«…, el culebrón que protagoniza Íñigo Errejón cuenta con varios capítulos por escribir en un guión que se perfila nada plácido para muchos más actores y la izquierda en general. Queda, por supuesto, conocer si las conductas privadas del exportavoz de Sumar tendrán un recorrido penal, siempre bajo la presunción de inocencia propia de un estado garantista, la misma precaución que los Errejón y compañía no guardaron ni respetaron para sus adversarios políticos. Nunca hemos sido adalides de los juicios paralelos, de la pena del telediario ni de la autoridad del uso alternativo del Derecho con los que tanto disfruta la izquierda sectaria…»
La Razón-2024
Además del frente en los tribunales, que se sustanciará o no, el terremoto político, con su epicentro y onda expansiva correspondientes, amenaza con remover y alterar los desmadejados equilibrios de poder a la siniestra del sanchismo sin que la estabilidad del Gobierno esté ni mucho menos a salvo. Hemos abordado en estas páginas que todos los focos dejarán pronto a Errejón, personaje ya amortizado y cuyas peripecias personales se escaparán en breve de la órbita del interés general, para centrarse en todos aquellos superiores que lo encubrieron y priorizaron blindar el partido y al sujeto en cuestión a la atención y el socorro de las víctimas. Así que la vicepresidenta Yolanda Díaz y algunos ministros más, además de la nomenclatura de Sumar, se encuentran bajo sospecha y enfangados con una pésima perspectiva.
Que sean una rémora para un gobierno ya seriamente desacreditado por los escándalos de corrupción agrava su porvenir y de paso abre oportunidades para otros, especialmente Pablo Iglesias y Podemos, al que incluso alguna corriente de opinión señala como la mano negra que ha movido los hilos del «caso Errejón» y la implosión de la criatura política de Yolanda Díaz. Que el ex vicepresidente y líder de Podemos parezca haber recuperado el aliento y el ánimo para volver a la primera línea pública es un hecho. Tampoco es descabellado pensar que ha celebrado como pocos la caída de su más íntimo enemigo como era Errejón y que espera con entusiasmo que Yolanda Díaz, de la que tiene la peor consideración, corra una suerte parecida. En la teoría de los vasos comunicantes que suele funcionar en la ultra izquierda, Podemos se apresta a cubrir el vacío que dejará la caída de Sumar y de paso a ajustar cuentas. El comunismo nunca se ha caracterizado por la clemencia con los enemigos y Pablo Iglesias lo sabe bien. Pedro Sánchez parece cómodo y convencido de que heredará los votos desencantados como hiciera con los de Podemos en esa estrategia de vampirización que le ha servido para conservar un suelo electoral notable pese a sus escándalos. El exlíder del partido de los círculos, sin embargo, crecido, y con ansias de revancha contra el mismo Sánchez que orquestó su aniquilación, es otro frente para Moncloa que oscurece su porvenir. Para la nación, esta agonía debería conducir a elecciones si hubiera algo de dignidad y sentido de estado. No los hay en esta izquierda mezquina.
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