El tiempo pasa de manera inexorable, el hecho en sí, en 2005, del traslado de la Cruz de los Caídos del Castillo al Cementerio Municipal de nuestra ciudad, ha pasado lentamente a un segundo plano, ha pasado al olvido.
Por Luis BONETE PIQUERAS. Periodista. Copyright-2021
No tengo ni pizca de rubor en reconocer que me dio mucha lástima el hecho de que por una decisión injusta a todas luces, la Cruz de los Caídos del Castillo fuese trasladada al único lugar que la recibió sin reproches, y ello a pesar de que en un primer momento fue instalada de forma vergonzante y vengativa.
Cito a continuación, algunos de los argumentos que desde el gobierno local socialista se pusieron encima de la mesa para justificar lo que era imposible de justificar desde mi punto de vista.
Había que portear la Cruz al Cementerio porque en ella algunos veían la cara de Francisco Franco, aún a pesar de que llevaba entonces 30 años muerto. Había que acarrear la Cruz al Cementerio porque según algún tarado, “era una vergüenza que un residuo franquista presidiese la entrada al monumento más carismático de la ciudad de Almansa”. Había que conducir la Cruz al Cementerio debido a que influía en la correcta interpretación del monumento medieval que es el Castillo; en definitiva, hubo que trasladar la Cruz al Cementerio para que el pueblo se olvidase de ella, dejarla sin contenido, eliminar la historia, y que algún que otro ciudadano trastornado y escupidor pudiese salir de Almansa sin tener que dar un rodeo.
¡Qué cosas más curiosas suceden en Almansa!. Hete aquí que en el mismo camposanto, a pocos metros de distancia, existen dos monumentos: uno de diseño y millonario, dedicado a ciento y pico de españoles represaliados y víctimas de la injusticia y el olvido y, otro, convertido en un símbolo cristiano sin historia, sin pasado, imposible de interpretar correctamente debido a la falta de coraje de la clase política, y que a duras penas honra con una pequeña placa de metacrilato la memoria de una casi una centena de españoles hermanos de los muertos anteriormente citados, también en la guerra incívica que asoló España desde 1936 a 1939. Algunos dicen con ironía y retranca: “…, los muertos republicanos, entrando a mano derecha y cara al sol; y los muertos nacionales, al fondo a mano izquierda”.
Sarcasmos a parte, aseguran quienes ven las cosas de manera distinta, que los muertos “Caídos por Dios y por España” tuvieron lápidas y un lugar donde llevarles flores; algunos sí, efectivamente, pero otros nunca. ¿Qué hacer con la memoria histórica de aquellas personas del contorno cuyos cadáveres fueron calcinados y reducidos a cenizas?, ¿y con los cuerpos que nunca aparecieron tras subir en el buick de color negro del Frente Popular?.
En Almansa fueron asesinados “por traumatismo producido por arma de fuego” casi un centenar de personas entre 1936 y 1939; un número no mayor de 20, efectivamente, tuvieron o tienen un lugar en el Cementerio Municipal de Almansa…, ¿y el resto?, ¿dónde están?. ¿Quién va a reivindicar la memoria de entre 60 o 70 personas a las que no hay lugar donde llevarles, no digo flores, sino donde rezar una oración por su alma?. ¿Porqué ciudadanos como yo, que no vivimos la guerra, no podemos conocer sus nombres…?. ¿Cuál es la razón de tanto odio y resquemor una vez pasados los años por decenios?. ¿Porqué la memoria histórica de una parte de los asesinados, ahora prima, campea de manera visible y sin pudor, sobre la memoria de los “otros”?. Acaso, ¿es esta la forma y manera de vengar la injusticia de que fueron objeto los represaliados por el franquismo?.
En el Cementerio Municipal de Almansa coexisten la memoria de asesinados, ahora considerados “de primera” (en su tiempo de segunda) con su monumento de bronce a la cera perdida y, asesinados (en su tiempo de primera) ahora considerados “de segunda”, con un monumento imposible de interpretar. Estoy convencido que si estas personas, unos y otros, pudieran volver a la vida ochenta y dos años después, cierto que se perdonarían mutuamente, se darían un abrazo y volviendo la vista hasta el edifico consistorial, harían un corte de mangas a la clase política dirigente de nuestra ciudad, eso es lo que creo que harían, sinceramente.
La Cruz de los Caídos del Castillo de Almansa, un emblema reciclado de forma inteligente por un alcalde socialista y decente como fue Virginio Sánchez, y que a nadie molestaba, ahora languidece, pierde a chorros su significado y su historia, y pocos, muy pocos son ya los que pueden interpretarla.
Y todo ello gracias a que en el otoño del año 2005 el Excelentísimo Señor D. Antonio Callado, Senador del Reino de España por el Partido Socialista Obrero Español, y alcalde-presidente del Ayuntamiento de Almansa, cual mandatario iluminado, creyéndose dueño de su destino, no supo y tampoco quiso escuchar a sus vecinos, y cual déspota dirigente, prescindió de la obligación de prestar oídos a la mayoría de almanseños que de manera clamorosa le solicitaron que no tocase la Cruz del Castillo, por el contrario, sí prestó oreja a los tiralevitas y corifeos que habitualmente le daban cepillo allí por donde circulaba. Decía Benjamin Disraeli: “…, nada revela tan seguramente el carácter de una persona como su voz”.
Esta y no otra, desde mi punto de vista, es la memoria histórica de los “otros”.
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