DIEZ AÑOS SIN JESÚS DEL CALVARIO (XII)

«…, llegados a este punto de mi relato, y que coincide con el final de la primera década del nuevo milenio, quisiera reflexionar sobre lo narrado hasta el momento, desde lo más personal, intentando ser objetivo en cualquier opinión sobre esta historia…».

Javier MACIÁ. Copyright-2024

Llegados a este punto de mi relato, y que coincide con el final de la primera década del nuevo milenio, quisiera reflexionar sobre lo narrado hasta el momento, desde lo más personal, intentando ser objetivo en cualquier opinión sobre esta historia.

El renacimiento

La primera reflexión ha de ser el análisis del momento del resurgimiento de las procesiones de Semana Santa. Para ello es necesario afirmar, que el escenario del momento era pobre en cuanto a manifestaciones públicas de este carácter confesional. Como decíamos, la procesión del Domingo de Ramos, el Entierro y el Encuentro, eran los únicos actos que marcaban el calendario de la semana de pasión y gloria, almanseña. No así en los templos que ociaban sus rituales vigilias y eucaristías oficiales en los días señalados.

¿Por qué resurgen las procesiones? Es necesario aquí explicar que, dentro del círculo de organizadores que se aventuran al proyecto y que es muy pautado, existe una educación religiosa profunda incrustada en el nacional catolicismo del franquismo más notable. Es decir, los niños y adolescentes que fueron reales espectadores y participantes de las manifestaciones religiosas surgidas en las décadas de los 50 y 60 del siglo pasado, hoy (1990) eran ya hombres y mujeres adultos, casi pintando canas, y henchidos de fe y añoranza, desean recuperar las tradiciones cristinas dentro de una democracia floreciente y en procesos de arraigamiento.

No es necesario personalizar y etiquetar dando nombres concretos. Quienes estaban, lo fueron y quienes les rodeaban, los conocen, Cada uno debe poner cara a quien corresponda cuando lea esta descriptiva historia, y otros eruditos deben corroborar o corregir a quien escribe, pero están claros los apellidos; Arques, Sánchez, Tomas Ferrer, López, Infantes, Alcocel, Bonete, y alguno más que en la memoria ahora no encuentro.

A día de hoy, y sin menoscabar la fe de nadie, estos protagonistas son ausentes, al menos en los organismos de organización. Dieron lo mejor de ellos en el momento, para afianzar la Semana Santa almanseña y al tiempo vieron recompensada su ilusión, su añoranza y su manifestación cristiana.

La evolución

Los momentos más significativos de este proceso de desarrollo han de establecerse objetivamente en clave social. Dentro del marco democrático ya instaurado, la lógica dice que las reivindicaciones sociales, mediante la asociación civil y cultural, son la norma. Por ello, la escisión de la Hermandad del Calvario y la consiguiente refundación de la Cofradía de Medinaceli están estrechamente vinculadas. Es un primer paso hacia la pluralidad.

El segundo instante trascendente, es la necesidad, como bien atestigüe en relatos anteriores, de regular estas entidades en crecimiento. Por ello la aparición de la Asociación Interparroquial, es el segundo paso decisivo hacia el éxito de reconstruir la cultura y manifestación cristiana de Almansa, que hasta la fecha se reducía, a las Fiestas de Mayo, las Romerías de la Patrona, y un Corpus Christy, casi olvidado.

Por último, nada de esto hubiera sido de tal modo, de no haberse efectuado la publicidad necesaria, los relatos de prensa, los comentarios en distinto círculos sociales, incluidas las administraciones públicas – entre las que cabe mencionar los años en que gobierna el Partido Popular, por su afinidad ideológica – nada se hubiera conseguido decía, y en definitiva, de no haber creado los equipos de trabajo necesarios en todas las entidades para realizar tareas de captación y fidelización  en los fieles cristianos almanseños. Voluntarios que escribían para la revista oficial, fotógrafos que prestaban sus imágenes, hermanos que vendían las loterías.

Pero de manera especial, los capataces (Ricardo Esteban Milán, Jesús Yáñez Barbellido) y costaleros que transmitían su entusiasmo e ilusión para conseguir hombres y mujeres que portaran las imágenes. Y por supuesto, pregoneros, de toda índole: Religiosos, escritores, hermanos de otras ciudades, etc… un abanico de excelsa expresión literaria, para lo que entonces era la renacida Semana Santa almanseña, pero que por otra parte se merecía en justicia.

De costalero a capataz

He querido hacer este balance escueto de lo relatado hasta el momento, porque desde esta fecha (dentro de la narración y casi hasta el desenlace del relato) mi participación en la Semana Santa, cambiara notablemente. Serán años, los venideros, en los que disfrutaré de la posibilidad de organizar directamente de la mano de los dos hermanos mayores que más influyeron en mi persona, como cofrade, y quizás también en la propia Semana Santa Almanseña.

Intentaré, por tanto, en los capítulos siguientes, hacer honor a los méritos que ellos vieron en mí, y contaré, desde la más estricta objetividad y escrupulosidad, toda mi experiencia, como Teniente Hermano Mayor de la Hermandad del Calvario, como Capataz de Jesús de Medinaceli y el Cristo de la Buena Muerte, y como representante de las dos hermandades y en momentos distintos, dentro de la Agrupación Interparroquial.

Pido para ello a Dios, que me sirva de la lucidez suficiente para este trabajo, y de antemano disculpas, por los errores que en el mismo pueda cometer.

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