«Con el final de siglo llamando a la puerta, la Semana Santa almanseña sufre lo que podríamos reconocer como una evolución positiva, pero para entender los acontecimientos de los años 1999/2000, es necesario mencionar o recalcar como funciona la idiosincrasia de los pueblos en general, y en particular como crece la pluralidad cuando los vientos son favorables y puede propiciarse desde la ambición sana, el renacimiento de tradiciones perdidas…,».
Javier MACIÁ. Copyright-2024
Con el final de siglo llamando a la puerta, la Semana Santa almanseña sufre lo que podríamos reconocer como una evolución positiva, pero para entender los acontecimientos de los años 1999/2000, es necesario mencionar o recalcar como funciona la idiosincrasia de los pueblos en general, y en particular como crece la pluralidad cuando los vientos son favorables y puede propiciarse desde la ambición sana, el renacimiento de tradiciones perdidas.
La llegada de la democracia, a finales de los años 70, supuso que la vida pública se viera desbordada por la creciente y rápida proliferación de asociaciones, como motores sociales desde donde los ciudadanos se manifestaban activos y eran realidad palpable de su existencia, inquietudes y reclamaciones, a los poderes políticos y administrativos.
Estos cambios no afectaron a la permanencia de los ritos religiosos y la Semana Santa española de forma general, resistió la transición política. Pero si se vio superada lógicamente con la explosión de libertad, que propicio la competitividad ciudadana a la hora de organizarse culturalmente. Un estado más aconfesional y laicista había tenido entrada en las vidas de los españoles y por consiguiente la forma de expresarse del pueblo se diversifica.
Almansa es un ejemplo muy claro de ello. Si tomamos como punto de partida la trayectoria de las fiestas patronales, vemos en su proceso el constante crecimiento y aparición de formaciones afines, que terminan asociándose por un bien común dentro de una agrupación. El pluralismo está presente y la idea principal también. Celebrar las fiestas en honor a la Patrona, desde distintas perspectivas, pero en la armonía y fidelidad del principio regente.
Así pues, y de antemano ha de quedar claro que las entidades religiosas cristiano/católicas se deben a otro sistema jurídico, pues dependen de Roma y sus obispados, en la lógica más elemental es que, considerando que la ciudad disfruto de la presencia de varias hermandades y cofradías en tiempos del franquismo, de alguna forma alguien, en la renacida y también creciente celebración de la Semana Santa publica almanseña, vislumbrara con ambición y afán la posibilidad de reestablecer aquellas tradiciones que en la antesala del cambio de régimen perecieron.
La democratización de los procesos administrativos y normativos de las asociaciones, también llegan al ámbito eclesiástico, y la imposición de los criterios únicos e inamovibles desaparecen, favoreciendo la réplica, la contra replica y en última instancia la alternativa.
Con todo esto en la mesa del conocimiento, el escenario para que la Hermandad de Jesús del Calvario sufriera una escisión, estaba servido, lo que no quita que las razones ultimas de la refundación de la Real e Ilustre Esclavitud de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Medinaceli, fueran propias de viejos hermanos que reconsideraron renovare su participación pública y legitima.
Personalmente, desconozco que hubiera desacuerdos en la Junta de Gobierno de la Hermandad del Calvario o en la propia base de hermanos, que propiciasen esta diversificación, e incluso la iniciativa particular de este movimiento dentro de los fieles seguidores de Cristo.
Pero he de remitirme a los hechos y son los siguientes, desde mi apreciación al participar en la estación penitencial de Jueves Santo tantos años.
En Almansa casi nos conocemos todos, y más cuando año tras años coincidimos en eventos de los que fielmente somos participes, y en este sentido pude apreciar que algunos hermanos del calvario, de un año a otro dejaron de procesionar con la imagen de De Luque.
Y lo que para mí no tuvo una significación importante en ese momento, se armó de fundamento cuando se me comunica que habrá una nueva procesión en Semana Santa y que tendrá lugar durante el Miércoles Santo. Nada que objetar, bienvenidos todos al circuito sacramental y la manifestación cristiana.
Poco tiempo después, mi hermana Belén, me informaría que ella participaba en la recién refundada Cofradía de Medinaceli y que se necesitarían hombres para procesionar al Cristo de la Buena Muerte, desde el más sacrificado estilo y tradición legionaria. Eso fue un dardo envenado que hizo saltar todos mis resortes.
El año que decidí participar en la procesión del miércoles santo portando a brazo con sentir legionario al Cristo de la Buena Muerte, me encontré con las personas que en un principio supuse estaban detrás toda esta revolución de la Semana Santa. De un lado Luis Bonete Piqueras, que figuraba como Hermano Mayor y de otro Ricardo Milán (RIP) que ejercía de Capataz de Cristo; el primero vistió el rap de Jesús del Calvario, y el segundo era compañero costalero debajo de Jesús, durante la estación penitencial del jueves santo.
A partir de ese año, la Semana Santa de Almansa tenía una nueva procesión por sus calles
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