«…, tristeza y desolación, aderezadas ambas con una buena dosis de conformismo y acatamiento, se dibujan en los rostros de dos de los nueve empleados de las gasolineras Cepsa (Rosales y la ubicada junto al puente de Carlos IV) en el crítico momento en el que con resignación se dedican a empaquetar con cuidado todos los artículos existentes en la tienda, trabajadores que, algunos con casi tres decenios de servicios sin tacha, próximamente engrosarán las listas de desempleo. La tercera gasolinera en discordia, la situada en la salida hacia Levante, de momento, parece que no cierra al estar en manos de un particular. “Cerramos el día nueve de febrero, Luis” -me dicen-. Y con gesto resignado y ante mi sorpresa añaden: “…, una empresa de marca “blanca”, una low cost, (otra más, y ya van tres) dedicada a los hidrocarburos ha comprado el negocio y cierra la tienda”. Todavía sin reponerme de la sorpresa les pregunto por su futuro laboral y responden: “…, nadie esperaba esto, no hemos hecho otra cosa en nuestra vida que trabajar aquí, el horizonte de brega lo tenemos muy negro, muy complicado, no tenemos salida, y con la llegada de la nueva empresa, no nos queda otra que caminar derechos al paro; no nos dan garantías, absolutamente ninguna, somos mercancía, mercadería prescindible” –subrayan-.
Luis BONETE. Periodista. Copyright-2025
Tristeza y desolación, aderezadas ambas con una buena dosis de conformismo y acatamiento, se dibujan en los rostros de dos de los nueve empleados de las gasolineras Cepsa (Rosales y la ubicada junto al puente de Carlos IV) en el crítico momento en el que con resignación se dedican a empaquetar con cuidado todos los artículos existentes en la tienda, trabajadores que, algunos con casi tres decenios de servicios sin tacha, próximamente engrosarán las listas de desempleo. La tercera gasolinera en discordia, la situada en la salida hacia Levante, de momento, parece que no cierra al estar en manos de un particular. “Cerramos el día nueve de febrero, Luis” -me dicen-. Y con gesto resignado y ante mi sorpresa añaden: “…, una empresa de marca “blanca”, una low cost, (otra más, y ya van tres) dedicada a los hidrocarburos ha comprado el negocio y cierra la tienda”. Todavía sin reponerme de la sorpresa les pregunto por su futuro laboral y responden: “…, nadie esperaba esto, no hemos hecho otra cosa en nuestra vida que trabajar aquí, el horizonte de brega lo tenemos muy negro, muy complicado, no tenemos salida, y con la llegada de la nueva empresa, no nos queda otra que caminar derechos al paro; no nos dan garantías, absolutamente ninguna, somos mercancía, mercadería prescindible” –subrayan-.
A este relato de derrumbe personal y frustración, se le unen, de diversas formas y por motivos diferentes la ya más que constatada desaparición de pequeños negocios, tiendas familiares y empresas emblemáticas que están en la mente de todos. Asistimos incomprensiblemente resignados, a un imparable funeral económico local, que tal y como si estuviésemos refiriéndonos a la Santa Compaña, estaría formado por las tristes y fenecidas ánimas que un día florecieron y otorgaron recursos, movimiento, felicidad, y vida a una ciudad, Almansa, que día a día se desmadeja ante la vista de todos, y que más pronto que tarde y si algo o alguien no lo remedia, es más que evidente que se convertirá en solar habitado por gente mayor, con los próximas generaciones de jóvenes entretenidas y enganchadas a Tic-Toc o Instagram, mientras sueñan con el momento que les llegue el ansiado turno de tomar las de Villadiego en busca de un futuro social y laboral que aquí, en Almansa, le es imposible alcanzar.
Cito: a las gasolineras Cepsa que de modo inminente pasarán a manos de quien sabe quien, causando estragos en el personal que hasta ahora en ellas trabajaba, se suman y/o sumarán al funeral (por motivos distintos) y según se comenta por los barrios del pueblo, las ferreterías locales, empresas de restauración como Los Cuchillos y Cristal y Barro (El Bodegón, ya pasó a mejor vida hace rato), y la bomba de estos días ha sido conocer que, uno de los referentes de la restauración almanseña, El Rincón de Pedro (magnífico restaurante), cierra en la ciudad y traslada su admirable y excelente cocina a un terreno en el extrarradio poligonal. Si a este tenebroso panorama, aderezado con ausencia de trenes de cercanías, sin cines, y con las emisoras de radio mudas, le sumamos la permanente crisis zapatera que conlleva el cierre imparable de empresas y la desaparición casi por completo del sector manufacturero que tanto relumbrón otorgó a esta Leal Villa, …, y el hecho de que la “jaula de oro sin pájaro” (Antonio López, dixit) en que se ha convertido un Hospital General líder en listas de espera, huérfano de servicios y especialistas, que nos trae con fuerza inusitada, de nuevo a la realidad del famoso y manido dicho de que “…, en Almansa no pasa nada y si pasa, a Albacete”, ante esta perspectiva, y la constatación de que al equipo de Gobierno solo le preocupan sus nóminas mensuales, apaga y vámonos, y de paso encomendémonos a nuestra querida Patrona porque cualquier cosa, menos buena, podrá ser posible en los tiempos venideros a corto y medio plazo.
