De las múltiples excusas que el empleado ha ido encontrando para no trabajar, una de las más escandalosas es el no sentirse motivado. ¿Motivado? ¿Qué mayor motivación podría existir que tu sueldo a final
de mes? ¿Qué otra motivación necesitas para hacer tu trabajo y hacerlo lo mejor que puedas, que el contrato que libremente firmaste con tu empresa? Ahora resulta que no te sientes motivado. Vaya por Dios. Igual te motiva más el paro, cuando te echen por caradura y por vago.
Por Salvador SOSTRES. Copyright.2012
A fuerza de consigna sindical, los empresarios se han ido acomplejando, se han ido acostumbrando a esperar cada vez menos de sus empleados. El listón de exigencia, cada vez más bajo. Tal vez tendríamos que recordar que sin empresarios no hay riqueza, ni trabajadores, ni derechos. Tal vez tendríamos que recordar que la mano de obra es intercambiable y que, si unos no trabajan como es debido, trabajarán otros.
Puedo compartir y comparto la estrategia empresarial de tratar de motivar a tus trabajadores, pero es de una jeta infinita que un empleado justifique su mediocre rendimiento con el pretexto de la supuesta falta de motivación. El cinismo que ha promovido el sindicalismo es tan extraordinario que ahora resultará que no basta con pagar lo acordado para que un trabajador cumpla con su deber de un modo satisfactorio.
¿Te imaginas que lo planteáramos al revés? ¿Te imaginas que un empresario esperara sentirse motivado por sus trabajadores para cumplir con sus obligaciones salariales? ¿Te imaginas que, ante la falta de productividad o de ventas, un empresario dijera no sentirse motivado para pagar las nóminas y se lo gastara todo en caviar y champán, que, desde luego, motivan más? ¿Dónde iríamos a parar?
Somos adultos y somos responsables, y tenemos que llegar al trabajo motivados, aseados y a la hora exacta. Tu empresario no es tu padre, aunque paga por tu sanidad y tu jubilación como si realmente lo fuera, y en algunos casos incluso más. Pero no, no es tu padre, ni tiene que motivarte para que cumplas con tu obligación, porque su parte consiste en garantizar tu seguridad, darte un trato correcto y pagarte tu salario y tu Seguridad Social.
¿Qué más quieres, camarada? ¿Qué más necesitas para motivarte? Muchos españoles se han olvidado de lo que es pasarlo realmente mal, y no es que lo desee, pero todo parece indicar que los duros tiempos volverán. Recordaremos la farsa de la motivación y de los días personales como algo inconcebible, recordaremos a los sindicatos y a sus liberados sindicales como el abuso que precedió a la gran
debacle. Ni nuestros abuelos darían crédito si escucharan a un obrero quejándose de la motivación que le falta, ni lo darán nuestros nietos dentro de 20 años, cuando tengan que volver a trabajar como auténticas bestias de carga para que pueda volver a florecer el erial que les habremos dejado.
Nada atonta tanto como vivir sin tener que pagar el precio y nada espabila tanto como la necesidad. Se esperaba de nosotros que tuviéramos la lección aprendida y que administráramos la bonanza con moderación y serenidad. Pero no somos más que unos insufribles nuevos ricos que de todo nos hartamos sin pensar en nada más. Ahora dices que no te sientes motivado y acudes con displicencia a tu trabajo: lamentarás tu arrogancia cuando te echen por vago, no puedas encontrar otro trabajo y sólo te quede vivir de la realmente desmotivadora caridad.
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