LOS PARTIDOS políticos que alcancen representación parlamentaria recibirán 0’83 euros por cada voto conseguido para el Congreso y 0’33 para el Senado, es decir, 1’16. Por cada diputado y por cada senador se embolsarán además 21.633 euros. Si el Partido Popular obtiene once millones de votos y 250 parlamentarios, entre senadores y diputados, los contribuyentes españoles, todos, no solo los afiliados al PP, abonarán a Mariano Rajoy, la suculenta cantidad de cerca de 20 millones de euros (18.168.250). A eso hay que sumar lo que ingresarán el PP, el PSOE y el resto de los partidos parlamentarios por elector: 0’22 euros. Además correo gratis total y publicidad también gratuita impuesta a los medios de comunicación públicos en contra de la opinión de sus profesionales y con grave lesión, por cierto, a la libertad de expresión. La astronómica cantidad resultante de tanto dispendio costará a los contribuyentes un huevo y la yema del otro, o como diría un académico circunspecto, un ojo de la cara y la retina del otro.
Por Luis MARIA ANSON. Copyright-2011
La campaña electoral, pues, se paga entre todos los españoles. Como se dispara con pólvora del rey, los partidos organizan colosales parafernalias en plazas de toros y otros caudalosos recintos. Cualquier empresario del espectáculo sabe lo que cuesta una representación como la celebrada en la plaza de toros de Valencia, con derroche añadido de megafonía y pantallas gigantes. Tras enriquecerse con la campaña electoral, los partidos políticos recibirán a lo largo del año 2012 las habituales y suculentas partidas y subvenciones estatales, directas o indirectas. Al menos el 90% de sus gastos se sufragan con dinero público, no con las cuotas de sus afiliados.
Si todo esto resulta escandaloso, especialmente en época de crisis, lo más indignante es que son los propios partidos los que fijan, jueces y parte, las cantidades de dinero público con las que se van a enriquecer. Ni siquiera se ha tenido el pudor de enmascarar la tropelía a través de una instancia independiente. Y, además, no se da una sola explicación. ¿Por qué se ha fijado la cantidad de 1’16 euros por voto conseguido? ¿Por qué 21.633 euros por cada diputado y por cada senador? Si en lugar de 1’16, los partidos políticos hubieran fijado 2’20 o 3’15 sería igual, todos a callar. Bueno, todos no, porque los medios de comunicación, en el ejercicio del contrapoder al servicio de los ciudadanos, pueden denunciar la tropelía.
El español medio no es un pardillo que se chupa el dedo y, por eso, ha sabido reaccionar contra el entendimiento voraz de la política como negocio y ha instalado a la clase política en tercer lugar entre los diez grandes problemas que agobian a los españoles. Los partidos políticos, además, ocupan el último puesto en la valoración de las instituciones.
La situación exige una reflexión añadida. El descrédito de los partidos políticos en el primer cuarto del siglo XX nos condujo, por reacción, a sistemas totalitarios de partido único: el comunismo, el fascismo, el franquismo, el salazarismo… Mucho cuidado, que la ultraizquierda y la ultraderecha acechan, que se lo digan a Angela Merkel. Por consiguiente, no se trata de negar la necesidad de los partidos políticos para el ejercicio de una democracia pluralista plena. Se trata de embridarlos para evitar los cínicos abusos con que nos obsequian. Se trata de exigir su democratización interna y que no gasten un euro más de lo que ingresan por las cuotas de sus afiliados. Se trata de que la dictadura de Franco, liquidada por el pueblo español en los años setenta, no sea sustituida por la media docena de políticos que ordenan y mandan en los partidos políticos. Ni dictadura ni partitocracia. Las nuevas generaciones están pidiendo a gritos, e indignadas, la regeneración de la vida política española.
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