«El retumbar de timbales, pífanos y caramillos, precursores proféticos de la inminente llegada de las elecciones municipales y regionales consigue, cual ave precursora de primavera, que las piezas ajedrecísticas políticas comiencen la ceremonia de la confusión que les conduzca a ocupar el mejor lugar posible de cara a atesorar otros cuatro años más de bienestar, sobre todo económico, a cargo del bolsillo de los ciudadanos…»
Luis BONETE. Periodista jubilado. Copyright-2023
El retumbar de timbales, pífanos y caramillos, precursores proféticos de la inminente llegada de las elecciones municipales y regionales consigue, cual ave precursora de primavera, que las piezas ajedrecísticas políticas comiencen la ceremonia de la confusión que les conduzca a ocupar el mejor lugar posible de cara a atesorar otros cuatro años más de bienestar, sobre todo económico, a cargo del bolsillo de los ciudadanos.
No hay más que salir a la calle y comprobar que, de forma recurrente, se nota, se siente, es evidente que hay gente que de forma sonriente y, recubriéndose con pátina de decente, hace todo lo que su cuerpo le pide para que de manera competente sea llevado en mantillas hacia un lugar de “salida” en las listas electorales, donde fomente de manera diferente, un programa preñado de promesas que, probablemente nunca cumplirá.
Todo son prisas, todo es nerviosismo. La clase política, en su conjunto se mira de soslayo, incluso transversal. Se observan de tapadillo. Se copian iniciativas, programas; la originalidad en las propuestas, de las promesas, de repente, cotizan al alza. Y oh sorpresa!!!, todos los dirigentes, en su mayoría ajenos a la realidad cotidiana y necesidades de sus gobernados durante cuatro años, se transforman como por arte de birlibirloque en la simpatía personificada. Todo es amabilidad, cortesía, afabilidad, benevolencia y complacencia. No hace falta pedir cita. Llamas a alguien y milagro!!!!, te cogen la llamada a la primera. Se abren los despachos y se inauguran modernas y ventiladas sedes políticas en locales cerrados y puestos en alquiler desde hace años.
No olvidar nunca que el panorama antes descrito, en la mayoría de las ocasiones, viene precedido de un profundo navajeo a nivel interno y que se escenifica en las numerosas cuevas políticas diseminadas por el global territorio comanche en el que campea la política. Y cuando cito navajeo me refiero también a apuñalamientos, no de frente no, sino por la espalda, dibujo bonitas traiciones descaradas que, de repente, a quien se las prometía muy felices (que ingenuidad!!), a quien se postulaba como futuro, pasa de la noche a la mañana a trocarse en cadáver político inservible, incluso molesto, al que sus propios compañeros le enseñan la puerta de salida sin pudor; ya saben, “Roma no paga traidores…,”.
En esta ópera bufa en que se convierte el periodo preelectoral, y a la que el ciudadano anestesiado asiste por inercia, no solamente tienen papel protagonista los políticos cuasi profesionales que conocen y han catado los beneficios que proporciona el mandar y los que quieren llegar a serlo, tras la estela de los antes citados bracean desesperados en este mar agitado y en busca de la mejor ola que les conduzca a un hueco, la clase denominada “asesores-cargos de confianza”, personal que, a la vera del jefe político, escudriñan la posibilidad de lograr una posición laboral que ni en sus mejores sueños podían imaginar. Aproximadamente, y según los portales de transparencia, en España hay más de 2.300 altos cargos autonómicos en activo que reciben un sueldo público, a los que sumar los miembros del Gobierno, alcaldes liberados y sus correspondientes concejales. A toda esta plebe se adhieren, nombrados a dedo, y como lapas, un grupo de personas de su confianza personal y/o política, que conforman el colectivo de empleados públicos denominado personal eventual o de “confianza”, y que llenan la capaza y su estómago por miles.
Tanto los que ya lo son, como los que aspiran a serlo por promesa y/o recompensa, andan estos días bastante nerviosos, tensos y revolicados (barbarismo de mi tío el Flecha). Hacen cuentas. Se nota la incertidumbre en sus aspavientos; disimulan como si no pasara nada, tal como si nos les afectara, sí, pero no lo bastante. Saben muy bien que se juegan el sueldo seguro de los próximos cuatro años…, o eso o las listas del paro. El “personal de confianza” se conduce de forma muy parecida a las personas que los nombran; defienden su territorio con uñas y dientes, y en estos días por lo bajini, a contrapelo, investigan y se informan sobre quien podría llegar a sustituirlos en el caso de que el bando al que sirven pierda en las urnas.
Ser “asesor-tiralevitas de confianza” es placentero. Entre otras muchas ventajas cito: horario flexible, jefe complaciente, facilidad de permisos, desayuno sin tiempo limitado, sueldo seguro…, aunque no hay que dejar a parte la incomodidad que supone para quien cree haber llegado hasta el cargo por los méritos que atesora, que la mayoría de las veces, no solamente no se les hace ni puñetero caso, sino que además se les usa como trotaconventos. Pero todo lo arregla, todo lo tapa, todo lo hace leve la infalible nómina mensual.
Quien pueda pensar que esta situación va a cambiar con la normal, habitual y democrática mudanza de partidos políticos, es iluso, es un cándido o no reside en el mundo actual.
De ahí el encabezamiento de este trabajo: “QUÍTATE TÚ, PARA PONERME YO”.
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