«El tren de la muerte», viaje a una tragedia decisiva de la Guerra Civil española

La mayor ejecución pública de la contienda supuso el desprestigio internacional de la República. El historiador Santiago Mata recoge el testimonio del último superviviente en un libro publicado en la Esfera de los Libros.

Juan E. Pflüger. Madrid

Santiago Mata (Valladolid, 1965), doctor en Historia y redactor de LA GACETA, acaba de publicar El tren de la muerte, una exhaustiva investigación de la mayor ejecución pública de la Guerra Civil Española. Incluye el testimonio de Leocadio Moreno, el último superviviente de aquella tragedia en la que perdieron la vida cerca de 200 personas, al ser interceptado el 12 se agosto de 1936 por milicianos de Vallecas un tren con presos procedentes de Jaén.

Las matanzas de los trenes de Jaén –ya que un tren anterior llegó a Madrid el 11 de agosto– eran conocidas hasta ahora, según Santiago Mata, “sólo superficialmente”. Su investigación reconstruye por primera vez, basándose en documentos inéditos, la forma en que se organizó la matanza, el lugar de la ejecución y las consecuencias que tuvo el hecho.

“Perdedores”

Leocadio Moreno, que tenía 19 años en el momento de la masacre del tren de la muerte, es el único testigo de aquella matanza que aún vive. Su testimonio y reflexiones sobre lo sucedido, sus causas y consecuencias se publican por primera vez en este libro. Según él, las víctimas de los trenes de Jaén han sido “los grandes perdedores” de aquella tragedia.

Santiago Mata pretende “aclarar cómo se produjo la matanza, sus consecuencias internacionales y, lo que es aún más enigmático y difícil de esclarecer, por qué cayó en el olvido”.

Cómo se hizo

Según el autor, “algunos presentan la matanza del tren de la muerte como un hecho fortuito, pero fue cuidadosamente preparada, tanto en Jaén como en Madrid. El anuncio del envío de los presos en trenes, hecho desde Jaén por diputados socialistas, llevó al asalto en Atocha del primero de los trenes y, tras el fracaso parcial de este asalto, a la preparación concienzuda de la segunda y más mortífera matanza”.

En esta preparación intervinieron fuerzas militares comunistas, socialistas y anarquistas y, según ha podido documentar Mata, “la ejecución fue autorizada por los máximos representantes del Gobierno: el director general de Seguridad –cuyas declaraciones al respecto publica esta investigación–, el ministro de Gobernación y el mismo jefe de Gobierno, José Giral”.

Consecuencias

Según los testimonios citados en esta investigación, los embajadores extranjeros conocieron la matanza y notificaron al Gobierno republicano, al día siguiente de producirse la masacre y argumentando con lo sucedido a esos presos, que admitirían en las sedes diplomáticas como refugiados a ciudadanos españoles. El resultado fue, según Mata, que “la República había dejado de ser, en opinión de las potencias extranjeras, un Estado de derecho que pudiera reclamar la solidaridad de las democracias occidentales”.

Sorprendentemente, el franquismo no dio señal durante la Guerra de conocer esta matanza ni reconoció tras la guerra la relevancia que los diplomáticos extranjeros le habían dado. ¿Por qué?

La Revolución

Con documentos sobre la guerra en Jaén, y testimonios como el de Leocadio Moreno, el autor expone una serie de causas que hacían preferible el olvido de este suceso, como “la actuación de los mandos de la Guardia Civil en Jaén, que abandonaron a la población de la provincia para recluirse en el Santuario de la Virgen de la Cabeza (Andújar); el hecho de que muchos ricos pagaran rescate para no ser arrestados por los revolucionarios; y, en general, la colaboración con las autoridades revolucionarias, que había sido mucho más amplia de lo que se quería reconocer”.

El caso del tren de la muerte pone en evidencia, según Mata, que los dos bandos de la Guerra Civil “ocultaron las dimensiones reales del cambio social que se produjo en la retaguardia republicana. La Revolución había sido alentada desde el Gobierno y no era un suceso puntual motivado por la urgencia de responder a una amenaza, según la visión que presentaría la propaganda republicana. Sin quererlo, el bando franquista favoreció esta visión al subrayar entre los sucesos revolucionarios algunos tan tardíos como los de Paracuellos, que encajaban en el esquema de una supuesta reacción –eliminar a la quinta columna– fruto de la urgencia bélica”.

 

 

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