De lo acontecido durante el verano de 2010
«La decisión de asumir el mando de los hombres de trono de la cofradía de Medinaceli, fue estrictamente personal. Sim embargo, y es condición humana, las decisiones que tomamos en la vida, así lo creo, están sujetas a las vicisitudes y coyunturas que rodean el momento, no solo personal, sino colectivo. Es decir, ¿qué circunstancias rodeaban el ambiente cofrade y en especial a los hombres de trono, para decidir sobre la propuesta de Luis Bonete y decir “si quiero”...?
Javier MACIÁ. Copyright-2025
La decisión de asumir el mando de los hombres de trono de la cofradía de Medinaceli, fue estrictamente personal. Sim embargo, y es condición humana, las decisiones que tomamos en la vida, así lo creo, están sujetas a las vicisitudes y coyunturas que rodean el momento, no solo personal, sino colectivo. Es decir, ¿qué circunstancias rodeaban el ambiente cofrade y en especial a los hombres de trono, para decidir sobre la propuesta de Luis Bonete y decir “si quiero”?
La cuadrilla de costaleros de Medinaceli, tenía la costumbre de reunirse para almorzar, tras el esfuerzo de la estación penitencial del Viernes Santo. Los incidentes acaecidos durante la procesión de este año 2010, y que suscitaron la polémica en las tripas de la Junta de Gobierno, se trasladó de forma inmediata al almuerzo de hermanos y costaleros. Así que pocas horas después de celebrar la procesión, ya el aire rezumaba olores de dimisión del capataz Ricardo o de cese, por parte de la Junta. Como esto era un anticipo de las consecuencias, se decretó oficiosamente esperar la resolución del problema. Fue en este almuerzo, tras aparcar la polémica principal y disfrutando del vino y la comida, cuando surge oficialmente por primera vez, intentar realizar un homenaje al Cristo de la Buena Muerte de Belén, pero queda en eso, en una idea.
Corriendo en la mitad del verano – no recuerdo exactamente las fechas – habiendo comunicado ya por mi parte a la Hermandad del Calvario de la situación, habiendo disfrutado de la experiencia gaditana y habiendo tenido la entrevista con el hermano Mayor de Medinaceli, me convocan a una reunión de urgencia con todos mis hermanos costaleros, en la sede de la comparsa Zegríes, y en la que como intervinientes principales actúan, tanto Ricardo, capataz de la primera y Jesús Yáñez, capataz del Calvario.
En toda lógica, esto me situaba como opositor fáctico, pero no oficial, a cualquier propuesta que ambos capataces hubieran preparado, por lo que en la brisa controvertida, se podía adivinar que yo, Javier Maciá, sería nombrado capataz y que claramente los tintes de la traición me cubrían despiadadamente.
Como así ocurrió, y disfrazado en la polémica de los costes de las famosas papeletas de sitio – los motivos del cese de Ricardo Milán eran otros, que no conviene recordar – la situación tras haberse tensionado se dilucida, en una confrontación dispar de pareceres, que terminan con el anuncio directo por mi parte a los dos capataces de que confirmaría a Luis Bonete mi decisión de aceptar el cargo.
Esta posición incómoda, me da impulso, me revitaliza y allí mismo solicito a los hombres de trono que decidan si me apoyan, y obtengo la mayoría suficiente para afrontar el reto, no sin perder hombres y de calidad, más afines a Ricardo Milán.
Termina la reunión, me subo al coche e inicio mi viaje a Minglanilla, ciudad en la que residía por motivos laborales. No han transcurrido ni treinta minutos y recibo la llamada de Luis Bonete para felicitarme. ¿Cómo? ¿Qué? Pero si no he tenido tiempo de asumir la decisión que he tomado. Alea jacta est.
Semanas después, y quizás, esta oficiosidad de los acontecimientos, fue la causa de que la Junta se viera aliviada, y que Bonete refrendó con su anticipado anuncio en la prensa escrita.
Primero la Junta de Gobierno, aprueba mi candidatura, y después se somete en asamblea general para su ratificación. Todo un éxito. Todo un reto, Todo un problema, y que como bien saben las mentes despiertas, nunca vienen solos.
Comenzaba así una carrera casi contrarreloj. Había que afianzar la posición de los costaleros que me habían refrendado en la reunión de Zegríes. Pero apenas eran una veintena, por lo que era necesario buscar hombres de trono incluso debajo de las piedras, en lo más recóndito, no ya de la fe, sino de la amistad y el favor que otorga.
Es en este momento cuando los lazos con Manolo López Cuenca se fortalecen y lo propongo para segundo capataz, a mis ordenes, del paso de Medinaceli y el Cristo de la Buena Muerte.
Manuel, impetuoso, decidido, voluntarioso, apuesta por mis ideas y por las suyas. De él partió la iniciativa durante el almuerzo del Viernes Santo de fomentar el culto a la imagen de Belén, y quizás vio en mi pasado legionario, mi capacidad y mi implicación en el orden jerárquico de la Interparroquial y las cofradías, una razón para potenciar su presencia y actuación.
Era más que necesario encontrar hombres para cargar el trono de Medinaceli. Necesitaba al menos treinta y seis costaleros. Su peso y envergadura, requerían ese recuento de hombros y pies, no menos. El listón de Ricardo Milán estaba muy alto, en lo máximo. Con decisión, y tras ser ya oficialmente el nuevo encargado de las imágenes para procesionar, solicito a la Junta de Gobierno, listados, números de teléfono, contactos. Me apoyo en mi condición de costalero del Calvario y solicito igualmente su colaboración. Algunos hombres buenos, responden afirmativamente. En definitiva, emprendemos una tarea de publicidad y captación en busca de los cuarenta magníficos.
Quizás ya entrado el otoño y encarando la llegada del invierno, fue cuando empiezo a anticipar que, si bien podíamos conseguir piernas de sobra para la procesión del Miércoles Santo del año 2011, no estaba nada claro que se pudiera obtener el apoyo de costaleros para la del Viernes Santo. Es en estos momentos cuando la Junta de Gobierno, y en especial Luis Bonete, me encargan la tarea de solucionar el problema, a toda costa. No se podía permitir que una procesión recién implantada, se dirigiese al fracaso más estrepitoso por falta de almas cristinas dispuestas a cargar, en sacrifico, con la imagen del Cristo de la Buena Muerte.
Y es aquí también cuando todo mi esfuerzo se centraría en un proyecto que marcaría la diferencia con el resto de procesiones. Diseñar fabricar y poner en acción, el nuevo paso que albergaria la imagen y saldría a las calles almanseñas para gloria y alabanza del Cristo de la Buena Muerte.
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