SOMOS conscientes de que muchos ciudadanos, y en especial aquellos que aún contemplen la posibilidad de votar al PSOE, tendrán que frotarse los ojos tras leer algunos fragmentos de la exposición razonada remitida por la juez de Lugo al Tribunal Supremo y que EL MUNDO, tras destapar el caso Campeón, ha publicado ayer y hoy.
Editorial. EL MUNDO. Copyright-2011
A pesar de que nuestro periódico ya había adelantado lo esencial de las declaraciones de Dorribo, estremece repasar en un documento judicial la secuencia de la entrega de los 200.000 euros al primo del ministro en la gasolinera, la llegada del titular de Fomento, el aparte con su pariente y la invitación al pagano a subirse al vehículo oficial porque «vosotros os portasteis». Si la responsabilidad política de Blanco por este episodio pesa ya como una losa sobre él y su partido, la penal dependerá del resultado de la instrucción que con toda probabilidad emprenderá el Supremo. La juez de Lugo aporta una serie de elementos corroborativos de la versión de Dorribo pero, tanto respecto a lo que ocurrió en Guitiriz como al presunto pago de otros 90.000 euros en Andorra y a las gestiones que a cambio realizó el ministro, queda mucho por investigar antes de poder pasar de los actuales indicios a las pruebas concluyentes de los delitos de cohecho y tráfico de influencias en pro de la empresa farmacéutica.
Sin embargo, poca prueba adicional se necesita para darse cuenta de que el aún número dos del PSOE está perdido en lo que se refiere al tráfico de influencias que ejerció para favorecer a su amigo José Antonio Orozco, socio de Dorribo y eje de las tramas mafioso-empresariales en las que aparece enredado Blanco. Cuál no será la contundencia de lo reflejado en las llamadas y SMS intercambiados con Orozco que hoy reproducimos, que el propio Ministerio Fiscal se ha apresurado a advertir que ve indicios de delito en la conducta del ministro.
El artículo 428 del Código Penal castiga con cárcel, multa e inhabilitación a «el funcionario público o autoridad que influyera en otro funcionario público o autoridad(…) para conseguir una resolución que le pueda deparar un beneficio económico para sí o para un tercero». Exactamente eso es lo que queda acreditado de forma inequívoca que hizo Blanco ante el alcalde de Sant Boi de Llobregat, utilizando a su Secretario de Estado y ex alto cargo de la Generalitat como intermediario, para conseguir en el tiempo récord de dos meses y diez días una problemática licencia de obras para su amigo Orozco.
Esas conversaciones telefónicas parecen además un manantial inagotable para poder investigar otros negocios del clan en los que también aparece involucrado el ministro, empezando por la puja por la concesión de la empresa que debería recoger medicamentos caducados para redistribuirlos en el Tercer Mundo. Algo que, según el ministro implicaba «un concepto positivo» y «un concepto negativo». No es difícil imaginar esas palabras en su boca con alguna letra de menos.
Todo lo demás admite muchas conjeturas -la mayoría graves e infamantes- pero el episodio de Sant Boi no tiene vuelta de hoja. ¿Por qué Blanco se mostró tan servicial? Dorribo dice que porque Orozco le pagó una parte significativa de ese chalé en Madrid imposible de justificar con el sueldo de ministro. También esto deberá ser investigado. Pero a los efectos ahora pertinentes resulta incluso secundario. El caso es que en un momento en que tantas empresas están en dificultades y tantos españoles se encuentran como consecuencia de ello en paro, el titular de Fomento se volcó en conseguir trato de favor para una de ellas y dejó huella indeleble de sus actos.
Aunque todo se quedara en esto, estaríamos ante una conducta que descalifica para siempre a un gobernante, refleja la peor cara de la política y estimula la desafección de los ciudadanos por la democracia. Todo parece indicar que el ministro ha optado por esconder la cabeza debajo del ala. No respondió a las acusaciones ayer durante un acto electoral en Pontevedra en el que llegó, habló y se fuesin esperar hasta el final y hoy ha suspendido una entrevista que tenía en Telecinco, según informó oficialmente La Moncloa. Blanco se está comportando como el político acorralado que es, pero no podrá mantener su mutismo durante mucho tiempo porque el PP ha introducido ya el escándalo en la campaña.
La número dos de Rajoy por Madrid censuró al ministro: «Se reúne en gasolineras con empresarios y ahí sigue; contaba el dinero en la barra de los bares su primo y él ahí sigue; a todos les pedía responsabilidades y ahí sigue, dando ruedas de prensa como portavoz del Consejo de Ministros y como candidato». Soraya Sáenz de Santamaría responsabilizó a Zapatero y Rubalcaba de «lo que pueda salir» por mantener a Blanco en el Gobierno y en las listas del PSOE. En este sentido, resulta muy significativo que incluso la mayoría de los votantes socialistas -un 41% según la encuesta que publicamos hoy- creen que el vicesecretario del partido no debería ir en la candidatura a las generales. El 54,4% de los encuestados considera que Blanco debería dimitir como ministro.
La ministra de Sanidad asegura hoy en una entrevista en este diario que no existe el caso Blanco porque Dorribo no recibió las ayudas que quería de su Ministerio. Después de leer lo que hoy publicamos seguramente Leire Pajín no podría sostener que no hay caso. Además, ella sabe perfectamente que esas ayudas no se consumaron porque Dorribo fue detenido.
Sólo una reacción fulminante y ejemplar de Zapatero excluyendo a Blanco de su Gobierno y de Rubalcaba pidiéndole que abandone las listas electorales pueden paliar el daño inmenso que estas revelaciones con marchamo judicial van a causar al PSOE. Por algo el presidente del Gobierno se limitó a abrazar a su indigno número dos sin salir en su defensa en el mitin de Lugo.
El candidato en cambio puso la mano en el fuego por su cómplice en la conquista del poder interno y ahora ya la tiene en llamas. Si no quiere convertirse todo él en una antorcha humana y ver a su partido engullido por el voraz incendio no le queda otra que actuar de inmediato. Pero, claro, ¿cómo despojar de su aforamiento a «uno de los nuestros» y dejarlo en manos del juez natural como si fuera un ciudadano vulgar y corriente?
Todo indica que Rubalcaba quiere eludir su responsabilidad en todos los órdenes y por eso ha subrogado su candidatura en Felipe González. El ex presidente protagonizó por segundo día consecutivo la campaña socialista y sacó a pasear a sus fantasmas, al dedicar entre espumarajos dialécticos sus habituales descalificaciones al director de EL MUNDO, precisamente el día en el que se publicaba la exposición razonada de la juez al Supremo en la que aprecia indicios de que Blanco podría haber incurrido en delitos penados con cárcel. Viene al pelo responder al ex presidente con aquel famoso verso de Quevedo: «Arrojar la cara importa, que el espejo no hay por qué».
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