boca. Sin duda se trataba de personajes importantes para la comunidad, por su posición jerárquica, sus conocimientos o por otros motivos difíciles de comprender desde la perspectiva actual, como en el caso de los niños.
Modo de vida. Vivian de la agricultura de cereales y la ganadería de ovejas y cabras, si bien aprovechaban al máximo el medio natural que les rodeaba, tanto en frutos silvestres, como bellotas y bayas, como en los animales propios de un bosque abierto mediterráneo donde abunda el encinar, como el ciervo, el corzo, el conejo, la liebre, etc.
La posición del poblado, junto a un manantial de agua dulce, nos muestra la importancia que este recurso tuvo para sus vidas y seguramente para mantener sus ganados en el estío, circunstancia que se han podido constatar en otros poblados de la llanura albaceteña. El aguan dulce era y es un recurso escaso, de gran valor, circunstancia que perdura hasta nuestros días.
Comerciaban con otras áreas y territorios, bien mediante intercambios con los grupos vecinos o a través de nómadas que viajaban por unas rutas prefijadas a lo largo del territorio, y que con posterioridad se usaron como cañadas y veredas. Prueba de ello son los adornos que empleaban realizados en cochas marinas, marfil africano o piedras de coloraciones brillantes e inexistentes en la zona, o las piedras de origen volcánico para hacer sus hachas y azuelas con las que trabajar los campos y aprovechar los recursos del bosque.
Entre sus pertenencias más habituales estaban las vasijas de cerámica que fabricaban las mujeres, de todos los tamaños y formas, para almacenar grano, para guisar y cocer alimentos, para beber, tanto agua como cerveza, o para guardar productos de mayor valor, como pigmentos, semillas, miel, etc. Las esteras de esparto servían para cubrir el suelo de las habitaciones, que disponían de bancos y hogares, al tiempo que las pieles permitían realizar separaciones dentro de las estancias.
El esparto también se empleó para hacer capazos y sacos donde almacenar el grano, las semillas silvestres y los excrementos de los animales, que una vez secados son un magnifico combustible para cocinar y calentar las estancias.
El poblado se desarrollo durante casi cuatrocientos años, siendo abandonado por circunstancias que se desconocen. El grupo quizás se traslado a otro lugar para sumarse a otros y de ese modo poder constituir comunidades de mayor tamaño, y por tanto de mayor capacidad para actuar y defenderse, frente a otros que amenazaban sus territorios.
Lo cierto es que abandonaron en su sitio muchos de sus bienes cotidianos, como la cerámica, los utensilios agrícolas, los capazos con grano, collares y adornos, instrumentos artesanales como las pesas de los telares y las esteras que cubrían el suelo lo cual parece plantearnos que su abandono fue rápido y seguramente involuntario, sellando para siempre lo que hasta ese momento habían sido el hogar de unas familias campesinas albaceteñas de la Edad del Bronce, hace de eso 3500 años.
Saqueadores. Las excavaciones del Cerro del Cuchillo comenzaron en 1.986, bajo la dirección de los arqueólogos Mauro S. Hernández y José Luis Simón, y la incorporación a partir de 1.993 de José Antonio López Mira.
De los resultados de estos trabajos, en los que han intervenido un considerable número de especialistas de diversas disciplinas, se ha dado cuenta en varias publicaciones, comunicaciones, reuniones científicas, y en una monografía publicada en 1.994 por la Junta de Comuniadades de Castilla-La Mancha en la que se recogen todas las actuaciones hasta 1.990.
En la actualidad, y debido al abandono del yacimiento por parte de las autoridades desde hace 15 años, la conservación del mismo es lamentable.
Se han derruído muros, ha crecido la vegetación y, lo peor, ha sido pasto de los saqueadores de restos que no han respetado semejante joya arqueológica.
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