Pero lo peor de todo es que ante semejante y siniestro panorama, se nos llena la boca de intenciones que nadie va a cumplir, se trabaja con retales y campañas que, aunque paridas con buenas intenciones, todo el mundo sabe que no sirven para nada. Dicen: “…, hay que apoyar al comercio local” pero la realidad es muy tozuda porque las grandes cadenas de retail y franquicias globales, que operan con economías de escala y pueden ofrecer precios más bajos, han absorbido una parte considerable de la demanda que antes cubrían los pequeños comercios locales. Los jóvenes, antaño felices herederos de las economías paternas, no quieren ni oír hablar de seguir el rastro de sus ancestros porque ven la miseria que les viene encima. Este fenómeno es aún más pronunciado en las ciudades como Almansa, donde los consumidores a menudo prefieren la comodidad de los centros comerciales y grandes tiendas. Y si lo que algún ingenuo espera o cree es que la clase política gobernante actual o futura ponga freno a esta realidad, va de culo y cuesta abajo. Con más del cincuenta por ciento del Presupuesto General anual comprometido en el pago de los salarios del funcionariado que habita la Casa Grande, el gasto corriente y el pago de la agobiante deuda municipal, las inversiones serán ninguna y ni estos, ni los políticos que pudieran venir en el futuro sacarán a Almansa de un derrumbe forzoso.
Es evidente, lo saben hasta los nenes de teta, que el auge de las compras en línea, y las plataformas de entrega a domicilio, sobre todo en los jóvenes, han modificado su comportamiento de compra. Las tiendas físicas locales han sufrido una disminución enorme en el número de visitantes, y los pequeños negocios no disponen de los recursos para competir con la inmediatez y la conveniencia del comercio electrónico. La inflación, el aumento de los precios y las tarifas de alquiler han incrementado los costos operativos de los pequeños comercios y bares. Mientras que las grandes cadenas pueden absorber estos aumentos con mayor facilidad, las pequeñas empresas tradicionales luchan por mantenerse a flote con márgenes de ganancia mucho más ajustadas.
Resalta en Almansa la falta de apoyo financiero y políticas públicas orientadas a reflotar una situación que nos afecta de manera imparable. Todos conocemos que muchos propietarios de pequeños comercios y bares no reciben el apoyo necesario para hacer frente a estos desafíos. Las ayudas del Estado, que llegan con cuentagotas, no son suficientes o no arriban de manera oportuna. Además, y para más inri, por lo general las políticas locales favorecen más a los grandes negocios que a los pequeños empresarios, dificultando la supervivencia del comercio independiente.
Otro elemento a tener en cuenta que causa un impacto significativo en la economía local y, por ende, en los negocios es la galopante crisis de mano de obra: en Almansa, la escasez de trabajadores cualificados, especialmente en el sector zapatero, ha aumentado, con el agravante de la dependencia histórica de una industria en declive, una situación a la que se suma la creciente demanda de mejores condiciones laborales, de este modo todo ello conspira para que los pequeños negocios enfrenten dificultades para operar de manera eficiente. Y también, por qué no, señalar que numerosos negocios no han logrado adaptarse a las nuevas tendencias tecnológicas y de mercado, lo que los ha dejado obsoletos. La falta de inversión en marketing digital, e-commerce y experiencia del cliente también contribuye a su declive.
En este desolador pero auténtico panorama, destaca también el envejecimiento de la población autóctona y la migración de los jóvenes almanseños a las grandes urbes en busca de mejores oportunidades laborales; la ausencia de este nicho de personas, en Almansa, ha reducido la demanda de ciertos productos y servicios, afectando principalmente a los pequeños comercios y bares que no pueden adaptarse rápidamente a nuevas tendencias de consumo. Todo ello sin olvidar la odiada, por el gremio mercantil local, competencia de negocios informales como los vendedores ambulantes que afectan a los comercios establecidos, y que deben cumplir con regulaciones y pagar impuestos, dificultando aún más su capacidad para competir en precios. Todas estas causas se combinan para crear un entorno local desafiante, un futuro oscuro para los pequeños comercios y bares en Almansa, de cierres en estos sectores.
Lector, posiblemente me taches de alarmista o quizás no, pero piensa detenidamente que cera, lo que se dice cera, no hay más que la que arde, y que la conclusión a la que se puede llegar en estos momentos de crisis económica es que la pérdida de negocios en Almansa es un fenómeno multifacético que requiere, sí o sí, soluciones integrales. No existe una varita mágica, no obstante para intentar revertir esta tendencia, es necesario combinar políticas públicas que fomenten el desarrollo económico local, la innovación empresarial y la revitalización urbana, junto con un esfuerzo por parte de los negocios para adaptarse a las nuevas realidades del mercado.
Aviso a navegantes; o aquellos que pueden olvidan los inútiles parches publicitarios y entran a saco en el problema, o la Santa Compaña, inmisericorde, ávida siempre, dejará las campiñas gallegas y anidará en el Mugrón, para desde allí y de forma impune, bajar a la ciudad y fortalecer sus filas con las ánimas económicas almanseñas rendidas por el desaliento.
ALEA JACTA EST
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