«PELEA por lo que quieres» es el lema de Rubalcaba para las elecciones. Un lema que lleva a dos preguntas lógicas: la primera, cuál es la España que queremos;
la segunda, si ese país que deseamos se parece en algo al que el PSOE deja tras su paso.
Por Carlos CUESTA. Copyright-2011
Doy por hecho que la respuesta a la primera pregunta daría lugar a una amplia variedad de respuestas. Asumo que no todos defendemos una España unida y fuerte, donde la gente elige libremente su educación, las penas se cumplen sin regateos, las calles no son invadidas por antidemócratas, y donde el papel de las administraciones se limita a lo estrictamente necesario para evitar el derroche y el continuo saqueo.
Pero dudo de que haya muchos capaces de defender que, sea cual sea su idea de España, coincide en algo con el país que deja el PSOE. Porque hace tan solo seis años
España mostraba la misma tasa de paro que Alemania, competía por entrar en el G-8, crecía a tres veces el ritmo del PIB de la zona euro y exhibía con orgullo un déficit bajo control fruto de una época pasada en la que lo primordial era el avance del país, sus empresas y su empleo.
Hoy, tras dos mandatos en los que todo ha quedado subordinado al proyecto enloquecido de un Gobierno que sigue peleando por demostrar que Franco no ganó la Guerra Civil, España duplica el paro de un país quebrado como Portugal y quintuplica el desempleo juvenil de Alemania. Hemos pasado de crear uno de cada tres empleos del euro a albergar a uno de cada tres parados. Y hemos dejado atrás cualquier parámetro occidental al condenar a la pobreza relativa a 10 millones de personas.
Hoy España ha dejado de ser la octava economía del mundo para pasar al puesto 13; sigue retrocediendo en el ranking de competitividad hasta quedar relegada al puesto 42; se tiene que conformar con el lugar 31 en la clasificación de libertad económica que elabora el Wall Street Journal; y se sitúa -en el puesto 49- por detrás de naciones como Armenia o Puerto Rico a la hora de evaluar las facilidades para crear negocios. Todo ello, después de castigar a sus ciudadanos y empresas con un IRPF y un Impuesto sobre Sociedades con tipos ocho puntos superiores a la media de la OCDE.
Esa es la España que nos queda. Y todo ello sin contar con unos sindicatos convertidos en fuerzas políticas de choque, el retorno a las instituciones de los proetarras y el auge de los soberanismos. ¿De verás es esto lo que alguien deseó alguna vez?.
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