«…, la Semana Santa de Almansa en la primera década del nuevo milenio va a experimentar una explosión de pasiones y emociones que abundaran en su enriquecimiento, tanto participativo como relevante. Serán años en los que las distintas hermandades aumentaran su presencia en las calles, años en los que se verán sometidas a la necesidad de regular esa participación junto al resto de entidades religiosas y años en los que se intentaran proyectos, que en toda lógica, unos llegaran a buen término y otros quedaran enterrados en el silencio de los justos, incluso bajo la presión de la polémica, la discrepancia y la alternativa, como por otra parte es normal en la conciencia democrática que ya inundaba por derecho la sociedad española, y también la almanseña…»
Javier MACIÁ.
La Semana Santa de Almansa en la primera década del nuevo milenio va a experimentar una explosión de pasiones y emociones que abundaran en su enriquecimiento, tanto participativo como relevante. Serán años en los que las distintas hermandades aumentaran su presencia en las calles, años en los que se verán sometidas a la necesidad de regular esa participación junto al resto de entidades religiosas y años en los que se intentaran proyectos, que en toda lógica, unos llegaran a buen término y otros quedaran enterrados en el silencio de los justos, incluso bajo la presión de la polémica, la discrepancia y la alternativa, como por otra parte es normal en la conciencia democrática que ya inundaba por derecho la sociedad española, y también la almanseña.
La transición de las carrozas a los costaleros
Lo que personalmente puedo decir de las procesiones de Semana Santa que a principios de la década del nuevo siglo había en Almansa es que, a excepción de la salida del Encuentro, en la que nuestra Patrona es portada por sus pastores y se da oportunidad a otros fieles, y la imagen del Sagrado Corazón lo hace de igual manera, ambas imágenes eran transportadas en andas/parihuelas. Y también, Jesús del Calvario y María Santísima de la Esperanza, procesionaban en trono llevados por costaleros.
En el resto de procesiones, es decir, el Domingo de Ramos (en la que no había presencia de imaginería alguna), la procesión del Santo Entierro (que gozaba de poder procesionar con una imagen de Cristo Yacente) y la procesión de Medinaceli (en la que se podían ver las dos imágenes, Jesús y la Dolorosa), la presencia de las carrozas prevalecía sobre el uso de anderos o costaleros.
Así pues, el momento en que el Cristo de la Buena Muerte hace su aparición en la escena confesional almanseña, resulta clave, al igual que lo fuera diez años antes la Hermandad del Calvario, cuando se fundaba y su titular salía a procesionar con costaleros.
Debe estar registrado en diversos medios, desde luego mi memoria no consigue ubicar el año exacto en que el Cristo de la Buena Muerte, sacado a brazo salió a las calles de Almansa, y tampoco los años que así lo hizo, pero fueron pocos. ¿A qué me refiero? ¿tan poca aceptación tuvo la iniciativa, que tras un par de años todo se vino abajo? Para nada.
Muy al contrario, este proyecto fue la catapulta para que, la Junta de Gobierno de Medinaceli, viendo y atendiendo la llegada de interesados hombres en participar en la procesión del miércoles, vislumbrase la oportunidad de adquirir un trono de envergadura suficiente para acoger a todos los costaleros y abandonar en un primer intento la carroza que hasta esa fecha era el medio de portar a su Sagrado Titular.
Y el intento culminó en realidad. La Junta presentó un trono, adquirido en Hellín, con capacidad para albergar hasta 40 hombres en sus varas, con un peso que excedía la tonelada y que puso bajo la tutela del capataz Ricardo Milán (RIP) y al que se le encomendó la tarea de afiliar simpatizantes para llevar a buen puerto el proyecto de cambio.
El recuerdo de un buen Capataz
Merece un relato concreto la figura de Ricardo Milán. Buena persona, participativo, y comprometido con la realidad almanseña, tanto festiva como cristiana, digno de mención y consideración, ya que de su buen hacer es fruto el éxito del proyecto que supuso llevar a Jesús de Medinaceli en hombros y como quizás nunca se había visto en Almansa, estableciendo un nivel que presumo no se podrá alcanzar en años futuros.
La importancia del trabajo de Milán como capataz, no radica tanto en la sapiencia adquirida para dirigir el trono, que también, sino en la prestancia que desempeñó en que los hombres de Almansa participaran en la labor. Supo combinar desde su puesto en Medinaceli la administración de los hombres que le seguían e incrementar su número, debido a su buena relación con amigos de las fiestas patronales (escuadras de beduinos) y a la par desde su puesto de andero en la Hermandad del Calvario, también consiguió adscripciones para el nuevo trono de Medinaceli.
Con estos mimbres, es decir un capataz audaz y una junta de gobierno decidida, el año que Medinaceli salió a la calle en su Estación Penitencial portado por 40 hombres y en un trono restaurado y engalanado al efecto, fue más que memorable. Resulto un cambio de modelo en la forma de procesionar.
A consecuencia de ello, en años posteriores, la Dolorosa, imagen que acompaña a Jesús durante el Miércoles Santo, también abandonaría la carroza y las ruedas para ser portada a hombros de cofrades femeninas.
Esto supuso un cambio tan radical que derivó en una consecuencia directa, y es que el Cristo de la Buena Muerte dejara de procesionar los miércoles, pero abrió expectativas en la Junta de Gobierno para, como explicare más adelante, abordar otras iniciativas que no serían menos importantes.
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