QUERIDISIMO JOSE ANTONIO:
Por Javier MACIA
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Mucho tiempo ha pasado desde que nos dejaste. Ochenta años, casi un siglo. Me atrevo a escribirte desde la confianza que me presta la humilde y ferviente admiración de tu sacrificada vida. Vida, apasionada, empleada en tiempos revueltos, críticos y desfavorables. Aquella España que sin remedio te vio vivir, era una España difusa, polémica, partida y dividida: La pobreza y la hambruna se adueñaban de las zonas rurales, las industrializadas urbes se hundían en la cruda realidad del paro y la precariedad laboral, las revueltas civiles fruto de la ineficacia política campaban y desmembraban los tejidos sociales, que se debatían entre lo laico y lo religioso, entre lo masculino y lo femenino, entre el capital y lo proletario, entre la caridad y la revolución publica, entre Dios y el Hombre, en definitiva una España herida en sus entrañas desde la propia crisis internacional.
Pero fue precisamente esa España rota, esa idea inconclusa, el motor de iniciativa. Aquel catastrofismo evidente, te enajeno de forma tal, que decidieras emplear tu mejor versión de ser humano, en pos de conseguir transformar las adversidades en oportunidades, los obstáculos en puntos de apoyo, las ideas y pensamientos en instrumentos y las soluciones en fines.
Y España no te escuchó. Hace ochenta años, casi un siglo, dejó de escucharte.
En Ochenta años, querido José Antonio, nosotros tus hermanos patrios, nos hemos matado, nos hemos odiado, nos hemos reconciliado, hemos vuelto a discutir, vuelto a sembrar la semilla del odio y a querernos separar. Y esta es la prueba fehaciente de que nunca te escuchamos.
Nos matamos durante tres años, una guerra fratricida, cruel y sangrienta. De su injusticia nació la tuya. Nuestra reconciliación, siempre ficticia para unos, que se supieron reprimidos, abusados y vilipendiados, fruto de la desviación de tus ideales, fue maquillada de tintes pacíficos en un transito ha términos mas democráticos y libertarios. Y cuando la apariencia deja paso a la realidad, cuando la libertad permite su paso al odio, cuando desenvueltos del presente nos abrigamos con las gruesas mantas del pasado, es de nuevo que aquellos muertos hablan por la boca de unos y otros, haciéndote mas que nunca PRESENTE, hoy sin duda retroceden nuestras almas y mentes, al dolor de la incertidumbre.
La inseguridad nos regresa a ti, y lo hace desde los mismos fantasmas que te atribulaban. El paro, la educación, el capitalismo desmedido, el abandono del medio rural, la corrupción política, la ineficacia ejecutiva, los separatismos nacionalistas, las reivindicaciones laicas, la destrucción de la unidad familiar.
Ya ves, queridisimo, idénticas situaciones casi cien años después. Políticos enfrentados, divididos y afanados en su provecho personal, trabajadores explotados por el capitalismo brutal de los mercados financieros, agricultores maltratados por la intermediación que propicia mas usura burguesa, sindicatos despojados de personalidad por la subvención y el acomodo funcionarial, juventud desprotegida en su madurez académica sin disponer de futuro laboral, escolares disolutos por las ineficaces directrices educativas en constante revancha según la alternancia del poder, hermanos en limites extraordinarios que son desahuciados y desprovistos de sus derechos y desconsuelo general al advertir la incompetencia de la clase política. No es de extrañar el separatismo incipiente, sin base histórica pero reincidente en ella misma, recalcitrante a veces.
Y por todo esto vuelves a ser portada, no por que se celebre o difame el día de tu muerte, no por que se calumnie o vitoree tu nombre.
Hoy estas aun mas PRESENTE, por la realidad de tu discurso, por tu legado político, por tu análisis critico, y nada complaciente, por tu afán revolucionario y por amor a tus hermanos.
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