Se abren las robustas puertas de madera. El Rey entra en el salón y el responsable de protocolo le indica el punto de la alfombra en el que debe situarse. Saluda con fuerza y tensión en el apretón de manos. Una y otra vez. Pero no se mueve del punto señalado. Éste es el papel que Felipe VI ha protagonizado en el año de bloqueo político en España: estar en su sitio y cumplir con su papel constitucional, pero apretando cuando convenía a través de mensajes en sus discursos urgiendo a los políticos al diálogo. El Rey, que lleva más de la mitad de su reinado (el 52% del tiempo) con un Gobierno en funciones, se dispone a designar, esta vez sí, un candidato que sea proclamado por el Congreso, tras dos intentos fallidos y un desplante.
Es un secreto a voces que la preocupación se había instalado en la Casa del Reyante la incapacidad de los partidos para llegar a acuerdos que permitieran a España dejar de estar en funciones. Quienes conversaron con Felipe VI calificaron su estado de «preocupado» y su gesto como serio. Su propio padre, el Rey Juan Carlos, así se lo confesó a Ollanta Humala, ex presidente de Perú.
Frente a esa «preocupación», recientemente se ha podido ver a un Monarca diferente, con un gesto más distendido y confiado. Así ha sido tanto en la recepción del Día de la Fiesta Nacional como en los actos de los Premios Princesa de Asturias.
No es para menos. A partir de hoy el Rey afronta su quinta ronda de consultas con los partidos en un espacio de sólo 10 meses. Un periodo de tiempo que consideran en la Casa del Rey que ha servido para refrendar el papel de la institución y articular una manera de proceder ante una situación «inédita». Eso sí, siempre cumpliendo su papel constitucional, sin salirse una palabra del mandato de la Carta Magna. Y es que en estos meses no han faltado voces que pedían o sugerían un mayor intervencionismo del Rey. Tomar la iniciativa o mediar para el desbloqueo. Pero el respeto a la norma constitucional es la regla que marca la manera de proceder de Felipe VI. Prohibido borbonear ha sido la consigna.
Lo que sí ha hecho el Rey en este tiempo ha sido trasladar esa «preocupación» que le embargaba. Lo ha hecho en diferentes intervenciones en las que ha dejado claro que él no iba a actuar, pero sí invitaba a quienes correspondía -los políticos- a hacerlo. Lo hizo así, por ejemplo, tras la segunda investidura fallida de su reinado, la de Mariano Rajoy del pasado mes de septiembre: «La pluralidad política, expresada en las urnas, conlleva una forma de ejercer la política basada en el diálogo, la concertación y el compromiso, con la finalidad de tomar las mejores decisiones que resuelvan los problemas de los ciudadanos». Después, en una conferencia en la sede de las Naciones Unidas, reconocía la «coyuntura compleja» que vive España y volvía de demandar «diálogo».
Tampoco ha estado Felipe VI alejado de las diferentes polémicas que se han producido en estos 10 tensos meses de bloqueo. Algunas le han afectado directamente, como cuando Mariano Rajoy declinó ser candidato a la Presidencia del Gobierno en enero y la Casa del Rey emitió un comunicado dejando claro que era el líder del PP quien había declinado el ofrecimiento del Monarca. O como cuando de nuevo Rajoy aceptó finalmente el encargo en el mes de julio, pero sin comprometerse a someterse a un pleno de investidura.
El último intercambio de pareceres entre Moncloa y Zarzuela se ha producido a cuenta de la fecha de la que será la segunda y definitiva sesión de investidura de Rajoy. Desde el Gobierno se trasladó que Felipe VI deseaba que la votación final fuera el domingo 30 de octubre, porque quería estar en España en el momento en que se produjera. Sin embargo, la Casa del Rey se desmarcó y señaló que la fecha es potestad única del Congreso.
Por último, los Reyes podrán recuperar a partir de ahora la normalidad en su agenda internacional, que ha estado congelada por la situación política. En estos 10 meses ha habido que congelar viajes –Reino Unido, Arabia Saudí, Japón yCorea– y descartar la asistencia a los Juegos Olímpicos de Río. Una parálisis que en el entorno de la Casa del Rey consideran que hay que someter a debate y análisis para ocasiones futuras, pues existe la duda de si ha sido una decisión positiva o perjudicial.
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