«…, la influencia reguladora de la Agrupación Interparroquial para la Semana Santa de Almansa, se hizo relevante desde el mismo instante de su creación hasta nuestros días…»
Javier MACIÁ. Copyright
La influencia reguladora de la Agrupación Interparroquial para la Semana Santa de Almansa, se hizo relevante desde el mismo instante de su creación hasta nuestros días.
Era evidente que la llegada de Medinaceli al escenario procesional suscitaba controversia en el Calvario. Afirmo esto porque los comentarios de algunos miembros y compañeros de carga de la Hermandad del Jueves Santo, resultaban agoreros y premonitorios. Frases como; “esto va a liquidar la Semana Santa…”, o indicaciones como “entre unos y otros la casa sin barrer” e incluso adjetivos peyorativos, que aludían al afán simplista de protagonismo, mencionando orondas partes del vientre, inundaban las tertulias tras las reuniones, asambleas y ensayos. En definitiva, y a mi postrero juicio, la necesidad de regular estos debates quedo escrita con la acción decisoria de la Interparroquial.
¿Qué debates? ¿Qué decisiones? La Semana Santa almanseña adquiere velocidad de crucero desde el momento en que Medinaceli se refunda. Aparecen nuevas ideas, intenciones de promoción, actividad plausible y dinámica, conceptos estos que redundaron sin duda en la proliferación de encuentros polémicos, no por ello desagradables, pero también otros, más controvertidos y ásperos.
Uno de los eventos que ya había quedado instaurado años antes de la refundación de Medinaceli era el Pregón de Semana Santa. Hasta esa fecha, la Hermandad del Calvario fue la encargada de proponer la figura del pregonero, buscando siempre por el interés del acto, la mejor opción entre personajes públicos relevantes, para cautivar al público en general y a los fieles en particular.
Así que, cuando las hermandades y demás entidades religiosas se sientan por primera vez, en la mesa de la Interparroquial para atacar la organización de este insigne acto, en toda lógica, Medinaceli lanza sus propuestas
La elección del pregonero seria uno de estos debates amigables en los que la paz y la concordia harían acto de presencia, pero indudablemente restaban protagonismo -y esto ya es opinión- a la Hermandad del Calvario y sus dirigentes del momento.
Esto se acentuaba cuando la Archicofradía de Medinaceli decide abordar la promoción de su Estación Penitencial con la elaboración de ilustraciones en folletos trípticos, o el anuncio de “su pregonero”, sembrando así el germen de lo que poco tiempo después, sería la revista oficial de la Semana Santa almanseña.
No menos importante en esas fechas es la decisión de Medinaceli respecto de la forma de portar al Titular de la Cofradía, durante la procesión. La pretensión de la Junta de Gobierno, capitaneada por Luis Bonete, era conseguir un trono para 40 hombres, elegir un capataz y procesionar al más puro estilo castellano. Por entonces yo procesionaba, como narre anteriormente, con el Cristo de la Buena Muerte, al estilo legionario y dirigidos por Ricardo Milán.
En una convocatoria especial, que recuerdo se celebró en la tradicional cafetería La Teja, el capataz nos comunica que dejamos de procesionar cual legionarios, para intentar el proyecto que la Junta de Gobierno tenía en ciernes.
¡¡¡¡Cuarenta hombres!!!! ¿de dónde sacara el capataz tal colaboración? Ricardo, al que hice mención en narrativas anteriores, tenía buenísimas relaciones como festero de pro (Templario) y era costalero en la Hermandad del Calvario, a la sazón de quien escribe. Por otra parte -supongo- que Luis Bonete expondría en la mesa de debate de la Interparroquial sus intenciones, y pediría colaboración al resto de entidades. Así que en la lógica más aplastante la polémica estaba servida.
Si los fieles eran pocos- desgraciadamente en la actualidad somos menos- en mi opinión, que Ricardo Milán pidiera colaboración a sus compañeros costaleros para el trono de Medinaceli no debió sentar nada bien, ni a Francisco Arques, por entonces hermano Mayor del Calvario, ni a su Junta de Gobierno.
Corresponde a los protagonistas, si llegan a leer este escrito y alguno de los anteriores de esta crónica, rebatir, argumentar, o contraponer hechos al respecto de mi narración que está realizada desde la experiencia y desde las informaciones recibidas. Pero al margen de esta aclaración, lo cierto es que cuando Medinaceli trasladó el nuevo trono desde Hellín, hasta su sede en el Convento de la PP Franciscanos, los hombres de trono estaban dispuestos y eran provenientes de las fiestas de Almansa, de los costaleros del Calvario y algún que otro voluntario y devoto de la propia cofradía.
En este escenario, que se desarrolla en la primera mitad de la recién estrenada década del nuevo milenio, quedaba patente que, sentadas todas las entidades religiosas en la mesa de la Interparrroquial, Medinaceli parecía tomar el testigo de la Hermandad del Calvario, para ser la “voz cantante” dentro de la organización religiosa.
Esto en mi opinión es lo que provoca una crisis en la Junta de Gobierno de la Hermandad del Calvario y que redundara en la renuncia de varios miembros, que, tras debates y elecciones, designaran a Ángel Infantes, hasta ese momento Capataz del Paso de Cristo, como Hermano Mayor y a Jesús Yáñez, como Capataz. En ese momento mi participación e implicación se ve reforzada, pues tras doce años como costalero en esta hermandad, se me nombra segundo capataz del paso de Jesús del Calvario.
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